martes, 18 de febrero de 2025

Gastrificación o ¿el futuro de la comida?


En lo que a gastronomía se refiere, España ya no es lo que era. Desde que se han apoderado de nosotros las estrellas Michelín y los reality shows de cocina, todo se ha degradado. Si a eso unimos que bares y restaurantes han aprovechado la coyuntura para clavarnos de lo lindo por hacer lo mismo de siempre y adornarlo con cuatro gilipolleces, en este país no hay quien se coma un buen menú del día.
Caldo de patatas, guisado de costillas, lentejas estofadas, patatas a la riojana, unas fabes con chorizo u oreja, cocido con vuelcos y sin ellos, sopa de menudillos o de tomate, arroz con pollo, conejo, morralla y también con habichuelas, galianos o gazpacho andaluz, caldo gallego o salmorejo. Si lo piensan bien, los platos de toda la vida se elaboran con productos baratos y no tiene sentido que nos los estén vendiendo a precio de oro.


Y eso si es que saben hacerlos, porque empiezo a pensar que gran parte de la restauración de nuestro país empieza a entrar en esa categoría de la quinta gama, es decir, aquellos establecimientos que sirven comida precocinada y envasada al vacío, que solo hay que calentar y emplatar al gusto. Y si no, fíjense en la cantidad de carrilleras, estofados de rabo, pan bao, croquetas, gyozas, hummus o tartares de atún y salmón que abundan hoy en día en cualquier bar.
Son los platos de la llamada gastrificación, un fenómeno que además de acabar con la diversidad gastronómica de cada zona, ha provocado la industrialización de un sector en auge en nuestras latitudes y abaratado los costes de productos que casi nadie sabe lo que llevan. Nos venden el cuento de que es comida casera, pero de eso nada. Lleva los mismos azúcares añadidos, las mismas grasas saturadas, los mismos gelificantes y los mismos aditivos que la comida preparada que venden en el supermercado de turno.


Cada vez me horroriza más salir a comer por ahí. Si antes eran los caldos o los aceites, ahora todo lo que hay en el plato es una suerte de productos cuyo origen desconocemos y a los que nos vemos abocados por a) esta vida frenética y b) la ausencia de amas/os de casa que compren, cocinen y frieguen. Y espérense, que desde que las grandes corporaciones han entrado en el juego de la alimentación, en nada veremos como los productos naturales se ponen a precio de oro a base de controlar su producción y venta. ¡Ni siquiera podremos hacernos una coliflor hervida!
Por poner una nota de color en esto de llenar el buche, hoy les traigo un librito que me ha arrancado más de una carcajada. Una cucharada de ranas, con texto de Casey Lyall, ilustraciones de Vera Brosgol, es un álbum publicado por Corimbo hace unos meses que hace una crítica a los shows televisivos sobre cocina desde un punto de vista muy sugerente y divertido.


En esta historia, una hechicera se encuentra grabando un programa televisivo titulado Cocina de brujas. En su nueva entrega quiere enseñar a los televidentes como hacer la nutritiva sopa de ranas, un plato imprescindible en la mesa de cualquier bruja. Con mucho desparpajo, va mostrando cómo es la receta. Ajo por aquí, patatas por allá, un poco de extracto de mosca y el ingrediente estrella: una cucharada de ranas. Pero algo con lo que no cuenta la presentadora es con los saltos que pegan estos batracios. Por más que lo intenta, siempre consiguen escapar de su alcance, cosa que hará de echar unas cuantas ranas en el caldero, una misión imposible. ¿Lo conseguirá?


Con una estética muy cinematográfica en la que abundan diferentes tipos de planos, ambientada en esos programas estadounidenses de los años 60 y 70, esta pequeña comedia encandila a todo el mundo con su estructura narrativa en forma de sketch repetitivo donde el humor blanco es más que suficiente. De paso, pone en tela de juicio las supuestas malas artes de este personaje tan manido de la LIJ más oscura, algo a tener en cuenta dada la inutilidad de la protagonista para coger cuatro ranas. Como colofón, tienen el final, uno que les dejo descubrir por ustedes mismos, cosa que me agradecerán.

viernes, 14 de febrero de 2025

¡Feliz y moderno San Valentín!


