Me
da pena que llegue el día de mañana, entre otras cosas porque se acaba (de una
vez por todas) una campaña electoral de lo más divertida. Sé que muchos estarán
deseando ver las calles limpias de pancartas, carteles y “merchandising”
partidista, pero yo lo que echaré de menos será la guerra de insultos,
improperios y maldades que simpatizantes de unos políticos y otros, se regalan
en las redes sociales… Esta era mi primera campaña electoral en Facebook© y
Twitter© y me he reído de lo lindo mientras hacía mis consabidos estudios de
campo sobre la fauna que se alista en unas filas y otras. Pura ciencia, ya
saben... Me llama la atención cómo plebe de un lado y otro se embadurna de
tintes y simbologías para defender a sus nobles feudales dando muestra de que lo
de este terruño no tienen solución, y más que barroco, lo nuestro es medieval,
algo que se deja entrever en tanta lucha mediática, en el afán por alcanzar la gracia divina, tocar la salvación
eterna, merced a un buenismo que tiene más de coyuntural que de sincero.
Lo
del clientelismo ya me tiene un poco harto. Llamemos a las cosas por su nombre:
aquí, a lo que todos aspiramos es a trincar, mucho o poco (eso ya depende de lo
buenos que seamos o de lo que nos dejen), pero pillar algo, que para eso nos
pasamos la vida mendigando, lamiendo culos o trabajando (N.B.: cada cual que
elija lo que más le convenga). Que si yo me afilio a este partido porque la diputación
me va a publicar una antología de mi obra, que si yo defiendo a estos otros
porque me han prometido subvencionar una colección de libros en un dialecto que
no conoce ni Rita la cantaora; que sepas que si apoyamos a los de más allá en
su cruzada por el bilingüismo nos van a soltar la guita, y que aquellos otros
han prometido rebajarnos el precio del papel en un trescientos por cien si
metemos a su hija (que es ilustradora del montón) en plantilla… Sólo falta la
Iglesia pidiéndole a los cuentacuentos que abanderen la cruzada contra la
felación a cambio de incorporar sus narraciones en el sermón de los domingos
(¿Cómo no se les habrá ocurrido?).
Todos
queremos el poder. Mandar, gobernar, mangonear, manejar y decidir por otros es
lo que mejor se nos da. Y si no lo conseguimos, que nos dejen vivir, toda una
prioridad cuando medrar, ascender en la escala social, tintarnos el pelaje, pasar
del “papa” al “papá”, y del “Coviran© al Hipercor© sin hacer na’, es nuestro
leitmotiv… Y es que en este país se pasa mucha hambre…, por culpa de los fondos
de cohesión europeos, del PER, de las hipotecas basura, del dinero negro, de
los subsidios por desempleo, del calor veraniego, de nuestra educación
católica, de la envidia que nos corroe a unos y a otros, y de nuestra falta de
compromiso y congruencia. Así pasa, que todos estos reyezuelos y aristócratas que
se eligen a pie de urna y a golpe de talonario nos toman por el pito del sereno
y hacen lo que les viene en gana
mientras nos echan las sobras.
Así
que, durante la jornada de reflexión les dejo con “La” (sólo hay una) Marta
Altés (N.B.: Siento que te haya tocado, querida) y El rey de la casa (Editorial Blackie Little Books), para que den
buena cuenta de que, mientras haya listos con ganas de mandar y tontos que se
dejen engañar, estaremos henchidos…, unos de verdades y otros de mentiras.
Con
toda esta perorata (¡Ufff, necesitaba un desahogo!) sólo les pido: Déjense de
rollos, no me llenen más la bandeja de entrada de propaganda y hagan lo que les
salga del pijo, que ya meditaré durante la juerga del sábado a quién le corto
yo el pescuezo, con mi voto, por supuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario