Llevo un desbarajuste monumental por culpa del cambio horario. Esto de despertarme a las cinco de la madrugada no es para mí. No hay derecho a la tortura que nos regalan los mandatarios europeos cada octubre. Debería tener graves consecuencias electorales.
Un día te levantas a planchar, al siguiente pones la lavadora, el otro te da por guisar… A este paso tendré la casa como los chorros del oro. Eso si no me topo con alguno de los monstruos que gustan de la noche y tengo que salir cortando como alma que lleva el diablo. O quizá no... Que estos engendros también sufren los males de la oscuridad. Y si no, que se lo digan al elenco que aparece en el magnífico catálogo elaborado por Javier González y el gran Lluïsot.
Ideal para celebrar esa fiesta anglosajona tan de moda en todo el mundo, este poemario habitado por brujas convertidas en cocineras mediáticas, extraterrestres enmadrados o niñas lobo que se desviven por la danza clásica, nos invita a jugar con las palabras (y las situaciones insospechadas) gracias a la ocurrencia de sus autores, una gran dosis de surrealismo y unas ilustraciones más que acertadas (la que aparece en la tapa es mi favorita). ¡Auuuuuuuu!
Acostado en su cama, Frankenstein
llama: ¡Papaaaaaaaaa!
porque tiene miedo y no puede dormir.
Entonces llega su papá, y mientras acaricia
la cabeza con tornillos de Frankenstein le dice:
No tengas miedo hijo mío,
levantarse los lunes para ir al colegio
solo existe en tu imaginación.
***
Los días de verano cada vez más largos.
Son las diez de la noche y todavía es de día.
Son las once y todavía es de día.
Son las doce y todavía es de día.
Son las veintisiete y todavía es de día.
Son las doscientos cuarenta y todavía es de día.
Son las siete mil y todavía es de día.
Los días de verano cada vez más
largos. Los vampiros
no se aguantan más las ganas de ir al baño.
Javier González.
Terror nocturno y Solsticio.
En: Mi padre es un hombre lobo.
Ilustraciones de Lluïsot.
2025. Madrid: Pastel de Luna.


3 comentarios:
La noche los reúne, los disuelve y los vuelve a convocar. Porque, en realidad, la oscuridad no es un vacío: es un escenario. Y ellos, los personajes nocturnos, son los intérpretes silenciosos de ese teatro infinito que empieza cuando se apagan las luces.
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