Hoy es San Valentín y mis efebos de la ESO están como locos. Nada como celebrar el amor para que sus hormonas se revolucionen un poco más. Se regalan abrazos, caricias, carantoñas y cucamonas. Incluso he visto un par de rosas por los pasillos y alguna que otra mano cogida.
Si bien es cierto que los teenagers siguen desbordándose de cariño por todos los poros de su piel, también hay que decir que, últimamente, veo pocas muestras de cariño en público. En mi época no quedaba ni un rincón vacío para darse el lote, eran frecuentes las disputas entre esta y aquella por algún machirulo repeinado y, tanto las declaraciones de amor, como las rupturas sentimentales estaban a la orden del día.


Quizá sea mi percepción, pues ahora me hallo al otro lado y estoy poco informado de las cuitas entre adolescentes, pero sí que oigo comentarios que parecen ser sacados de salseos vespertinos, night shows o terapias amorosas. Cuestiones como el poliamor, el ghosting, el love bombing o cushioning se abren camino en las aulas de la generación alfa (así se le llama a esta panda de ofendidos urbanitas que viven en la abundancia).
A pesar de estos, esperemos que el amor siga abriéndose camino en nuestras vidas como ese puro sentimiento en el que florece la oxitocina, nos refugiamos durante las tormentas individuales y colectivas y nos arrebata el sentido como fuente de dramas, guerras y fantasías.


Para celebrarlo, hoy les traigo dos libritos muy agradables para que regalen a sus seres queridos (que siempre hace bien un poquito de letra impresa). El primero en discordia es Alguien te quiere, Sr. Cascarón, un álbum de Eileen Spinelli y Paul Yalowitz publicado el día de hoy (¡Sí! ¡La editorial catalana ha decidido festejarlo así!).


El señor Cascarón ha recibido un paquete inesperado. Cuando lo abre, descubre una caja enorme con forma de corazón llena de bombones. Sorprendido e ilusionado, este hombre comienza a hacerse cábalas de quién podrá ser la persona que se los ha enviado. ¡Por fin alguien le pretende y él da palmas con las orejas! Está tan feliz que pasa de ser la persona más desconocida del vecindario a toda una celebrity. Derrocha amabilidad y simpatía por todos los poros de su piel y ayuda a cualquiera que lo necesite. El señor Cascarón está lleno de amor. Pero como las historias no pueden ser tan bonitas, unos días más tarde el cartero regresa para decirle que hubo un error y que ese regalo no iba a dirigido a él. Entonces…


El segundo título de hoy es El libro del amor, un álbum de Vita Murrow y Annelies Draws que acaba de publicar la editorial Tutifruti para ir agrandando una colección que empezó con El libro del año y El libro de las palabras importantes.


Con sus más de doscientas páginas, este libro es un canto al amor en más de cien idiomas. Love, uhibbuka, soyayya, lerato, liebe o agape, son algunas de las palabras (o expresiones, que también las hay) que sirven para referirse a este sentimiento universal en inglés, árabe, griego o hausa. Al tiempo, en cada doble página, las autoras aprovechan para contarnos cuestiones y costumbres de los lugares en los que se habla esa lengua u otras palabras igualmente curiosas. De este modo, el lector descubre la diversidad que puebla el globo, fantasea con acercarse a esos lugares y disfruta de lo desconocido.

lunes, 10 de febrero de 2025

¿Referentes infantiles o estrategias comerciales?


Tras un fin de semana en la cuna de la Literatura Infantil, regreso a este espacio con muchas ganas de desgranar un fenómeno muy típico en el ámbito de los libros para niños: la transformación que sufren ciertas colecciones cuando el capitalismo entra en su juego más draconiano. Esto es lo que ha sucedido con Pequeña & Grande, la serie de biografías ilustradas que ha conquistado las librerías de todo el globo.
A cargo de María Isabel Sánchez Vegara y una montonera de ilustradores, estos libritos a todo color que se centran en la infancia de algunos personajes clave de Occidente, se ha sumido en las corrientes más comerciales. No es algo reciente, pues como en muchos otros ámbitos, supuestamente culturales (véase la industria cinematográfica), hace muchos títulos que se decantó por el reduccionismo de los acontecimientos históricos, cuotas y visibilidades. Lo que sí que no me esperaba era ver a Beyoncé, Taylor Swift o Lewis Hamilton entre los elegidos.


Que dos cantantes de pop y un piloto de Fórmula 1 sean los ejemplos a seguir de toda una generación de niños que no tenían bastante con prescindir de referentes cercanos, es mucha tela (luego nos quejamos de que todos quieren ser futbolistas o youtubers…). Lo peor de todo es que, además de esa dulcificación tan manida en este tipo de álbumes informativos (me gustaría a mí saber las triquiñuelas que han posibilitado a estos tres hincharse de billetes), también se aferran a la psicología positiva (¡Otros más!) para enmascarar la cruda realidad y vendernos las mieles de unos businesses muy, pero que muy peliagudos.


Si bien es cierto que muchos especialistas en psicología infantil y evolutiva defienden las bonanzas de este tipo de figuras entre la población infantil, también debemos valorar en qué tipo de modelo vital se incluyen. Guapos, ricos y famosos, ¿es esa la vida que queremos? ¿Está al alcance de todos? Mientras buscan sus propias respuestas, yo echo mano del cajón de frustraciones que niños de otras épocas han atesorado gracias a otros altavoces de la idealización. Sí, queridos monstruos, el modelo se repite.


Sabemos que estos referentes son puro éxito y nada tienen que ver con juguetes rotos como Michael Jackson, Britney Spears o River Phoenix, pero también sabemos que ahondan en algo todavía más truculento, pues no solo se adscriben a la esfera infantojuvenil, sino que se abren a un público de masas mucho más adulto que gusta de consumir estos productos en aras de momentos compartidos entre padres e hijos (lo emotivo, ante todo), algo que apoya una vez más mi teoría sobre la desinfantilización de la infancia en el ámbito de la llamada LIJ.
Y así, mientras el universo adulto vive adormecido y deja en manos de las instituciones o la industria la educación de los críos, el mercado se encarga de inocular ese germen que prostituye la esencia del ideario colectivo y ahonda en cuestiones muy complejas gracias a productos que aúnan el mainstream y lo paraliterario con tal de hacer caja.


Lo más curioso de todo este tinglado es que, evidencias como esta no susciten un debate profesional en torno a la realidad editorial por culpa del buenismo que exhiben. Como supondrán, los muchos y buenos lavados de cara que se dan a costa de negros, asiáticos, figuras femeninas y el mundo queer, no son casuales, pues si bien es cierto que venden a golpe de compromiso social y tokenismo cultural, blanquean las intenciones de las multinacionales ante una clientela que luce puños y rosas en las solapas. Paradojas de la vida moderna…


¿Y los autores? Probablemente, muchos se posicionen del lado del “todo vale”. Bien sea para leer, bien sea para subsistir, no les falta razón, más todavía si tenemos en cuenta cómo está el patio de los libros infantiles. No obstante, sigo creyendo que hay muchas formas de ganarse la vida, sobre todo cuando estas comprometen la idiosincrasia personal y las expectativas colectivas.
¿Que es un debate moral? No lo discuto. ¿Que podemos opinar? Para eso estamos. Lo único que espero es no encontrarme en un aeropuerto nuevos títulos de esta serie dedicados a Donald Trump, Cristiano Ronaldo, Elon Musk, Cicciolina, Kim Kardashian o Nicolás Maduro, todos ellos hombres y mujeres hechos a sí mismos. Y si es así, que Dios nos pille confesados…

