sábado, 9 de marzo de 2024

Serendipia poética


Es sábado y llueve afuera. Mientras tanto, una serendipia se abre camino en mi escritorio. Me colma de felicidad. A veces los libros son así. Geniales. Inesperados. Leo, leo y no me canso. Una suerte teniendo en cuenta que el mercado solo sabe ofrecernos productos banales y perecederos. Mucho compromiso y poca diversión. Me gustan las palabras, ver cómo juegan, cómo se retuercen. Menos intensas y más elásticas. Aire fresco es lo que necesito. Para eso te quiero, poesía.
Veintiocho creaciones que sobrevuelan la mesa mientras abro esa ventana que es este libro. No le está mal empleado el título. Que llegue pronto la primavera y, abierta de par en par, llene mi mundo del sabor de la brisa que borra todas las penas.

¿Y cómo sería
si por un día
fuera lógico…

que hubiera pingüirafas
con frac y largas gafas

y dos cocodrilantes
de trompas muy brillantes,

un trío de hipocruces
grandes, de pocas luces,

algunos dinogatos
comiendo de sus platos

y fueran visitantes
de un humanoológico?




Veo silencios que hablan
y no sé ni lo que dicen.
interpreto algunas pausas,
algunos andares libres.

Oigo que el verde anaranja
a pasos que ya no sigo
y, apoyado en la baranda,
mi andar se queda dormido.

Mientras se despierta un mundo
que leo largo y tendido,
espero a que alguien venga
antes que yo me haya ido.

Dani Espresate Romero.
En: Ventanas.
Ilustraciones de Marta Comín.
2024. Barcelona: A buen paso.


viernes, 8 de marzo de 2024

Llámalo "Dragon Ball" cuando quieras decir Akira Toriyama


El pasado 1 de marzo falleció Akira Toriyama de una hemorragia cerebral. Tras despedirlo en la más absoluta intimidad (una cosa muy japonesa), su familia hizo pública la noticia a través de su estudio, y el mundo entero se hizo eco de la tristeza. “Ha muerto el padre de Son Goku”, rezaban los titulares. Y no era para menos.
Aunque Akira Toriyama comenzó en el manga con Dr. Slump, una serie estructurada en 18 volúmenes que desarrolla las aventuras de un profesor un tanto pervertido y su androide Arale, no fue hasta la llegada de Dragon Ball, un manga de tipo shonen (algún día les introduciré en toda la terminología del cómic nipón) con tintes de otros géneros, cuando su trabajo trascendió internacionalmente.


Bola de dragón fue publicado originalmente en la revista Shōnen Jump, de la editorial japonesa Shūeisha, entre 1984 y 1995 en 42 volúmenes que incluían un total de 519 capítulos. En ellos se cuentan las aventuras de Goku (o Son Goku, como también se conoce), un guerrero con cola de mono y experto en artes marciales, que en su niñez se dedica a viajar a lomos de una nube en busca de siete esferas mágicas que tienen el poder de convocar a un dragón cuando están juntas y al que se le puede pedir un deseo. De este modo, enfrentarse a otros luchadores, salvar a la Tierra y la humanidad se convierte en su leitmotiv.
Conforme avanza la historia aparecen un sinfín de personajes que van enriqueciendo la trama. Crilin, Trunks, Yamcha, Bulma, Muten Roshi (o Maestro Tortuga, que me gusta más), Piccolo, Vegeta, Freezer o Célula son algunos de ellos. Por otra parte y teniendo en cuenta que la cosa se complica, la historia se divide en dos corpus de contenido. Por un lado tenemos Dragon Ball (volúmenes 1-16), que cuenta las aventuras de Goku durante su infancia, y por otro Dragon Ball Z (volúmenes 17-42), que se centra en la etapa adulta del héroe.


