La navidad albaceteña se parece algo a la feria. Con abrigo
y sin redondeles no paras de toparte con gente (des)conocida (es lo que tiene
pasarse el día formando parte del mobiliario urbano…). Los unos están
totalmente acabaos, las otras han alcanzado el éxito allende los mares, y aquí
sigo yo, contemplando –y soportando- la pasarela.
No sé cuántas veces me han preguntado lo del Botox® y los
injertos capilares (Me reía, claro… De los aduladores líbreme el Señor que de
los envidiosos ya me libro yo), que si seguía aguantando niñatos (¡Y menos mal…!
Lo malo sería que tuviera que aguantarlos a ellos…) y que si todavía no me
había cansado de juergas (Hay gente que de tonta, ofende). Yo les dejaba que se
explayaran, a modo de buen terapeuta, y luego, sopesando su tez cetrina y la profundidad
de sus ojeras, hacía la pregunta estrella: “¿Y tus chiquillos, cómo los llevas?”
Empalidecían de inmediato y, con la lengua contenida, torcían el morro con un
gesto a camino entre la mueca y la sonrisa (que no falte).
Y es que el aquí maestro sabe de buena tinta lo que deparan
los hijos. Empezando con la teta y terminando por la graduación, los vástagos
dan muchismo’ quehacer. Que si no concilian el sueño, que si tienen terrores
nocturnos, que si se estriñen, que si no les gusta la fruta, se orinan sin
cesar, el chichón de la guardería, y sobre todo el “¡No te comas las uñas de
los pies!”. Ver a los padres saliendo de quicio es una delicia, más todavía
cuando terminan cediendo ante los chantajes de los mengajos (Aviso de que nos
acercamos inexorablemente a la situación de los primeros 2000, cuando la crisis
aún no había hecho aparición y los nenes se malcriaban solicos y
sobreprotegidos).
Menos mal que todavía hay gente como Isol (Isol Misenta para
los monstruos más duchos) que saben reírse de estas pequeñeces que minan la
paciencia de padres primerizos. Y es que Imposible,
su último título, editado por Fondo de Cultura Económica, es una parodia
inmejorable que relaciona los pormenores de la crianza con la ignorancia de los
progenitores. El argumento es bastante reconocible: una pareja anda harta de lo
mal que se lo hace pasar su bebé día y noche, piensan que lo mejor es echar
mano del esoterismo, y acuden a la consulta de una ¿hechicera? ¿pitonisa? para
solucionarlo.
Aunque el resultado es bastante desternillante, les confieso
que esta historia nos invita a pensar sobre muchas cosas serias que más de un
padre o madre se debería plantear después del embarazo (me encanta esta
conjunción).
¿Me escuchan, me sienten? ¡Un detalle inmejorable para todo
tipo de progenitores! Yo que tengo cerca a muchos, creo que voy a comprar un
capazo para adjuntarlos a la subsecuente tarjeta-regalo.
2 comentarios:
Buscaré este libro a ver si me gusta tanto como otros dos de esta autora que me parecen muy inteligentes e irónicos y también tratan sobre la convivencia familiar. Son El globo (¨un día se le cumplió un deseo y su mamá se convirtió en globo y dejó de gritar) y Secreto de familia
(una historia de un secreto por el que cada familia es diferente y única) sin explicaciones ni moralejas.
Muy interesante tu entrada y el libro también promete, de modo que yo también intentaré conseguirlo. Saludos
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