jueves, 6 de febrero de 2025

Extrañamente humano


Con el parón invernal del mercado de novedades, tengo un ligero paréntesis para reseñar joyas que, por cuestiones del guion, todavía no había incluido en mi bitácora personal. Es el caso de Zorro, un álbum maravilloso de Margaret Wild y Ron Brooks (editorial Ekaré) que pide a gritos una lectura pormenorizada.
Si bien es cierto que el tándem de autores nos ha regalado títulos extraordinarios como Nana vieja, el libro ante el que nos encontramos se construye sobre una idiosincrasia muy particular en la que texto e ilustraciones danzan especialmente acompasadas y generan un discurso muy estimulante.


El libro nos cuenta la historia de Perro y Urraca, dos animales que por diversas circunstancias entablan una amistad. Perro ha perdido un ojo y Urraca no puede volar a consecuencia del incendio que chamuscó su ala. Urraca es los ojos de Perro. Perro es las alas de Urraca. Ellos viven conformes y esperanzados en mitad de su bosque calcinado, cuando entra en juego Zorro, un animal solitario que, rebosante de indiferencia y envidia, ve en ellos, casi obsesionado, lo que nunca tendrá. Es por ello que, jugando con las palabras, convence a Urraca para hacerla volar sobre su lomo. Pero como todo en la vida, Urraca deberá pagar el precio de hacer realidad su sueño…


Si bien es cierto que el texto y las ilustraciones se articulan poderosamente y generan significados emergentes muy complejos, podemos hablar de ambos de manera aislada.
Analicemos el texto… La prosa poética de Wild no solo tiene fuerza y sensibilidad, sino que a la vez es sencilla, prescinde de barroquismos y se asoma a la infancia desde una posición igualitaria y equidistante. Honesta y directa, se arroja sobre los lectores sin tapujos, más si cabe cuando nos percatamos de la universalidad de las emociones que se barajan en él. La inocencia, el amor, la envidia, el deseo, la crueldad, la esperanza… Son tantos los temas de los que podemos hablar con su lectura, que no me extraña nada que mediadores como Felipe Munita lo coloquen en una posición privilegiada como texto individual y/o colectivo.


Algunos estudiosos de la semiótica han apuntado que, independientemente de su intencionalidad, este relato contiene elementos y arquetipos (recuerden las funciones de Propp) que, con frecuencia, se pueden encontrar en los cuentos tradicionales. Dos compañeros (Perro y Urraca) unidos por una circunstancia trágica (un incendio devastador), se embarcan en un viaje que se ve interrumpido por un encuentro con un extraño (Zorro) que pone a prueba tres veces (numerología literaria) a uno de ellos (Zorro tienta a Urraca).
Si bien es cierto que recuerda a las fábulas, Wild enriquece esta historia con un final abierto que se desliga de moralejas y enseñanzas enlatadas para ofrecer al lector una vuelta de tuerca en la que reflejarse y encontrar una habitación propia en la que reflexionar.


Sobre las ilustraciones de Brooks podemos decir otras tantas cosas. Empezamos con unas tapas que, totalmente abiertas, dibujan la figura de zorro, un personaje de mirada misteriosa que nos invita a adentrarnos en este libro de tapa blanda (todo un acierto). 
Sobre la técnica utilizada, Brooks se desliga de la plumilla y las aguadas de color que suele usar, para desarrollar unas imágenes más pictóricas donde las texturas del óleo, la pintura acrílica, el rayado, el uso del cepillo, los garabatos y las transparencias llenan todo de gran expresividad. Si a eso unimos el negro, el ocre y el rojo como colores vehiculares, cada doble página es una estampa de esa Australia donde los incendios y el desierto dibujan el paisaje.