Si bien es cierto que este tipo de mangas tienen todos los ingredientes para convertirse en éxito entre niños y preadolescentes, hay que llamar la atención sobre el universo enriquecido de Goku y compañía, ya que esta historia no está sujeta a caprichos y libre albedrío, sino que fue meditada por su creador. En primer lugar el personaje se basa en el dios mono, un ser que comparten la cultura china y japonesa. En segundo lugar Toriyama se inspiró en la novela china Viaje al oeste, un clásico oriental donde un grupo de amigos que buscan unos pergaminos budistas. Si esto no fuera poco, también fundió el cine de Jackie Chan con el mundo de los videojuegos, concretamente Spartan X, para contruir un mundo nuevo e irresistible para cualquier niño.
El manga ha vendido en todo el mundo la friolera de 260 millones de copias y varias generaciones de chavales de finales de los 80 y todos los 90 han crecido con él. Si bien es cierto que en España y otros territorios occidentales, el éxito del manga estuvo precedido por la serie de anime, no cabe duda que el genio de Toriyama sigue intacto, pues fue él quien escribió el guión y asesoró a Toei en las dos primeras partes de la saga (no lo hizo con Dragon Ball GT o Dragon Ball Kai).


Pinceladas de la tradición nipona, el maniqueísmo y la contraposición del bien y el mal, las representaciones del mundo de los vivos y los muertos, escenarios reconocibles (por ejemplo Bali), androides por un tubo, ciencia ficción mezclada con misticismo asiático, algún detalle picantón y elementos humorísticos articulan esta obra que tanto ha influenciado a la cultura global.
Por citarles algunos de mis detalles favoritos me detendré en la animadversión de Goku a las agujas y la comida de hospital (graciosísimo ese punto) los medios de transporte que Bulma saca del bolsillo, la reproducción asexual de Piccolo (eso de que echara huevos por la boca me dejaba estupefacto), la inexplicable desaparición de Launch de la serie, o los seis puntos que Krilin tiene en la frente como resultado del incienso budista.
Podría pasarme horas y horas hablando de este manga, pero creo que lo mejor es que con este pequeño tributo a la figura de su creador y de paso a la obra, despierte su interés y se sumerjan en su mundo.


jueves, 7 de marzo de 2024

Los silencios en el álbum ilustrado


Duelo, enfado, desconcierto, situaciones fuera de lugar, mucha vergüenza o alegría desaforada. El silencio está presente en todas estas situaciones, y por tanto, se configura como una práctica necesaria e imprescindible para observar, internalizar y comprender el mundo. En ese sentido, el silencio está profundamente conectado con el ser humano, y por tanto, con todas las facetas de este.
Tampoco me negarán que el silencio es una dimensión muy complicada. Un fenómeno muy difícil de traducir, pues en él subyacen las palabras que no decimos, los pensamientos que somos incapaces de verbalizar o incluso la nada. Si a ello añadimos que de él pueden participar una, dos o más personas, todo es más complejo.


Es lo que sucede en el acto literario, que los lectores yuxtaponen nuevos silencios que contribuyen a esa multiplicidad discursiva que tanto nos gusta a los críticos. ¿Pero cómo es posible narrar el silencio en un medio lleno de palabras como el literario? Puntos suspensivos, punto y aparte, un nuevo capítulo o incluso la palabra “silencio”. La literatura tiene sus recursos para hacernos llegar un momento en el que no verbalizamos.
El silencio también participa de la narrativa en los libros infantiles. Y si hay unos silencios que me gusten sobremanera, son los que pertenecen a las llamadas narrativas gráficas, como el álbum o el cómic. En ellos, la interacción palabra/imagen crea significados más versátiles e intrincados, planteando nuevos desafíos para el silencio en historias secuenciales que se parecen mucho a lo cinematográfico.


En este contexto de la literatura multimodal, avistamos nuevos recursos narrativos donde la composición, el color, la forma, el tamaño, la luz, el espacio, en definitiva, la plasticidad, tiene mucho que aportar a ese diálogo entre libros y lectores, creando una atmósfera donde contextualizamos ese silencios que, de algún modo, adquiere un nuevo estatus.
No es lo mismo un silencio en penumbra que a plena luz del día. No es igual un silencio con el mar de fondo que dentro de un armario. Nada tiene que ver el silencio de una muchedumbre que el que se establece entre dos amantes. Si bien es cierto que el silencio en una producción verbal puede ser igualmente efectivo, en estos formatos se dibujan nuevos perfiles que constriñen o amplían la cosmovisión de autores y lectores, algo que siempre se agradece en historias con enjundia y calado.
Como este artículo no consiste en un tratado sobre el silencio, sino que solo pretende señalar un hecho evidente en muchos álbumes y al que deben prestar atención, aquí les traigo un ejemplo de álbum con silencios.


¿Te acuerdas? un libro del siempre silencioso y sorprendente Sydney Smith, se abre camino en las librerías gracias a la que se ha convertido en su editorial de cabecera, Libros del zorro rojo. El autor de libros como Un camino de flores, Sam, una sombra rebelde, Pueblo frente al marPerdido en la ciudad o Hablo como el río, se adentra esta vez en la conversación que un niño mantiene con su madre. Ambos están en la cama, dormitando. Ojos entreabiertos, respiración calmada. Hacen uso de esa frase tan manida que da título al libro y comienzan con el juego de los recuerdos. El niño los tiene grabados en la memoria. El día que su padre y él recogían vayan durante un picnic. Cuando el abuelo encendió la lámpara de aceite durante la tormenta o la bicicleta caída sobre el heno. Y en el ahora, ellos dos.


Diferentes planos se suceden para articular una historia mínima que ahonda en el pasado que se desdibuja, un presente nítido y un futuro desconocido. El paso del tiempo aflora entre dos escenarios diferentes, uno muy rural y otro más urbano. La acción es quieta y muy sugerente.


Los silencios aparecen desde el principio hasta el final del libro. Su portada es silenciosa y el protagonista nos mira de frente (¿Ven su boca cerrada?), como si se asomara tímidamente a la ventana. Escenas de luz escasa que a modo de fotogramas se suceden y crean una atmósfera tranquila, pero al mismo tiempo misteriosa (¿Dónde están el padre y el abuelo del protagonista? ¿Dónde se quedaron aquellos momentos?). También, los silencios nos llenan de suspense y crea espacios, huecos que el lector puede rellenar a su antojo, descifrar con su propia experiencia. Y así, de silencio en silencio, continua el cariño y la vida, que bien mirado, no es poco.

miércoles, 6 de marzo de 2024

Asesorados


Siempre he pensado que quienes nos gobiernan no viven en este mundo. Si lo hicieran, no dirían todas las sandeces que dicen. Y no es que piense que muchos no tienen ni dos dedos de frente, que también, solo creo que viven de espaldas a la sociedad. Ellos van a lo suyo. A los negocios turbios, sus cuitas de poder y llenarse los bolsillos. Y claro, así les pasa, que se olvidan de prestar atención a lo que ocurre a su alrededor. Con dedicarse a las soflamas y los entremeses, tienen bastante.
Menos mal que echan mano de asesores y consejeros, una buena corte de, llamémoslos, “expertos”, que además de atusarse la barba, cobrar del heraldo público y sacarles brillo a base de lengüetazos, se dedican a hacer el trabajo sucio y (se supone) transmitirles el sentir de la calle.


Lo peor de todo es que, incluso en la política ha cambiado. Si antiguamente los poderosos se rodeaban de hombres inteligentes, mucho más que ellos, hoy en día son más inútiles que quien manda. No es de extrañar teniendo en cuenta que es el refugio de gandules, vividores y arribistas, todo un clásico en una España que rebosa sanguijuelas e ignorantes.
Auguro que les queda poco, pues la inteligencia artificial, esa tan en boga en este tiempo de estulticia humana, les hará la competencia en breve e incluso la democracia quedará a merced de las máquinas (si es que todavía no lo está). Algo que por otro lado me alegra, porque además de superar el coeficiente intelectual de estos cantamañanas, nos hará prescindir de amnistías, mascarillas y horarios de cierre de los bares en el prime time televisivo.


