miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ismos


Como uno debe hacerse eco de los temas de candente actualidad y tiene a bien relacionarlos con algún que otro libro, no podía dejar pasar la oportunidad de comentar la celebración de la caída del muro de Berlín con la que hemos sido bombardeados durante las pasadas jornadas. Como ¿todos? sabemos la historia de esta pared de hormigón más larga que un día sin pan, utilizada a modo de navaja en el reparto de la castigada Alemania (hay tartas de cumpleaños para todos los gustos) entre los aliados de la Segunda Guerra Mundial, sobran los discursos historiográficos. No en cambio se han de obviar las palabras que han sido lanzadas estos días desde los púlpitos que la señora Merkel ha puesto al servicio de los gobernantes de esta vieja Europa… Sin señalar a nadie -no soy acusica- me gustaría cerrar la puerta de la demagogia, esa tan abierta en los últimos años, y reparar el daño ocasionado por el analfabetismo de algunos políticos que, confusos ellos o confusos sus asesores, no saben (o no quieren) diferenciar fascismo de comunismo. Aunque los dos sean ismos, que no istmos, no comprendo todavía qué tienen que ver los cojones para comer trigo o qué relación hay entre el agua y el aceite. Me gustaría pensar en la referencia a dos autoritarismos, lo que no descarto de partida, pero lo más gracioso de todo es que el que lanza estas proclamas se dedica al socialismo, léase hijastro del comunismo, y apoya la causa del castrismo (¡vaya lío!)... Si a todo esto le unimos que practica un capitalismo encubierto de falaz ecologismo, me quedo anonadado con tanto buenismo.
Y yéndome a almorzar, me despido con un último consejo para el hombre con semejante lío… Sé de buena tinta que es íntimo amigo de Fernando Savater. Le recomiendo se deje instruir, que no dogmatizar, por él, filósofo y pensador. Puede que encuentre las diferencias entre nazismo y liberalismo. Y si no puede ajustar su apretada agenda para degustar un café con él, lea su Política para Amador, un libro ameno para cualquier adolescente que quiera iniciarse en estas lides. Y poco más…

martes, 10 de noviembre de 2009

Deconstruyendo el mundo


Si tenemos en cuenta la cantidad de bodoques que prestan servicio en todo tipo de oficios, se figura un gracioso consuelo percatarse de que los pájaros no maman, dato que, a pesar de las expectativas, muchos letrados y doctores “honoris causa” desconocen. ¿Será lícito que este mundo quede orquestado por esta panda de ignorantes y mamones de medio pelo? La verdad es que, llegados a este punto de no retorno, me la suda. Derrotismo aparte, me gusta pensar que todo tiene una o varias soluciones, aunque éstas consistan en subir a más de uno al paredón y colgarlo de los huevos pendiendo de una cuerda de guitarra… Aunque pensándolo mejor, habrá que buscar alternativas, no sea que me decapiten por tajante y tocapelotas, que no está el horno para bollos ni la cola del paro para más madera. Quizá podríamos matricularlos en algún curso de formación, que los hay de todos los colores, sabores e ideologías… También sería de utilidad que muchos obtuvieran el certificado de la “eso” para atestar así las aulas de educación de adultos más de lo que están (¿alguien pensó en las consecuencias de afirmar aquel “España va bien”?... quien no lo hiciera que se joda o se vaya a las Bahamas a ponerse negro). Siento ser tan descollante hoy pero es lo que tiene la monda del azafrán, que, entre estigma y estigma, me da por pensar en lo que hemos parido en los últimos diez años: licenciados analfabetos, alumnos presidiarios, presos con derechos, médicos sin vocación, padres con correa y bozal, jubiladas anoréxicas, políticos “cum laude”, líderes sin carisma, progres fascistas, perroflautas del petisuís, catedráticos metidos a promotores inmobiliarios y beatas con tetas postizas. Quien piensa que lo que conocemos por mundo acabará en breve, se equivoca: el mundo hace años que terminó.
¿A quién se le ocurriría dejar de editar Cuando Lía dibujó el mundo? ¡Necesito algo de esperanza! ¡Me oyen!: Necesito creer que, de la mano de Viví Escrivá, un día llegará una niña que, con un lápiz a medio afilar, pintará un mundo nuevo.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Opinando y confesando


Mientras espero que los libreros y las editoriales me deslumbren con novedades dignas de elogio, me he decidido por comenzar la semana con una pequeña reflexión sobre los lectores, y no precisamente sobre los míos, sino sobre los lectores adolescentes.
De lectores con acné actuales, algo sé. .. Por mi trabajo, por confesiones de algún allegado y porque yo mismo he sido adolescente hasta bien poco (déjenme sentirme joven pese a los achaques, en parte, todos los que amamos las letras para niños y jóvenes poseemos una edad mental que no se corresponde con la que nos golpea el carné de identidad).
Desde bien pequeño fui un lector insaciable, tanto, que empecé a leer a los tres años gracias al empeño una maestra de guardería de origen alemán…, pero algo cambió a la entrada del instituto: dejé de leer, mi voracidad por la palabra impresa se quedó dormida. Así, de repente, no leía ni los folletos de Simago. Claro está que me dedicaba a otras lides menos decorosas: callejear, deambular, tontear, parlotear, trotar y fumar. Leía por deber, nunca por querer. Obligado por mis profesores, obligado por las cantinelas de mi padre, leía sin saber para qué… Así vivía yo en mi nube lectora de poca chicha y mucho tedio hasta que, de nuevo, surgido de un recóndito lugar de mis necesidades, retornó a florecer ese perdido apetito. Eso sí, no crean que regresó tan voraz como se marchó. Volvió quieto, pequeñito, desinflado…, nada que no pudieran arreglar dos viajes en metro diarios de unos cincuenta minutos y una biblioteca de adopción.
Ahora me extraño, nos extrañamos, de esos lectores que dormitan bajo pantalones de talla inimaginables, gorras, zapatillas de última generación y afición por los botellones, pero lo cierto es que esos lectores, más que sesteando, se encuentran perdidos, desorientados. La lectura, como otra actividad más del ser humano, está condicionada por muchos factores, por ejemplo el fisiológico, el emocional o el psicológico. Si a ello unimos que los jóvenes se encuentran en una fase de la vida en la que pocas cosas son susceptibles de llamar su atención, la lectura pasará igual de desapercibida que el aleteo de una mosca.
Puede que la clave para que regresen esos lectores, los que se pierden en el laberinto de la adolescencia, esté en dejarlos en paz mientras las hormonas estén en pleno ajetreo… O quizá el secreto esté en leerles en voz alta Peter Pan y Wendy… ¿quién sabe?

Ilustración: Sophie Blackall (Más información en http://librosfera.blogspot.com/)
Banda sonora original: Wo willst du hin?. Xavier Naido. MTV Unplugged.

viernes, 6 de noviembre de 2009

I Semana de la Literatura Fantástica (4)


Y para finalizar esta semana, no he encontrado mejor manera que una ristra de adivinanzas rimadas, concretamente aquellas con las que Bilbo Bolsón arrebata a Gollum el conocido anillo, ese que dio nombre a la obra cumbre de J. R. R. Tolkien. Y así, con el mismo autor que comencé, les abandono hasta la semana que se avecina instándoles a que se expriman el melón y den con las soluciones a los siguientes acertijos… y si no, lean El Hobbit para dar con ellas.

Las raíces no se ven,
y es más alta que un árbol.
Arriba y arriba sube,
y sin embargo no crece.

[…]

Treinta caballos blancos
en una sierra bermeja.
Primero mordisquean,
y luego machacan,
y luego descansan.

[…]

Canta sin voz,
vuela sin alas,
sin dientes muerde,
sin boca habla.

[…]

Un ojo en la cara azul
vio un ojo en la cara verde.
“Ese ojo es como este ojo”,
dijo el ojo primero,
“pero en lugares bajos,
y no en lugares altos”

[…]

No puedes verla ni sentirla,
y ocupa todos los huecos;
No puedes olerla ni oírla,
está detrás de los astros,
y está al pie de las colinas,
llega primero, y se queda;
Mata risas y acaba vidas.

[…]

Caja sin llave, tapa o bisagras,
pero dentro un tesoro dorado guarda.

El hobbit.
J. R. R. Tolkien.
Anotado por Douglas A. Anderson.
2006. Barcelona: Minotauro.

jueves, 5 de noviembre de 2009

I Semana de la Literatura Fantástica (3)


Y tras haber llorado la muerte de Francisco Ayala (algo le tengo reservado por ahí…), Jose Luis López Vázquez y Claude Lévi-Strauss, y acabar hecho mixtos de tanto zarandeo laboral, hoy le llega el turno a Mr. Potter, Harry Potter… Algunos aprobarán esta elección mía para esta primera semana de la Literatura Fantástica, en cambio, otros, preferirían no haber tecleado la dirección de esta página para darse de bruces con un claro espécimen de paraliteratura… Pero bueno, como lo mío es intentar convencerles de las bondades de las letras, allá voy…
Más de una vez, los que leemos, nos encontramos con fenómenos de calibre incomprensible -véase el caso- pero, lejos de desecharlos por puro hedonismo, desprecio a la mediocridad o desconocimiento, debemos hacer un ligero esfuerzo por entender qué hay detrás de las ventas, de esos “otros lectores” (me refiero a esos paladares quizá atrofiados, quizá conformistas), aunque lectores al fin y al cabo.
No hay pocos aficionados que anhelan dar con el secreto que ha llevado a J. K. Rowling al estrellato (¡Pobres…!) y hacerse de oro vendiendo historias de magos prepúberes afectados de acné, cosa que me parece improbable, pero, por si quieren atender, les comento que un servidor, tan cachondo él, cree haberlo hallado…: pese a quien pese, no es más que unos ingredientes de éxito en el torbellino de una elegante batidora. Analicemos: Harry es un huérfano (léase también Oliver Twist, Peter Pan o Mogwli), diferente (¿Qué adolescente no se pirraría por ser diferente, por destacar?), cuyo bondadoso corazón es capaz de enfrentarse a la Maldad de Voldemort, asesino de sus progenitores (venganza, justicia y eterna lucha del bien contra el mal…). Si añadimos que Harry tiene un mentor y unos compañeros de aventuras (estudien las funciones de Propp) y enmarcamos la acción narrativa en un ambiente a caballo entre los cuentos de hadas clásicos, las mitología de todo tipo y la rabiosa actualidad (preste atención al deporte como elemento fundamental narrativo –“quidicht” y otros torneos-, el humor, la paridad entre hombres y mujeres, el acceso a la educación, la normalización social, la visibilidad homosexual, etc.), tenemos el mejor cóctel pseudoliterario que ha dado Inglaterra en mucho tiempo.
Para terminar, una última cuestión: ¿a quién no le gusta Harry Potter?

martes, 3 de noviembre de 2009

I Semana de la Literatura Fantástica (2)


Hoy no hay preámbulo que valga… tengo exámenes que corregir, cuestionarios que elaborar, copias que hacer, clases que impartir, niños a los que gritar, compañeros a los que marear, padres a los que lidiar y un sinfín de cosas más, propias de este curro que tengo (y me doy con un canto en los dientes porque otros no saben lo que es disfrutar de un trabajo). Si a esta enumeración le añadimos que la obra de hoy, los siete volúmenes que componen Las crónicas de Narnia es otro gran ejemplo del género de literatura que desgrano esta semana, no hay tiempo ni renglones para más tontunas.
Una apreciación: antes de leer parte (lo confieso) de la obra cumbre de C. S. Lewis, me decanté por otro librito suyo llamado La experiencia de leer. Evidentemente, una obra de crítica y opinión literaria nada tiene que ver con otra de ficción. Aun así pude entresacar ciertas ideas claves que, creo, gobiernan la narrativa de Lewis…
Escritor marcado en su niñez por acontecimientos tales como la temprana muerte de su madre o una rigurosa educación religiosa (no olvidemos su origen irlandés), Lewis desarrolla los volúmenes del mundo de Narnia mezclando, principalmente, las bases de las mitologías griega y romana, junto con elementos propios de la magia que destilan los cuentos de hadas, consiguiendo así seducir a un público más joven, incluso infantil, que el que sigue a Tolkien, compañero y contemporáneo suyo. Junto a esta primera diferencia entre ambos escritores, surge otra, a mi juicio más importante: Lewis, aunque no abandona la crítica social y los paralelismos entre su obra y la realidad de su tiempo, profundiza en la carga mística y simbólica de los acontecimientos y los personajes creados por él, quizá por ello el mundo de la crítica literaria haya sido algo duro con él, ya que su obra puede confundirse frecuentemente con una defensa a ultranza del cristianismo, religión que abrazó más fervientemente durante su última época (en este punto algunos se empeñan en establecer similitudes, que yo no entiendo, con Chesterton). Aparte de encasillamientos de todo tipo y que, aviso, no me gustan en absoluto, más que nada porque las ventas (y de paso los lectores) mandan aquí y C. S. Lewis, si se descuida, vende hasta el papel de fumar.
Si alguno está más interesado, que lea. Que lea El león, la bruja y el armario, que lea El príncipe Caspián: regreso a Narnia, que lea La travesía del viajero del alba, que lea La silla de plata, que lea El caballo y el muchacho, que lea El sobrino del mago y que lea La última batalla. Que lea todo esto, y si le sobra tiempo y quiere aprender más que también lea a Luis Daniel González, el experto en lo que a esta obra –y a otras- se refiere.

lunes, 2 de noviembre de 2009

I Semana de la Literatura Fantástica (1)


Mis lectores denotan con frecuencia un toque periodístico en mi narrativa. El aquí firmante disiente en parte de esta categorización… Reconozco que aunar actualidad y opinión en los renglones que redacto casi a diario puede acercarse (muy de lejos, claro) al trabajo de ciertos columnistas de cualquier rotativo, pero también he de añadir que, junto a esas críticas sociales o personales que a veces me permito, siempre realizo mi labor, la de sugerir lecturas, no dejando al libre albedrío de mi idiosincrasia las recomendaciones de los libros que devano día a día… De todos modos, es un consuelo decir que, joven e inexperimentado -como García Márquez-, todavía me queda mucho por aprender para estar a la altura de los consagrados articulistas que se permiten el lujo de destripar todo y a todos… Si fuera de esos, hoy me dejaría de pamplinas y les hablaría del botellón que trae de cabeza a mi vecindario, de las ridículas medidas que la alcaldesa a llegado a tomar para atajarlo, de la ruina en la que se ha convertido CCM, de los trajes de Camps, Garzón y demás egocéntricos, del esperado incremento en la venta de “la píldora del día después”, de la demolición del Hotel Atlántico de Cádiz o de lo harto que estoy del poco apoyo que recibimos los docentes…, pero como soy un intelectual mediocre y pretencioso (el/la que tenga algo que añadir que lo haga hoy o calle para siempre) me limitaré a comentar la obra cumbre de la llamada Literatura Fantástica, El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien.
Convertida en centro de gravedad de este género al que dedico las noticias de esta semana, El señor de los anillos marca un antes y un después, no sólo en la Literatura concebida como arte universal, sino concretamente en la literatura “joven” (permítanme esta licencia…). Leído de forma masiva desde la década de los 60 -los jipis lo tomaron como bandera- hasta nuestros días, es el libro que deja entrever que los mundos imaginarios, el misticismo y los personajes mitológicos que podíamos englobar dentro de la tradición oral, interesan sobre todo a un rango poblacional concreto, aquel comprendido entre los 15 y los 35 años de edad (estudio de campo cualitativo) y que podríamos llamar “transicional” –léase “juvenil”-. Tolkien, además de proveer de un grado de complejidad superior a las sagas y leyendas tradicionales del folklore escandinavo, las actualiza hasta su época a través de elementos de crítica política y social (¡éste sí que sabía fusionar literatura y actualidad!), lo que aporta originalidad a su obra. Decir también que son Tolkien y sus contemporáneos quienes establecen el punto de partida de un fenómeno literario destinado a atestar las baldas de las librerías –no sabría decirles el número de novelas fantásticas dirigidas al lector juvenil publicadas en España en lo que vamos de año, pero muchas, quizá demasiadas-.
Y así, con el sacrificio y la voluntad (Frodo), la leal amistad (Sam), la justicia (Aragorn), la dualidad del ser (Gandalf), la necesidad de los males humanos (Gollum), la transigencia entre diferentes (Legolas y Gimli), el discurso ecologista junto con el enfrentamiento a la revolución industrial (Barbol), el avance del capitalismo (El señor Oscuro y Gondor) y el poder de la guerra, les dejo hasta mañana.

viernes, 30 de octubre de 2009

Fábulas y confabulaciones


Astros, tarot, remolinos reposados de café, vísceras, poderes regios y otros signos adivinatorios están confabulados para que un servidor no tenga buenas expectativas sobre la vida. Aun así, sigo vivito y coleando, echándole buen humor y demasiadas esperanzas, que para eso vivimos dos días y uno de ellos trabajando… Así que, con estas confabulaciones del futuro y un brindis por la vida, les dejo con una fábula rimada de Félix María de Samaniego, autor que bien vale un tributo a las letras castellanas. Buen fin de semana.
*
Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña,
maldiciendo su mísero destino.
Al final cayó, y viéndose su suerte
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos y tres veces a la Muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto,
la Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de terror que de respeto,
trémulo le decía y balbuciente:
”Yo… señor… os llame desesperado;
Pero… -Acaba: ¿qué quieres desdichado?
-Que me cargues la leña solamente”.

Tenga paciencia quien se cree infelice;
que aun en la situación más lamentable
es la vida del hombre siempre amable:
el viejo de la leña nos lo dice.

Felix María de Samaniego
El viejo y la Muerte.
En: Fábulas morales.
1986. Madrid: Busma.
Ilustración: Gustavo Aimar

miércoles, 28 de octubre de 2009

¿Dónde están mis amigos?


A Pablo que, aunque buen amigo, visita poco este sitio.

