sábado, 20 de enero de 2024

Nombres especiales


Fuensanta, Aurelio, Octavio, Eutiquia, Bienvenida, Desamparados, Cipriano, Procopia o Román son nombres en desuso (solo 344 personas estamos registradas en España con mi nombre). Nombres que, a pesar de contar con una larga tradición en nuestra lengua, cuesta oír en la vida cotidiana actual. Desbancados por nombres anglosajones u otros más cortos o modernos, están cayendo en el olvido por ser largos, potentes, sonoros o tener demasiado significado.
Conozco a más de uno que se ha cambiado el nombre. Acomplejados por las burlas infantiles, preguntas curiosas y males menores, han decidido atajar el problema acudiendo al registro civil. No es mi caso, pues siempre he convenido que de algún modo toca llamarse y me siento muy bien vestido con esa palabra que me asignó mi padre al nacer.


Si bien es cierto que quienes los ostentamos, también los sufrimos, creo que también nos hacen especiales, pues no necesitamos apodos ni motes. Seguimos siendo nosotros mismos aunque de vez en cuando nos los acorten. Todo el mundo nos reconoce y no hacen falta ni apellidos ni presentaciones. Y si no que se lo digan a los habitantes de Huerta del Rey, un pueblo de Burgos con los nombres más extraños del mundo en el que el cartero nunca se confunde de persona
Me encantaría que mi nombre siguiera perpetuándose, pero a falta de ganas, ya estoy yo aquí haciendo lo posible para que no caiga en el olvido (al menos dentro de nuestras fronteras, pues el mío es un nombre muy común en Francia, Centroeuropa, Rusia y las repúblicas exsoviéticas).


Precisamente de este fenómeno nos habla Crisantemo, el álbum de Kevin Henkes que acaba de recuperar para el mercado español la editorial EntreDos. Este librito archiconocido en el mundo anglosajón nos cuenta la historia de una ratoncita tan encantadora, que sus padres deciden propinarle un nombre igualmente encantador: Crisantemo. Ella se siente tremendamente orgullosa de su nombre. De leerlo en las cartas, los regalos navideños y la tarta de cumpleaños. Pero todo cambia cuando empieza el colegio y los compañeros se burlan de su origen floral y lo largo que es.


Con un detalle tan sencillo, el autor norteamericano desarrolla una fábula coral muy interesante sobre el amor propio y el acoso escolar en la que se entremezclan muchos puntos de vista. Niños, padres y maestros se ven envueltos en montones de emociones y pensamientos. Protección, dramatismo, optimismo, vergüenza, superación o ejemplo. Un sinfín de facetas sobre un tema por todos conocido e incluso sufrido.


Sobre los elementos técnicos hablar de un libro que, sin pretensiones y a pesar de los años (más de treinta velas en la tarta), utiliza recursos narrativos del cómic y detalles muy finos (¿Ven ese nombre que se sale de la viñeta? ¿Se han fijado en los títulos de los libros que lee el padre? ¿Las alusiones a Picasso? ¿El vestido de la profesora de música?). Colorista y muy humano, auguro que se van a hinchar de leerlo y regalarlo a niños con nombres especiales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bonito. Tu blog es un regalo. Disfruto mucho leyéndote. Gracias 😊 🩵