Y hablando de servicios y cortesanos, la editorial Bindi Books acaba de reeditar El mensajero del rey de Jutta Bauer, pero esta vez con un título diferente al que llevaba en la edición de Lóguez y que no reseñé en su día, cosa que me dispongo a enmendar.
El viaje de Tiago, que así se llama este álbum, nos cuenta la historia de Tiago, el emisario personal del rey. Su majestad le pide que lleve un mensaje al rey vecino. Pero aunque Tiago es un tío rápido, a lo largo del camino se topa con un montón de vicisitudes que prolongan muchísimo este viaje. Una familia de ardillas, una niña que acaba de perder su balón, una madre agobiada, una vieja cabra y una marmota se cruzan en su camino. Pero lo peor de todo es que cuando llega a su destino se encuentra con ¡su propio rey! ¿Cómo terminará la cosa?


Cuando lo lean, se darán cuenta de que la autora alemana produce un discurso muy plural en el que caben muchas interpretaciones, que van desde la importancia de la libertad, el viaje como vía de conocimiento, o el clasismo, hasta lo inerte del hermetismo y lo necesario del aperturismo.


Sobre los aspectos técnicos, huelga decir que en esta nueva edición se apuesta por contarnos dos historias en una. Si en el cuerpo principal de la página suceden las correrías del protagonista a todo color, en la franja inferior de la página nos muestra la vida del monarca en blanco y negro. Mientras que los días del rey son bastante anodinos, Tiago disfruta de un sinfín de encuentros enriquecedores, una exposición muy interesante a la hora de yuxtaponer dos modus vivendi ante el lector.
Lo grito a los cuatro vientos: ¡Ojalá todos los gobernantes tuvieran como consejero a Tiago!

martes, 5 de marzo de 2024

Toda una vida


Últimamente ando bastante sensible a los cambios. No es que yo sea una persona a la que cualquier disloque saque de sus casillas, pues entiendo que a lo largo de la vida existen multitud de circunstancias con las que tarde o temprano nos toca bregar. Pero sí que creo que soy más consciente de que me aproximo a un término en el que lo negativo eclipsa a lo positivo. ¿Cosas de la edad?
Cuando era más joven, todo era alegría. Quizá por ese empoderamiento que ofrece la juventud. Estás lleno de energía, nada te amedrenta, te puedes comer el mundo. Una sensación que, conforme pasan los años, se va tornando menor. Esa fuerza existencial que te movía otrora, pierde fuelle. Ya no hay ligereza en tus pisadas y giras alrededor del sol con otra cadencia.


No es malo. Tampoco bueno. Simplemente llega otra etapa vital en la que empiezas a restar importancia a lo mundano, las necesidades banales y los caprichos evanescentes. Te conformas con terminar la semana, cumplir otro año e hincharte de cordero a la brasa. Un buen plan viendo cómo está el percal.
Se acaban muchos sueños porque tienes otras responsabilidades, ya no es momento de ciertas cosas, o bien porque ya no tienen sentido, o bien porque se han desdibujado. Hay limitaciones. Pero ¿qué más da? Hay otras. Diferentes, pero igualmente válidas. Solo toca cambiar la perspectiva para integrarlas en un nuevo contexto, que al fin y al cabo es de lo que trata el paso del tiempo.


Algo parecido debe sucederle a Granita, el personaje que da nombre al álbum de Magali Clavelet y acaba de traernos a España la editorial Petaletras. Todos sabemos que las manzanas sirven para comérselas. Crudas, en tarta, cubiertas de caramelo o en forma de mermelada. Aun así, ninguna manzana madura echa a correr para que no la atrapen. Un momento… No todas. Granita decide coger el petate e irse muy lejos. Viaja por un montón de lugares. Desde Nueva York hasta Japón. Granita tiene montones de experiencias. Pero el tiempo pasa y Granita empieza a echar de menos su hogar y decide regresar. ¿Habrá alguien allí? ¿Estará el manzano? ¿Y el resto de sus hermanas?