Los hay que confiesan no tener amigo alguno. También están esos que dicen ser amigos de todo el mundo. Y yo, como buen madrileño de adopción que soy, me corresponde quedarme entre Pinto y Valdemoro… Desestimando a todos aquellos que se piensan que por un mero chiste, chascarrillo o caricia, son mis amigos, excuso decir que mis amigos se pueden contar con los dedos de un pie, en este caso el izquierdo, primero por ser zurdo y segundo por ser el del corazón. Habrán oído miles de veces una aseveración parecida pese a que, a posteriori, todos los que toman estas palabras por catecismo inviten a su boda hasta al bombero torero… Está claro que todos pecamos de incoherencia, pero en algunos está más agudizada que en otros… Si a esto añadimos que tenemos ciertos sentidos algo atrofiados, no me extraña que los bares, el Zara, las iglesias y otros antros de guardar, estén abarrotados de amigos. No hay que buscar culpables puesto que, si los hay, todos lo somos. La solución es más sencilla: dejar de buscar quien nos aguante y aguantar menos lo que no queremos aguantar, que para eso ya nos tenemos a nosotros mismos para aguantarnos. Vamos, que como biólogo vuestro que soy (menos mal que no soy Pepe Isbert ni alcalde…, ja, ja, ja), aborrezco tanto parasitismo y comensalismo humanos.
Y a modo de sugerencia: si no encuentran la solución para esas desavenencias entre usted y sus amigos, o viceversa, les recomiendo La telaraña de Carlota, de E. B. White (enhorabuena a la editorial Noguer por el trabajo de la última edición), una historia –llevada a la gran pantalla hace poco- donde se refleja nítidamente la verdadera amistad entre una araña y un cerdo… ¿Acaso tendremos que aprender de los animales? Respondo que sí. Y si me restan credibilidad, les invito a que busquen un pasaje casi al final del libro, también perdido en mi memoria, que me hizo vibrar por su sinceridad y porque es ahí, en esas sencillas palabras, donde viven los amigos.

martes, 27 de octubre de 2009

Hoy: padres


Si la semana pasada me dediqué a ensalzar la pulcritud de mi madre, esta semana es el turno de mi señor padre (pongo en su conocimiento que con ello no tengo intención de reseñar Mi papá de Anthony Browne…, uno tiene recursos para todo y prefiero guardarme ese título en la recámara ya que nadie sabe cuando tendré que usarlo como artillería pesada).
Por si no lo sabían, la publicidad, la televisión y lo políticamente correcto han intentado vendernos en los últimos años ese producto llamado “padre ejemplar”, hombres bien cuidados, sensibles, limpios y aseados, con dotes para la cocina, la costura y el planchado, padres comprensibles y dulces maridos a los que nada parece alterar. Aunque parece que es un “concepto” irreal, tengo constancia de que va afianzándose en la sociedad –digo lo que veo, aunque sea de vez en cuando-. Pero, ¡manténgase alertas!: todavía nos queda esa realidad del “padre clásico”, ese hombre parco en palabras con su familia y muy charlatán en otros círculos sociales, dueño y señor de un buen sillón que con el pulular por los canales televisivos ha ido horadando una horma que encaja a la perfección con su columna vertebral, más descuidado que el hombre de Neanderthal y muy poco dado a las manualidades caseras, véase pucheros, costureros y otro instrumental de difícil manejo… Tamaño desastre tenía que quedar recogido, no en un libro, sino en varios, y como muestra, hoy les invito a leer una novedad de la editorial Combel, firmada por André Bouchard y Quentin Blake -sobran las palabras…- y titulada Con la cabeza en otra parte, una jocosa historieta que arranca muchas sonrisas a base de un metafórico inicio que da pie a bastantes situaciones absurdas, todo ello para hacernos recapacitar sobre lo poco valorada que está la figura de los padres. Recomendada sin más.
Y ahora que lo pienso…¡Mi padre no es de esos..! ¿O quizá sí…? El caso es que es mi padre, y como sólo tengo uno, lo mejor que puedo hacer es quererlo

lunes, 26 de octubre de 2009

Sobre gustos y elecciones


Para Manuel, a quien apellido Hesse, esperando que sepa elegir...

Si de gustos hablamos, concretamente los de un servidor, podrían calificar de curioso lo que sucede con esta parte de mi persona –haciéndolo extensible a otros seres humanos, por supuesto-. 
Existimos individuos con un olfato especial para las exquisiteces, bien sean palatales o de otra índole y naturaleza. Allá donde haya algo realmente especial, estamos los selectos catadores, pululando como gallináceas ansiosas de meter el cuezo. 


Expertos seleccionadores de joyas, sean estas gastronómicas, humanas, textiles, sonoras, tecnológicas, cinematográficas y, cómo no, literarias, son necesarios en todos los ámbitos, incluso el amoroso. No crean que es tarea fácil seleccionar aquello con calidad y prescindir de lo corriente y vulgar…, que sobre el orbe terrestre hay basura a espuertas y son de agradecer unas hojas de melisa abriéndose camino entre millones de ortigas. 
¡Y ojo con equivocarse!: uno puede vestir a la última moda, creerse diferente, en definitiva, especial, y captar las miradas de atención del resto de transeúntes por lo vulgar del atuendo.


Eso es lo que le pasa a El pequeño rey de las flores, protagonista del ya clásico álbum de Kveta Pacovska que nunca viene mal recordar por estos lares monstruosos.


En él, Kveta nos cuenta un pequeño cuento de hadas en el que un príncipe que no levanta tres palmos del suelo se dedica a cultivar flores durante todo el día. Se siente solo y, un día, se da cuenta de lo que necesita: una princesa que le haga compañía. ¿La encontrará? 
Con esta pequeña idea argumental, Kveta se permite llenar todo de colores. Montones de tulipanes se hacen eco de un título que es bastante sugerente y recuerda a otras historias como la Pulgarcita de Andersen en el que un ser diminuto habita en armonía con esa naturaleza omnipresente que lo acoge y considera parte de ella. 
Por otro lado le permite hablar del amor, un amor puro y muy infantil donde los personajes comparten su tiempo y pequeños detalles. Un sentimiento al que Pacovska le imprime un minimalismo que nunca viene mal recordar en estos tiempos de abundancia y postureo.


Composiciones muy estudiadas, troqueles que anticipan elementos y juegan con la perspectiva y la profundidad, ventanas y juegos tipográficos a través de los cuales Pacovska capta nuestra atención y deja volar la imaginación son recursos técnicos que se han convertido en el santo y seña de su poderosa narrativa que recuerda a grandes artistas como Kandinsky o Miró.