Aunque la edición en castellano está muy lograda, debo llamar la atención sobre la tipografía de la edición original, ya que Brooks escribió el texto a mano, concretamente con su mano izquierda (él es diestro) para que se acercase a esa letra infantil temblorosa y de proporciones inestables que a veces resulta difícil de leer. En alguna entrevista ha explicado que tomó esa decisión para que los lectores invirtieran más tiempo en leerlo y se detuviesen así en “la incomodidad, la confusión y el dolor” gracias a un texto lleno de sutilezas (por ejemplo, Wild utiliza el presente en vez del habitual pasado). Del mismo modo, el texto también forma parte de la composición de cada página, pues va cambiando de ubicación y sentido.


Como punto y final a esta reseña debo llamar la atención sobre la humanidad que destilan unos personajes extrañamente poliédricos. Nadie puede decir que las acciones de Zorro estén llenas de crueldad, pues el vacío inexpresivo que llena sus ojos también denota mucho sufrimiento. Tampoco podemos decir que Urraca sea una pobre inocente, pues ha traicionado a Perro para hacer realidad sus deseos. A pesar de un talante vivaracho, es frágil y desgraciada. Quizá Perro sea el más ingenuo y afable, algo que se percibe en ese aullido de dolor y desconsuelo que alienta a Urraca en su desesperada búsqueda de lo perdido...

jueves, 30 de enero de 2025

¿Violencia o no violencia? That is the question


Hoy es el Día escolar de la paz y la no violencia, una jornada que, si bien parece un invento de la ONU (ya saben que son especialistas en los “días de”), lo cierto es que lleva celebrándose en los centros españoles desde 1964 (se dice pronto). En los inicios, nada tenía que ver con todas esas celebraciones gubernamentales que les gustan a los políticos salvadores, ya que fue fundado por poeta y pacifista mallorquín Llorenç Vidal, en el que se apostaba por el pacifismo dentro de las aulas, al paso que se conmemoraba la muerte de Mahatma Gandhi.
Si bien es cierto que la gran mayoría de los docentes se brindan a realizar todo tipo de actividades durante esta semana, es curioso como muy pocos nos planteamos el debate de la violencia en la escuela desde una perspectiva más reflexiva. A veces no viene mal ir contracorriente y darle una vuelta de tuerca a todas esas tendencias que asumidas desde la base, se internan en paradojas muy draconianas.


Por ejemplo, fijémonos en los libros infantiles. Los expertos llevan diciéndonos montones de años que los mejores libros para críos son aquellos llenos de subversión, esos en los que los protagonistas se pasan por el forro las normas de comportamiento instauradas por los adultos y hacen de su capa un sayo, los mismos donde abundan conflictos, peleas y todo tipo de trastadas. ¿Acaso no es un prisma bastante violento?
Lo mismo pasa con la escuela. Si nos centramos en sus orígenes griegos, lo académico se basaba en dos pilares, el físico y el intelectual, una dicotomía que se mantiene hasta nuestros días a pesar de la diversificación de lo segundo. Y ni siquiera, pues como bien saben, las clases extraescolares se fundamentan en lo gimnástico. Fútbol, baloncesto, voleibol, gimnasia rítmica o waterpolo continúan siendo importantes aunque la educación reglada. Y ahora pregunto yo: ¿qué deporte es no violento?
Sigamos buscando el significado de violencia y veamos que tiene multitud de acepciones. No solo se refiere a la brutalidad en el uso de la fuerza física, sino que también se habla del poder, de su imposición y su uso efectivo, de impetuosidad. No se equivoquen, la mayor parte de los deportes, incluso los juegos de mesa o el ajedrez, son violentos per se.
Con esto quiero decir que nuestra naturaleza es violenta. Hay violencia en la autoridad materna, en los mítines políticos, en las rebajas o en las revoluciones. La violencia nos acompaña de una forma u otra en los ámbitos diarios, incluso en la escuela. Por ello, en vez de demonizarla, quizá lo más interesante sería contextualizarla y subjetivarla con las herramientas que nos provee la razón.


