La
alternancia de calor y lluvia, además de traernos un ambiente de lo más
tropical (o, al menos, eso parece a juzgar por lo ligeros de ropa que acuden mis
alumnos a clase… ¡luego vendrán los resfriados!), altera toda la naturaleza que
nos rodea, empezando por nuestro sistema endocrino, continuando con los
molestos mosquitos (de algo tendrán que alimentarse…, ¡espero que no sea de mis
fluidos sanguíneos!) y terminando con el vuelo de los granos de polen -era raro…-.
No
sé cuánto durará esto, la verdad sea dicha, pero a tenor de la subida de las
temperaturas vaticino que no tardaremos en achicharrarnos, y no sólo durante
los meses venideros, sino durante las próximas décadas. Es lo que nos augura el
llamado cambio climático: parece que el tiempo atmosférico se ha vuelto loco de
unos años a esta parte y la inestabilidad es parte corriente de nuestro día a
día… En breve no tendremos estaciones y podrá hacer más frío en verano y calor
durante la Navidad (algo a lo que vamos acostumbrándonos poco a poco) que en pleno
estío; se esperan muchos trastornos, no sólo esos que se curan con ansiolíticos
y antidepresivos, sino otros en los que están implicados los huertos, los
árboles frutales (¿se imaginan un cerezo sin primavera?), las abejas, las
lluvias torrenciales y el deshielo de los glaciares. Vamos, un lío de cojones
que puede tener su base cíclica (N.B.: Si miramos hacia atrás, podemos
constatar las innumerables crisis climáticas que se han sucedido a lo largo de
la historia de nuestro planeta), pero también es cierto que los científicos no
descartan el empujoncito que el ser humano está dando al llamado calentamiento
global.
Glaciaciones
y extinciones masivas aparte, les aconsejo que se dejen de tanto gimnasio y
tantos rayos UVA, y empiecen a preocuparse por reducir los residuos y el uso
del coche, por reciclar en la medida de lo posible, también consumir lo
necesario (el despilfarro quizá sea la mayor causa de contaminación del mundo)
y llevar una vida sana y lo más natural posible. Puede que en unos años estemos
a unos cuantos grados bajo cero en el mes de agosto y nos será imposible lucir
palmito en la Costa Blanca (¡Cuánto sufrirán algunos “viceversos”!) o
hincharnos a espetos de sardinas (no olviden que los peces son de sangre fría
poco acostumbrados al caldo en el que se convertirían los mares y oceános) en
pleno febrero.
Para
ayudarles a concienciarse sobre los males que asolan a nuestra querida madre
Tierra, les traigo un nuevo libro de Satoe Tone que lleva por título El viaje de los pingüinos (Editorial SM).
Una insólita aventura en la que un grupo de pájaros bobos busca un nuevo lugar
donde asentarse. Una fábula con moraleja que pone en tela de juicio el papel que
está desempeñando la humanidad es esto
de hacer inhóspito el planeta. Esperemos que todo quede en mensajes
apocalípticos y agoreros…
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