Con gran sencillez, esta historia se acerca al ciclo de la vida desde la perspectiva de una fruta. Sin embargo, la autora recorre hace hincapié en esos cambios de pensamiento que se producen en la protagonista. Cómo es capaz de conectarse con su presente y sus necesidades. Durante la juventud viaja y se empapa de montones de experiencias, en la madurez regresa a su lugar de origen para compartirlas, y en la vejez vive con la tranquilidad de que todo ha merecido la pena.
Una mezcla entre ficción y no ficción que, además de tener cierto aire a una guía de viajes, se adentra en el desarrollo vital de un individuo que podemos ser todos nosotros, y en nuestra mano está dejar que suceda o tomar otras múltiples alternativas.

miércoles, 28 de febrero de 2024

16 años de blog y una selección de álbumes sobre cumpleaños


Tal día como hoy hace dieciséis años, este blog empezó su andadura en la red. Parece que fue ayer cuando empecé a hablar de libros infantiles. Aun así, la cosa tiene truco… Si buscan en el historial, verán que el primer post se publicó el 22 de febrero del 2008. En realidad ese sería el no-cumpleaños de este espacio, pues si me siguen desde el principio, sabrán que en realidad esta bitácora comenzó un año antes, en 2007, concretamente el 28 de febrero, aunque alojada en otra dirección. Como tuve que migrar muchas de aquellas reseñas a este otro lugar durante el 2008 y el 2009 (casi 200 ese año), decidí hacer una mezcla de fechas y festejar el nacimiento de esta casa de monstruos el 28 de febrero del 2008, una fecha muy redonda.
Como todos los años les doy las gracias por seguir bicheando esta casa llena de monstruos literarios en la que todo está permitido, excepto no hablar de los libros para niños y jóvenes. A los seguidores que fueron, a los que siguen siendo y a los que serán. Si bien es cierto que no estamos en uno de los momentos más boyantes de la llamada LIJ, ni mucho menos de los blogs, yo siempre quiero pensar que algo estoy haciendo bien cuando mucha gente de este mundo, se sigue pasando por aquí de vez en cuando.


Probablemente un día, me dé una ventolera, lo cierre de golpe y porrazo, y me busque una nueva afición. Quizá cuando cumpla dieciocho años, alcance la mayoría de edad y pueda volar del nido. Pero hasta entonces, aquí me tienen dándoles la murga con muchos libros y pensamientos muy dispares.
Si otros años lo he celebrado con entrevistas a mis seguidores, tipos de lectores, consejos LIJeros, exposiciones ilustradas o autores fracasados, hoy le llega el turno a un buen puñado de libros sobre cumpleaños, una temática muy explotada, sobre todo en los álbumes comerciales y las series, pero en la que también encontramos muy buenas historias.


Desde Kate Greenaway hasta Maurice Sendak, son infinidad los autores que han hilvanado sus historias tomando como punto de partida una fiesta de este tipo. Inesperadas, disfrutonas, bochornosas o disparatadas. Cualquier es posible en el universo de la ficción. A bote pronto se me ocurren estas, pero seguro que voy añadiendo otras muchas que les pueden servir, no solo para regalar a sus seres queridos, sino para hablar de muchas otras cosas en las que familia, amigos y nosotros mismos tenemos mucho que decir.
Como siempre, añado tres estrellas a aquellas que me vuelven loco y les dejo que me apunten las que crean convenientes en los comentarios. No sin antes despedirme y mandarles un cálido abrazo por todos estos años leyendo juntos.



Nora Brech. ¿Quién quiere celebrar mi cumpleaños? Nórdica. 



Eric Carle. El mensaje secreto de cumpleaños. Kókinos. (***)



Michel Escoffier y Matthieu Maudet. Feliz cumpleaños, Caramelo. SM.



Astrid Lindgren e Ingrid Vang Nyman. Pippi celebra su cumpleaños. Kókinos.



Violeta Denou. Teo y su cumpleaños. Timun Mas.



Mikolaj Pasinski y Gosia Herba. No hay nadie en casa. Juventud. (***)



Benjamin Chaud. El peor cumpleaños de mi vida. Kókinos. (***)



Helen Oxenbury. La fiesta de cumpleaños. Juventud. (***)



Susanna Isern y Adolfo Serra. No me invitaron al cumpleaños. NubeOcho.