Sobre las diferentes ediciones comentarles que mi favoritas son la primera (blanca, apaisada y con tipografía sutil) y la última (un formato más cuadrado y con una tipografía más grande). La que no me gusta nada es la que se hizo allá por 2014 (imagen que precede a este apartado) y que contaba con unas tapas en rojo. Aunque se intuye más alegre y atractiva para el consumidor, me resulta demasiado chocante y satura el posible contraste con el resto de la gama de colores de la imagen.
Para terminar, subrayarles que el trabajo más tedioso y, la mayoría de las veces, desagradecido que tiene el hombre desde su imprescindible libertad, es ELEGIR. Por lo que considérense afortunados si saben hacerlo, más si cabe respecto al amor.

viernes, 23 de octubre de 2009

Signos y palabras



Ya saben que me encanta caminar sobre las palabras día sí, día también, y no sólo sobre las del castellano, sino sobre las de otras lenguas, véase el inglés o el francés (aprovecho para quejarme con mucha razón sobre mi no ingreso en la escuela de idiomas de Albacete durante este curso escolar… ya sabemos que está muy solicitada pero observo cierta ligereza en sus “normas”, gracias a las que unos pueden ingresar y otros, que necesitamos la palabra como alimento, nos quedamos en puertas por cuestiones poco objetivas). Seguramente todos sabrán que cualquier lengua o idioma se compone de unidades básicas llamadas palabras (sé que los más puristas se decantarían por otros elementos: perdónenme de antemano), pero he descubierto una lengua preciosa que, pese a no estar fabricada de estos ladrillos, se basa en mostrar las formas y movimientos de ambas manos… También plagada de metáforas y símbolos, ¿alguien sería capaz de escribir una poesía en lengua de signos?

Han puesto una librería
con los libros muy baratos.

Un libro de viajes
por un viejo zapato.

Una novela interminable
por decir “buenas tardes”.

Un libro de versos
por un cabello del viento.

Un libro de magia
por una burbuja de agua.

Un libro de historia
por un calendario sin hojas.

¿Y un libro de recuerdos?
Sólo por guardar un secreto.

Juan Carlos Martín Ramos.
Libros baratos.
En: Canciones y palabras de otro cantar.
Ilustraciones de Rebeca Luciani.
2009. Zaragoza: Edelvives.
Imagen 1: Estudio de brazos y manos. Leonardo Da Vinci. 1474.

jueves, 22 de octubre de 2009

Niños que inventan, niños que dormitan


Cierto profesor universitario, refiriéndose a la hegemonía de los videojuegos entre la población infantil, juvenil, e incluso adulta, abogaba, con mucha gracia, todo sea dicho de paso, por la pérdida paulatina de las cualidades creativas en el ser humano y una hipertrofia de los pulgares de ambas manos. Lo primero se debía a que ya no se necesitaba imaginar, discurrir e inventar para pasarlo bien, y lo segundo venía del continuado uso que se les daba a estos dos dedos para manejar los mandos de las videoconsolas. Seguramente esto no sucederá jamás, pero por si acaso, hemos de permanecer alerta a los vicios de nuestros hijos y barajar la posibilidad de darles un saco de tierra y bastante agua para así dejar que amasen el barro de sus propios mundos. A pesar de la realidad, tengo comprobado empíricamente que, frente al automatismo casi robótico de los videojuegos, está la ilimitada creatividad del ser humano, capaz de interaccionar con otros como él o con el medio que los rodea. Y si no me creen, realicen este pequeño experimento para corroborar lo cierto de mis afirmaciones: despojen al niño de la pantalla del ordenador, enciérrenlo en una habitación en la que sólo haya una caja de ceras de colores y un par de cajas de cartón. Puede que al inicio, el conejillo de Indias se resista y quiera regresar a la aventura gráfica que le ofrecía la informática, pero tras un tiempo prudencial su mente despertará para guerrear contra el aburrimiento a base de los pocos recursos que tiene… ¿Y quién sabe? Incluso es capaz de construir un avión o un tren, como el protagonista del título de hoy, El pequeño inventor, impecable trabajo de ilustración de la mano de los coreanos Hyun Duk y Cho Mi-ae (Océano Travesía) que se podría definir como una historia cotidiana que hará recordar a muchos adultos los años pasados y puede que anime a bastantes escolares a enfrentarse a la desidia y lo plano del tiempo con ganas y una pizca de creatividad.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Lectores juveniles y caperuzas


A tenor de los razonamientos que recientemente Darabuc recogió en su página acerca del ya clásico Caperucita en Manhattan, obra de Carmen Martín Gaite, y el seguimiento que atentamente he hecho de la discusión creada en torno a dichas opiniones, me he visto en la obligación, primero, de leerme un libro al que tenía ganas desde hace tiempo y, segundo, seguir con el debate iniciado por Gonzalo.
Son muchos los que relacionan la “literatura de transición” (me he inventado este término para referirme a todos aquellos títulos que quedan entre la literatura infantil propiamente dicha y las lecturas del público adulto, de las que no hay pocas en las actuales líneas editoriales) con la “literatura juvenil”. Creo que, aunque esta recién bautizada “literatura de transición” recoja, indistintamente, elementos propios de las obras infantiles y aspectos que pertenecen más al mundo adulto, queda lejos establecer un símil entre esta mezcolanza literaria y las características psicológicas del lector adolescente por mucho que esta etapa del crecer humano sea llamada “de transición a la vida adulta”.
Conozco bastantes adolescentes que jamás se sentirían identificados con la historia de Sara Allen pese a que cierto simbolismo de la narración –me refiero a la defensa de la libertad o la ruptura con lo socialmente correcto- sean pilares sobre los que descansa esa idiosincrasia juvenil. El lector adolescente, aunque enfermo todavía de fantasía, magia y espejismos varios, también presentes en el título que aquí se desgrana, necesita más realismo, un realismo más visceral, no tan metafórico ni evocador, sino más árido e incluso violento. Sí, esta Caperucita de Gaite es subversiva, no cabe duda, pero también hemos de fijarnos en la inocencia que destapa, ese lastre del que desea desprenderse cualquier joven que replica a sus padres, profesores y/o amigos.
De todos modos, nada de lo anteriormente citado es excusa para desprestigiar un libro que encandila a los adultos (también puede que a los niños… si alguien se atreve a leérselo a pequeños lectores que por favor me comunique el resultado) a pesar de estar dirigido a jóvenes que algún día se harán mayores y, sólo entonces, descubran lo hermoso de esta historia.

martes, 20 de octubre de 2009

De pulcritud y limpieza


A mi madre.

No hay nada en el mundo que haga más feliz a una madre que una buena fregona. Producto de inmediata necesidad a la par que invento español, la fregona ha hecho mucho bien a la humanidad… y también daño. ¿Qué me dicen de esos ancianos que han visto romperse su cadera por un suelo recién fregado? ¿Y de todos esos niños que se han quedado ciegos por el intenso brillo de los azulejos encerados? Si por las madres fuera, habría que hacerle una estatua al amoniaco, a la lejía, al jabón Lagarto®, el limpiacristales y al Mistol®, elixires químicos de los que se podría extraer, en conjunto, la cura para todos los males que asolan la Tierra. ¿Y el estropajo? Desde los comienzos, léase romanos y griegos, el estropajo era material esencial en cualquier cocina. De esparto o fibra verde, ha sido muy útil para nuestro progreso…, para eliminar la suciedad de cualquier superficie lisa (menaje, mármol u hormigón), acabar con las manos en carne viva o para ablandar los callos. Pero digan lo que digan, el instrumento de tortura favorito de una madre bien curiosa es el trapo del polvo. Leyenda viva de pulcritud y dar por culo, esa camiseta roída, vestigio de pasado a olvidar o trozo cualquiera de algodón convertido en ruinas de tanto sacar lustre, es la peor penitencia que se le puede infligir a un ser humano, más si cabe cuando tienes un mueble enorme en el salón atestado de chiches.
Son tantos los aspectos negativos de los aparejos de limpieza casera, que hasta inspiraron a mi admirado Arnold Lobel (¡qué contenta se va a poner mi seguidora Miriam!) para crear su obra El cerdito -recientemente editada en castellano por Kalandraka-… ¡Porque no vean lo que sufrió el pobre marrano por culpa de una aspiradora y una mujer empeñada en dejar como los chorros del oro un acogedor lodazal!

lunes, 19 de octubre de 2009

Emparejados


Parejas, lo que se dice parejas, hay pocas. No es que sea demasiado exigente con las concordancias entre unos y otros, pero hay que ser un tanto drástico si de algo tan serio hablamos.
Una pareja de libro, además de establecer un afecto recíproco, si es menester, también ha de complementarse, véase el caso del negro y el blanco, la vida y la muerte, la tonadillera y el torero, Lauren y Hardy, Tip y Coll o Hernández y Fernández.
Hoy en día, con esto de la homogeneidad cerebral y la globalización, todos creemos que podemos hacer migas con cualquiera, pero cuando nos metemos en harina, salimos despavoridos ante tanta disonancia. Para casar al dedillo con alguien, además de poner ganas, tenemos que ser un poco más conformistas y aguerridos, que no todo el monte es orégano y mucho menos si nos limitamos a los bares (eso de buscar pareja en plena cogorza y a oscuras, siempre me ha parecido bastante cutre… ¡atrévanse a dar con su media naranja en una biblioteca!).
Pese a tanta complicación para encontrar quien nos aguante, les advierto de que la soltería no es tan negativa, más si cabe cuando, como si de una estrella del rock se tratase, te preparas una gira en solitario, vas de bolo en bolo propinando una buena monserga y si te he visto, no me acuerdo. En definitiva, que si no encuentran, dejen de buscar, eso sí, sin perder la esperanza. Puede que alguien dé con ustedes, como llave que encaja en apropiada cerradura y abre la puerta de muchos secretos.
Por todo ello, y deseando que se emparejen con quién les corresponda y comprenda, les dejo en esta mañana de octubre con El bastón azul / La caja azul, de Iwona Chmielewska (el nombre de la autora me dejó patidifuso) y editado por la editorial Océano Travesía, un álbum ilustrado simétrico -¿o debería decir dos?- que se interna en las tradiciones familiares, la imaginación infantil y las coincidencias. No se pierdan los guiños que, en sus páginas, se hacen al mundo del arte. Ya me dirán.

viernes, 16 de octubre de 2009

Sé todos los cuentos


Durante la tarde de ayer, en el centro donde presto servicios durante este curso escolar se celebró la típica recepción a los padres (debería llamarse “a las madres” ya que lo que más abunda es el género femenino… ¿Habrá alguna vez paridad en este país? Quítense la venda y dejen que la realidad les sacuda una buena bofetada).
Comparada con otras no fue aburrida hasta el extremo -observo que voy mejorando en estas lides-: expliqué los preceptos (perdónenme por usar semejante palabro, pero es el más idóneo) que rigen el instituto, las interesadas preguntaron sus dudas, asintieron en bloque a todo lo que les dije, sugirieron ciertos cambios, comentaron a porrillo y se fueron convencidas de los éxitos venideros de sus hijos e hijas… Después de semejante alarde de cordialidad, modales de copete y sucesivas reverencias, uno se va a casa, cena, se va a la cama y, previo al sueño, recuerda ese poema de León Felipe, sonríe y se siente orgulloso del poder de los cuentos.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos…
Que los gritos de angustia del hombre los entierran con cuentos…
Y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos…
Y sé todos los cuentos.