Como eso es bastante difícil y cuesta encontrar ejemplos, hoy les traigo Tira y afloja, un álbum de Ilan Brehman y Guilherme Karsten publicado recientemente por Bira Biro y que ha pasado un poco de puntillas por las librerías. Además de presentarnos una historia conflictiva que ya he incluido en esta selección sobre libros bélicos, es capaz de relativizar su significando echando mano de la risa y la comedia de situación.
Todo empieza cuando dos perros y sus respectivos amos se encuentran en mitad de la calle con una ristra de chorizos. Evidentemente, los canes, que nada tienen de razonable, se lanzan sobre el embutido y comienzan la pugna por él. Como no hay ganador, poco a poco se van sumando más personajes que ayudan a cada una de las partes a estirazar del premio y lo que, en principio, era una mera disputa gastronómica se convierte en una batalla campal. ¿Quién logrará poner freno a semejante despropósito?


Mientras lo averiguan, les diré que este álbum con mucho sketch es una delicia para descubrir personajes antagónicos sacados de los cuentos tradicionales, los clásicos, el mundo del circo, el fútbol o la religión. Un elenco muy variopinto que enfrentados sin razón aparente, terminan en el suelo por culpa de dos animales que solo entienden de instintos. Una fábula muy cómica en la que caben muchas miradas, como la de Benjamin Franklin, cuyas palabras ponen el colofón a un libro apto para cualquiera.

lunes, 27 de enero de 2025

Vejez y dignidad


Ser viejo es una lata. Y si no, que se lo digan a nuestro continente. Quien no sepa que Europa es un museo, ya puede ir haciéndose a la idea. Con su larga historia, sus ciudades monumentales, sus democracias centenarias, su estado del bienestar y sus tradiciones, dudo que sea capaz de subsistir al siglo XXI como siga con la marcha que lleva.
En un panorama capitalista y liberal, los burócratas de la Unión siguen aferrados a unas ideas inmovilistas y obsoletas que poco tienen que hacer contra China, Estados Unidos o Canadá, las llamadas potencias mundiales. Por muy especiales que nos creamos, hasta la Intemerata se ríe de nosotros y exprime los cuatro duros que quedan en los bancos alemanes.
Según los últimos informes, Europa tiene un gran capital intelectual, un montón de start-ups que se esfuman de nuestro entorno cuando todos esos países que aspiran a controlar el mundo se encaprichan de ellas. Condenada a ser un parque temático en el que el turismo campe a sus anchas, vive a expensas de otros y su caridad.


Lo peor de todo es que todavía estamos a tiempo de reaccionar. Apuntarnos a gimnasia de mantenimiento, hacer valer nuestra experiencia, ponernos al día. Digitalización, inversiones, planes de modernización, diversificar amistades, fijarnos en otros más lozanos. Se trata de subsistir con dignidad, que apoltronarse en el sofá está contraindicado para la supervivencia.
Dejémonos de disputas ajenas, los prejuicios y demás vainas que no nos atañen. No hay tanta diferencia entre jóvenes y ancianos. No hay cosa peor que dejarse subestimar. Y si todavía no se han dado cuenta, aquí les dejo un título que les iluminará.


¿Es muy diferente ser viejo?, escrito por Bettina Obrecht, ilustrado por Julie Völk y publicado por Lóguez hace unos meses, hace una comparativa muy ejemplificadora entre los pormenores de la tercera edad y la infancia. ¿Cómo nos cambia la vida cuando nos hacemos mayores? ¿Nos gustan las mismas cosas que a los niños? ¿Nos sentimos del mismo modo? ¿Podemos hacer cuestiones similares? Utilizando las actividades cotidianas, las autoras alemanas nos van desgranando con tono poético lo que nos acontece cuando llegamos a cierta edad.


Con lápices de colores y aguadas donde las pinceladas verdes, azules y rojas se funden (me gusta mucho ese contraste), van articulando un diálogo entre un par de críos y su abuela, mientras comen, juegan en el parque o acuden a la feria. En realidad no hay tantas diferencias entre los unos y la otra, simplemente cambia la perspectiva.