Rachel Piercey y Freya Hartas. El Gran Roble Viejo y la fiesta de cumpleaños. Lectio.



Anaïs Vaugelade. El cumpleaños del señor Guillermo. Corimbo. (***)



Nono Granero. Calzas, Pecas, Brinco y Chas. Cumpleaños. A fin de cuentos. 



Agnès Laroche y Stéphanie Augusseau. ¡Feliz cumpleaños! Tramuntana.



Colas Gutman y Marc Boutavant. Perro Apestoso ¡Feliz cumpleaños! Blackie Books.



Jung-Hee Spetter y Anke de Vries. ¡Feliz cumpleaños, Vivi! Fondo de Cultura Económica.



Albertine. Serafina. El cumpleaños. Libros del Zorro Rojo. (***)



Doris Meissne-Johannknecht y Melanie Kemmler. Un cumpleaños. Lóguez. (***)



Maurice Sendak. Chancho-Pancho. Kalandraka. (***)



Anthony Browne. ¿Qué tal si...? Fondo de Cultura Económica.



Beatrice Alemagna. El fabuloso desastre de Harold Snipperpot. HarperKids. (***)



Rafa Ordóñez y Rafa Antón. El cumpleaños de la mosca (y sus 3917 invitadas). La guarida.

martes, 27 de febrero de 2024

A veces veo...


A veces veo que la gente se cruza de acera para no saludarme. Otras veo que los compañeros murmuran a mis espaldas. Veo cómo me tachan de esto o de lo otro cuando ni siquiera me conocen. También veo el modo en que algunos tratan a sus hijos. Veo las tretas de los políticos para hincharse a billetes. Veo lo poco que les importa la gente, lo mucho que les interesa la guerra. Veo a los que no tienen amor propio y a los que tienen demasiado. Veo las drogas, la enfermedad, la miseria y la sinrazón. A veces veo tantas cosas que en realidad prefiero no ver nada.
A veces veo una pareja sentada en un banco. Otras, las ruinas de un pasado glorioso cubiertas de musgo. Un gesto que aguarda el tiempo. Veo a mi madre riéndose. A mi padre con sus excentricidades. A Ana y Antonio, a Antonio y Ana. El bullicio del parque cuando se acerca la primavera. El revuelo que nos divierte durante las noches de verano. Verbenas y pomadas. También hay cosas buenas de las que quiero impregnar mi mirada atenta.


Ver o no ver, he ahí el dilema. Cuantas más cosas buenas ves, más quieres seguir viendo. Cuantas más cosas malas ves, menos quieres ver. ¿Y si estás viendo algo bueno y de repente aparece lo malo? ¿Y si es al revés? En eso consiste la mirada, en arriesgarse a hacerlo. El mundo es una sorpresa y nunca sabemos lo que nos puede deparar la vida.


Y con estas visiones un tanto dialécticas, llegamos a la poética de ¡Elefante a la vista!, un álbum de Juan Arjona, ilustrado por Giovanni Collaneri y recién publicado por A buen paso.
Todo empieza hablando de los elefantes, de sus cosas buenas y sus cosas malas. Por ejemplo, estos paquidermos son incapaces de esconderse (demasiado grandes como para pasar desapercibidos) y nos acompañarán durante toda la lectura.


Acompañada de las imágenes coloristas que el ilustrador italiano ha dado forma y cuyo estilo recuerda bastante al trabajo de otros genios del rotulador como Andrea Antinori o Bernardo P. Carvalho, esta historia se acompaña de un extraño visor para elefantes que bien merece la pena guardar como oro en paño para disfrutar de todos los elefantes que nos ofrece nuestro alrededor.


Una aventura poética que invita a perdernos en sus páginas, buscar paquidermos en su geografía y empujar a nuestro subconsciente en esa búsqueda imaginativa que tanto cuesta alcanzar. Inspirador y humorístico, este libro sobre lo que es y lo que no, nace de una idea bastante alocada. Seguro que encuentran en él un gran aliado para dejarse llevar en ese tirabuzón arriesgado de la creatividad.