León Felipe.
Sé todos los cuentos.
En: Nueva antología rota.
1993. Madrid: Visor Libros.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Para los ilustradores


Uno de mis trucos a la hora de ganarme al alumnado es el del noble arte de la pintura... No es que Caravaggio se haya reencarnado en mi persona, pero manejo el lápiz (también la tiza) con cierta soltura, lo que me permite realizar dibujos de manera rápida y sencilla para acompañar la materia que imparto, y les aseguro que es de los pocos momentos en los que puedo mantenerlos en silencio. Lo curioso es que esto suceda con el solo movimiento de tu mano y no tenga nada que ver con propinarles un coscorrón. Sé lo que se siente mientras contemplas cómo trabaja un artista…, seguir las líneas del grafito sobre el papel, percibir cómo el pincel se empapa de la aguada, esos paréntesis en los que el autor contempla la obra y en los cuales el tiempo parece pararse, ver la obra terminada…. Todo niño, cualquier chaval que vigila el trabajo de un artista se mira en un espejo que le devuelve la imagen de sí mismo cuando no levantaba tres palmos del suelo y se dedicaba a emborronar cientos de folios con los más dispares colores. Pero el ilustrador no sólo es una imagen especular. No. Cualquiera que se atreva a ilustrar un texto tiene que ser consciente de que él mismo es la imaginación de otros, sus pensamientos, sus sensaciones. Por ello, el ilustrador de libros infantiles no debe ser más que un niño rebosante de imaginación cuyas creaciones plasmen la imaginación de otros iguales, otros niños Y, seguramente, de ahí, de ese mismo sitio es de donde procede esa admiración que el pequeño lector tiene hacia el ilustrador. Esa magia que coordina el trabajo de los unos con la imaginación de los otros.

N.B.: Hago saber a todos los ilustradores que visitan esta página, que tengo una pequeña pared que me gustaría llenar de detalles ilustrados, de trabajos ajenos, de presentes mínimos, de sus obras… a cambio de las palabras que les regalo a diario. Para ello sólo tienen que ponerse en contacto conmigo en la dirección de correo-e que aparece a la derecha de la página.

martes, 13 de octubre de 2009

Del progreso


Auténticos visionarios; así deberíamos llamar a muchos autores de un pasado no tan lejano que dejaron en sus escritos numerosas ideas y avances de los que en la actualidad disfrutamos como si hubieran existido siempre. Desde la televisión, el avión o los cohetes espaciales, pasando por los engendros robóticos y otras creaciones del aluminio y el acero inoxidable, la Literatura -no bien nombrada- de ciencia-ficción nos ha provisto de muchos vaticinios sobre todo aquello que iba a mejorar (o empeorar, todo sea dicho de paso) nuestras complejas vidas. Podría ser pretencioso tratar a escritores como Julio Verne, de profetas que predijeron el futuro de manera acertada, pero como uno es de naturaleza inquieta y registra las páginas de los libros con fruición y cierta parsimonia, afirmo que no sólo actuaron como meros observadores/descriptores de lo que nos viene, sino que integraron en sus obras discursos casi filosóficos que nos hacen recapacitar sobre lo ético del avance científico y tecnológico.
Hoy día, bajo esta tecnocracia que tanto nos venden los señores de los medios de comunicación (¿Será este el motivo por el que el “bienintencionado” y censor matrimonio Kirchner está poniendo “remedio” a la libertad de prensa argentina…?), somos muy pocos los que nos paramos a pensar en las bonanzas y perjuicios de este o aquel invento, ya que la mayor parte de la sociedad ni se inmuta ante los categóricos beneficios que proclaman Microsoft, Apple, Wolkswagen o General Motors sobre sus productos. ¿Habremos caído en la desidia?... Ante una respuesta convincente, me limitaré a ejercer de androide con grado de satisfacción 5.82, encenderé el televisor y el reproductor de DVD, disfrutaré con Blade Runner y, una vez que termine esta pieza maestra del séptimo arte, abriré Robbie y otros relatos de Isaac Asimov (editorial Vicens Vives) para decidir si merecemos perecer bajo los montones de chatarra con los que el progreso nos dilapida a diario.

viernes, 9 de octubre de 2009

Festejando


Y en las vísperas de la celebración de la Hispanidad (supongo que también se festejará la lengua española, casi el único nexo de unión entre nosotros...), los loores a la Pilarica, patrona y musa de las jotas de estilo del Bajo y Alto Aragón, las felicitaciones a las Pilares y el puente soleado que se avecina, les dejo con versos de fiesta de la mano de Rafael Alberti.

El ave-verde cantaba
-paralelepípedo
paralelepípedo
paralelepípedo-
El ave-verde cantaba
volando en un velocípedo

Paralelamente
la recta disparada por el puente

Los polígonos alborozados
copulaban al son de los triángulos

Y el vals de los cilindros
por el ruedo nevado de la circunferencia

Calado el cucurucho
voltereteaban los conos

El cubo
sumergía la fiesta en el semicírculo panzudo

Rafael Alberti.
Fiesta.
En: Poemas anteriores a Marinero en tierra,
Apéndice de Canciones del Alto Valle del Aniene
,
1972. Buenos Aires: Losada.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Caminos


Antes de comenzar con la perorata de hoy, les pongo sobre aviso de que un servidor, excepto esas ideas básicas -y casi medievales- que captaba durante las clases de “Religión católica” a las que me amarraban irremisiblemente en la escuela mientras ejercía mi derecho a la apostasía (tiene cojones que habiendo elegido la asignatura de “Ética” en la matrícula me tocase aguantar los principios del catolicismo), carece de educación religiosa (N.B.: Sí, lo subrayo: soy un personaje, lo que me granjea enemistades de todo tipo).
Aunque el dinero mueve montañas hemos de ser conscientes de que la fe, bien sea de infinita pureza, bien esté disfrazada de orgullo personal, superación, cariño, invisible amor o voluntad sin límites, también revuelve al Hombre. Fíjense en ese camino que algunos llaman “de Santiago” mientras otros optan por llamarlo a secas “el camino”. Ese camino que otrora se dibujó sobre las tierras del norte de España a base de fe, promesas y remordimientos, hoy sigue surcado de personas que buscan un encuentro consigo mismos o con quién-sea –que también vale para echar alguna canita al aire-.
¿Quién no percibe el giro de la órbita terrestre más rápido mientras su vida se torna más lenta e insustancial? Lo instantáneo de nuestra existencia es un mero devenir de deseos frustrados, de anhelos incapaces de sucederse y mentiras sobre nuestro yo que a nadie le interesan; buen puñado de justas razones para caminar y ser uno mismo sobre la suela del zapato, de ahí que los caminos estén cada vez más repletos de curiosos, buscones e infelices que, paso a paso, encuentran la sombra de sí mismos.
Y sin más dilación, les despido con la recomendación de hoy, Endrina y el secreto del peregrino, de Concha López Narváez, que recién reeditada (o eso me pareció ver en algún catalogo editorial), narra las correrías de un peculiar grupo de peregrinos capitaneados por las trenzas negras del vivaracho y montaraz personaje de Endrina, desde Navarra a Compostela.
Mención especial recibe -de mis partes- la persona que me lo recomendó (Rosa Gil, seguidora de este espacio), el ejercicio de estilo de la autora -impecable- y la edición anotada en la que he leído la obra (colección Austral Juvenil).

martes, 6 de octubre de 2009

¿Literatura plural?


