Debido
a una serie de desventuras que tienen que ver más con mi faceta de amo de casa
que con otra cosa, me es grato empezar la semana con un poco de poesía (¡Que la
rima nos alegre este lunes, oiga usted!) a tenor de esta selección que ha
preparado el Club Kirico (empezamos otra vez con los "ranking", perdónennos) y en
la que se incluyen muchas de las propuestas que voy recogiendo en estos lares. De
entre estas, hoy me he decantado por reseñar uno de los libros del año en su
categoría (Mar Benegas, Olga Capdevila y Editorial A buen, mi enhorabuena) y que además nos deja jugar, inventar, descubrir, interactuar... ¡Los
lunes, para los protagonistas!
Lo
cierto es que, ignorando la campaña electoral y otros males que nos asolan, es
una buena forma de hacerles llegar algo de ritmo y melodía; dejarles sucumbir a
ese leve encantamiento escolar… ¿Qué tendrá la métrica infantil que siempre me
recuerda a mis años de colegial...?
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Quizá sea su dulzura…
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¡No, no! ¡La poesía para niños puede ser muy cruel, horrible, feroz!
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Quizá sea su brevedad….
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¡De eso nada! ¡Hay poemas interminables, soporíferos, mayúsculos, morrocotudos!
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Quizá sea su trivialidad…
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¡Tonterías! ¡Son mensajes profundos, hermosos, atemporales, canallas,
“espialidosos”!
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¡Ya está! Es porque la poesía nos hace soñar.
Y
no dije nada…
Salpica sus
sueños:
somnolientos
señuelos saltan
(son seiscientas
sardinas suaves
sosegando su
soñar),
sonríe.
Susurrante
suena:
sssshhhhh-shucu-shucu-shucu-shucu-shu.
Silba
suavemente, siseante:
shucu-shucu-shucu-shu
sssssshhhhhh.
Se sabe:
siempre se sueña
sintiendo su sinuoso
susurrar.
Mar Benegas.
En: Con el ojo de la i.
Ilustraciones de Olga Capdevila.
2015. Barcelona: A buen paso.
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