No sé si alguna vez les he contado que hace años, tenía un muy buen compañero que tenía un par de chihuahuas enanos. Eran madre e hija. Mientras que la madre era un perro más o menos normal (si es que era un perro y no una rata), la hija estaba hecha polvo. Juan, que así se llamaba él, se había gastado la friolera de dos mil euros en diversas intervenciones para que siguiera viva. Hasta ahí, todo muy bien, pues cariño y responsabilidad tienen que ir de la mano. La cosa ya se tornaba peliaguda cuando atónito contemplaba que cada vez que la perra iba a comer, mi compañero le masticaba la comida previamente y fuera lo que fuera. Tremendo.
Siempre me ha resultado paradójico que las multas por orinar en la vía pública sean enormes en cualquier ciudad de España (y supongo que en toda Europa). Que te claven mil pavos por echar una meada cuando tienes la vejiga a punto de estallar es el colmo de los colmos si piensas en los montones de perros (se calcula que casi nueve millones y medio) que hacen sus necesidades en la calle y al libre albedrío de sus amos.
Como los perros y los libros sobre ellos se están convirtiendo en un clásico en esta casa de monstruos (pueden dar buena cuenta de ello AQUÍ y AQUÍ), continuo este curso con una nueva edición.
Abro fuego con un libro estupendo. Todo, todo sobre los perritos de Dorothée de Monfreid acaba de ser publicado en nuestro país de la mano de Libros del zorro rojo. La autora de ¡Shhh! A dormir o la serie Los pequeños filósofos (Editorial Laberinto) vuelve a la carga con sus personajes caninos en este libro que es un tributo a la obra del gran Richard Scarry.
Con esa mezcla de ficción y no ficción que tanto cultivó el autor inglés, la francesa nos va presentando en cada doble página muchos tipos de saberes y estares con todo lujo de detalles. Mobiliario, el alfabeto, las habitaciones de una casa, diversos parajes, algo de gastronomía, los medios de transporte, los colores, instrumentos musicales y unos cuantos oficios se aglutinan en una suerte de situaciones donde el humor es la vía de conexión entre el libro y el lector.
Al mismo tiempo que contextualiza la vida de estas criaturas tan simpáticas, de Monfreid nos invita a conocer diferentes elementos que rodean a cualquier niño en su vida cotidiana desde una perspectiva tan práctica, como entrañable. A su perro, a sus nietos, al veterinario o al vecino. Con perro o sin él. Se lo regalen a quien se lo regalen, seguro que disfruta de las peripecias de estos canes tan salaos.
Seguimos con Domingo, una historia del brasileño Marcelo
Tolentino publicada por la editorial Kókinos. Todos los domingos la vida
transcurre del mismo modo entre Martín y su familia. Las horas siguen su curso
con aburrida normalidad, pero Martín quiere convertir este día en una vuelta al
mundo. La abuela está preparando su atuendo para el baile, su madre tiene que hacer
el postre y el abuelo quiere echarse la siesta. El único que puede acompañarle
en este feliz viaje es Fubá, su perro.
Con un estilo figurativo y a caballo entre la ilustración
tradicional y la digital, las páginas se llenan de imágenes evocadoras que
ahondan en un doble mensaje: la amistad entre las mascotas y sus dueños, y la
complicidad intergeneracional que establecen abuelos y nietos.
Una fábula poética y sin pretensiones que tiene mucho que
decirnos a lo largo de ese viaje mínimo a través del domingo, un día que invita
al aburrimiento pero al que Martín y Fubá se enfrentan con una imaginación
desbordante.
Llegamos a Quisiera ser la ventana de una vieja perrita sabia, un álbum de Philip Stead recientemente publicado por Océano Travesía, una delicia que rebosa todo tipo de sensaciones en cualquiera de sus páginas.
El libro está ambientado en una tarde lluviosa en la que una vieja perrita se asoma a la ventana mientras imagina un sinfín de escenas donde otro buen puñado de animales protagoniza situaciones agradables y evocadoras. ¿Alguna vez será el contoneo de un caracol? ¿Y la pirueta de una abeja? ¿La huida de un colibrí o la prisa del ratón cuando el gato lo acecha?
Difícilmente clasificable, esta narración poética para todos los públicos, además de tener mucho gancho con el público más pequeño, se adentra en el existencialismo a través de lo imaginado. Hurgando en esa dicotomía del ser y no ser desde un prisma temporal en el que la juventud y la vejez se dan la mano, experimentamos un vaivén de sensaciones que suceden en el interior y el exterior de una casa de la que entramos y salimos a través de un ventanal que simboliza nuestra persona.
¿Quién nos habla? ¿Un niño? ¿Un anciano? ¿Tú o yo? Dejamos volar nuestra imaginación con metáforas visuales del siempre acertado Philip Stead. Morsas emplumadas, las alas de un ratón o ballenas terrestres, endulzan nuestra mirada y invitan a balancearnos en un texto sencillo y conmovedor, que se enlaza a través de detalles mínimos y elementos compositivos de suma elegancia. Ritmo, guardas, principio y fin. Lo tiene todo. Incluso un ginkgo sobre el que volar y cantarle a la vida.
Pasamos a otro perro, concretamente el protagonista de El día que Otto encontró una piedra en su camino, un álbum de Mo Gutierrez Serna editado por Libre Albedrío.
Es primavera y Otto recorre el muro en busca de un arbusto repleto de fresas, cuando, de repente, encuentra una enorme piedra que le corta el camino y no le deja llegar hasta su objetivo. El perro intenta apartarla, disolverla con la mente, se enfada con ella, con la montaña de la que se ha desprendido e incluso consigo mismo. Hasta que intenta trepar por ella y…
En esta pequeña parábola resuenan muchísimas sensaciones humanas. Frustración, decepción, triunfo, sorpresa o creatividad. La enseñanza extraída se puede resumir en ese juego de perspectivas que es la vida, un camino plagado de obstáculos salvables o insalvables con el que hay que lidiar a base de ingenio y perspicacia sin dejar que nada nos amedrente. Del mismo modo, nos invita a pensar en esa expresión que reza “Detrás de cada problema hay una oportunidad.”
A base de juegos tipográficos y un estilo inconfundible basado en manchas de color con gran contraste y líneas expresivas que juegan con elementos de más peso, la autora cántabra afincada en Madrid nos dibuja una sencilla historia con muchas lecturas en la que cualquiera puede mirarse.
Terminamos con una de humor perruno gracias a Txabi Arnal y su ¡Newton, vuelve!, una historia ilustrada por Eleni Papachristou sobre una pulga que es abandonada por su hospedador, un perro llamado Newton que sale disparado cuando una manzana le cae sobre la cabeza.
La pulga no sabe qué hacer sin su perro así que se dedica a buscarlo por todos los medios. Le pregunta a las hormigas, las gallinas, un pez, un ciervo y un conejo. Pero nada, ni rastro de Newton. Hasta que en cierto lugar...
Con mucha simpatía, el autor vasco nos presenta una pequeña comedia de situación en la que la repetitividad, las descripciones y la confusión, aúpan una lectura que se puede desbordar por cualquier arista gracias a una caracterización histérica y alocada de la protagonista.
A ello hay que añadirle las ilustraciones vivarachas de Papachristou, cuyo estilo recuerda al de otros grandes del panorama como Antinori o Vola. Con figuras delimitadas por el color y su contraste, buceamos en un universo lleno de detalles que dinamizan todavía más una lectura circular capaz de arrancar muchas risas y alguna que otra carcajada a base de humor blanco y situaciones sacadas de quicio.
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