El cada vez más decadente pluralismo cultural deja entrever de manera clara que existen creaciones más recomendables que otras. No es que haya regresado la censura tal y como era antaño, sino que mejor enmascarada y disfrazada de buenas intenciones.
No sé si estoy hasta la pituitaria del paternalismo de izquierdas que nos asola a los que abogamos por la libre elección, pero lo que sí tengo claro es que cada vez es más difícil dejarse sorprender por libros juveniles sobrecargados de buenas intenciones, ñoñerías de toda índole, mensajes políticamente correctos y consignas anti-belicicistas.
No está mal que propaguemos a los cuatro vientos el papel educativo-dogmático de la Literatura ni que nos sirvamos de éste para luchar contra el analfabetismo social que algunos sufrimos, pero me estoy hinchando de tanto discurso literario carente de realismo (que a este paso, muchos escritores van a usurpar sotanas y púlpitos a los señores del clero…).
Luego, pasa lo que pasa… Organizar un botellón a base de Literatura Juvenil actual y conseguir emborrachar a las jaurías de adolescentes que se apostillan en parques y jardines de todo el país, es más complicado que Carmen Lomana deje de ser pija y entre en desaceleración económica (¿alguién recuerda este término?).
Y sin ser muy drástico, les propino con una obrita muy legible, El salvaje, de Antoni García Llorca, flamante premio “Gran Angular”. Aunque no serán pocos los profesores que la recomendarán entre sus alumnos, y habrá bastantes que la convertirán en lectura obligatoria durante este curso, aviso (y no me tome el autor demasiada tirria) de que, pese a ese acercamiento al realismo mágico que hace su lenguaje -y que me ha gustado bastante-, muchos estamos hartos de argumentos tan manidos: fachas y republicanos, republicanos y fachas. ¿Acaso esta España no tiene más historia? Por lo visto no… Tendremos que esperar a otra guerra civil para que se suceda una revolución argumentativa en la Literatura Juvenil.

lunes, 5 de octubre de 2009

Cuestiones médicas...


Debido a un proceso febril de larga duración y bastante extraño, junto con otras afecciones, léanse dolores de cabeza o cansancio, me estoy viendo sometido a diversas exploraciones y pruebas por parte de varios matasanos. Quiero concluir este proceso pensando en que no es nada… Seguramente algún virus o bacteria con poca chicha se ha internado en mi organismo y anda sacando de madre a las células que lo configuran. Así que, oren por mí ya que soy un tanto hipocondríaco y sufro la espera de los resultados con algo más de angustia que el resto de los mortales, para que sea nada y siga disfrutando de la salud de hierro que me caracteriza desde que nací.
Pensarán que soy un niño más, atemorizado frente a la visión de una jeringuilla, un termómetro o un fonendoscopio, y, siéndoles sincero les diré que sí. Los médicos me dan pavor. ¿Y a quién no? Aquel osado que lo niegue, que dé un paso al frente, que ya me encargaré de bajarlo de la burra a base sufijos como “-oma” o “-itis” y otros palabros de dudosa procedencia.
Y escuchen, lo de ahora no es nada comparado con lo que sucedía en mi niñez, cuando, aterrorizado por todo aquel que vistiese una bata blanca, era capaz de levantarme en armas e iniciar una pequeña batalla por conservar mi integridad física. Ante el peligro, soy de fuerza indómita, tanto, que, para extrirparme las llamadas vulgarmente “vegetaciones”, hube de ser amarrado a una silla con correas y diversos aparejos de tortura puesto que estaba dispuesto a linchar a todo el que se atreviese a tocarme.
Y hablando de pavor ante los herederos de Hipócrates, no se me ha ocurrido mejor sugerencia literaria para hoy que el fantástico y Premio Bologna Ragazzi 1998, Ser quinto (Ernst Jandl y Norman Junge), un buen ejemplo de cómo el niño, frente a la puerta de una consulta médica, con miedo e inquietud, espera que llegue el momento en el que se le pueda infringir cierto daño. Lo mejor es cuando todo queda en agua de borrajas. ¡Y que vivan los médicos!

jueves, 1 de octubre de 2009

Animales en tres dimensiones


Durante la niñez, mi hermana -ya la conocen algo- era una miedosa. Y para más guasa, una miedosa masoquista (de esta tipología los/as pueden encontrar a doquier…). Ya podían emitir cualquier peliculaje con visos pseudo-gore y grito fácil, que allí estaba ella, plantada frente al televisor, sufriendo como una profesional. Lo peor venía después, con las sábanas, la imaginación y las pesadillas. ¡Y nos daba unas noches! A mi madre y a un servidor nos encantaba volverla loca con una especie de fichas sobre animales que teníamos. Todos eran animales peligrosísimos, de la peor calaña y escasa cortesía por la vida. De entre éstos, era la orca su favorito, mucho más que el guepardo o el tiburón. Era mostrarle su imagen y podía perforar los tímpanos de todos los vecinos del bloque.
Más tarde, durante mis años de estudios universitarios descubrí que hay seres vivos mucho más peligrosos que estos grandes depredadores, entre ellos los miles de artrópodos que te pueden proferir la muerte con una mera picadura o las neurotoxinas que fabrican algunos dinoflagelados… Pero para iniciar al niño en el saber de los peligros por los que puede verse acechado en plena naturaleza salvaje, nos puede bastar con un espectacular libro “pop-up” (ya saben, estos libros que a base de tecnología pueden hacer que el papel cobre vida) de Lucio y Meera Santoro, y editado en España por SM. Predadores es su título y no les cuento mucho más. Sólo un aviso: no lo dejen en las manos de los más pequeños… o quizá sí.