Si bien es cierto que yo hubiera sido más ácido (los viejos se las traen…), este álbum entrañable tiene montones de detalles (¿Se han fijado en la señora de los globos? ¿Hacia dónde se dirige?) y metáforas visuales (me encanta como los recuerdos y anhelos se representan con ese trazo rojo y fino) que crean una atmósfera cálida, pero nada inocua, que se atreve a hablarnos de conceptos muy peliagudos (¿Adivinan cuáles?).
Lo dicho: cumplan años, pero con mucha dignidad.

miércoles, 22 de enero de 2025

Entre lo humano y lo desconocido


Aunque me dedico a la ciencia, siempre he convenido que la vida sigue siendo un misterio. Por muchas pruebas que recojamos para explicar la naturaleza química de nuestras células, el origen de nuestro planeta, las fuerzas que rigen el universo o los mecanismos que regulan los sistemas biológicos, siempre queda un atisbo de incertidumbre que nos lleva a preguntas difícilmente explicables. Es ahí cuando aparecen la religión y el esoterismo.


A pesar de existir diferencias entre unos y otros, todos nos llevan por el mismo camino. Desde un punto u otro, todos ellos abordan el misterio desde una posición sobrenatural. El hombre, como ser mortal, necesita explicar los fenómenos desde un prisma espiritual que puede adoptar diferentes formas. Los religiosos tienden hacia el humanismo, mientras que otros prefieren una postura mucho más esotérica y ancestral. Ritos, magia y todo tipo de correspondencias se van asumiendo instintivamente para buscar respuestas que trascienden al conocimiento humano.
Y así hemos ido llenando de leyendas, milagros y experiencias sobrehumanas nuestro pensamiento y hacer más asimilables esos interrogantes que nos aturden de vez en cuando. Ahí llega la mística (¿adivinan su etimología?), que, englobando a unos y otros, nos embebe en lo desconocido y afirma que todavía se nos escapa algo por muchos avances tecnológicos y científicos que se sucedan.


Sí, hoy me he puesto un tanto enigmático, pero para que no permanezcan ajenos a estos pensamientos que me asaltan y entren en calor, aquí les traigo Los misterios, el álbum de Bill Watterson y John Kascht que tanta controversia suscitó en el mercado anglosajón y que ha sido publicado en nuestro país por Océano Travesía.
La historia es breve y concisa. Un reino sin nombre está atestado de los llamados misterios, una suerte de amenazas inquietantes que acechan a los habitantes desde un bosque tenebroso. Nadie las ha visto, pero todos las temen. Hasta que un día logran capturar uno de esos misterios y sus miedos infundados se disipan rápidamente. De repente, todo cambia y la gente comienza a hacer de su capa un sayo, cambiando todo el reino, hasta que un día…


Antes de nada, hay que advertir a los fans de Calvin y Hobbes: no esperen una historia divertida ni colorista, pues en esta hay mucha seriedad y demasiados grises. Ya sé que el creador de una de las tiras cómicas más exitosas podría habernos regalado otro tipo de historia después de haber estado casi treinta años apartado del mundo editorial (recuerden que se retiró en 1995 a los 38 años), pero si su vuelta a los ruedos ha sido esta, por algo será… Diseccionemos…


a) Los autores han elegido el blanco y negro para unas ilustraciones ciertamente extrañas que recuerdan a fotografías de dioramas, esculturas de arcilla o composiciones digitales. Están tan bien procesadas que recuerdan a los universos de Suzy Lee o Heena Baek.
b) La atmósfera de las imágenes resulta un tanto turbadora y misteriosa, sobre todo por el uso del blanco y negro, los elementos desdibujados, los detalles surrealistas, su significado un tanto críptico y una óptica donde los planos generales y los primeros planos ayudan al contraste. Hay mucho de Chris Van Allsburg y Shaun Tan en este libro.


c) Aunque la estética parece recordar a la época medieval, los contrastes visuales que abundan hacia la segunda parte de la historia nos hablan de cierta atemporalidad. Si a eso unimos un mensaje aleccionador donde la ignorancia, la tecnocracia y la soberbia humana se unen de la mano, podríamos calificarla como fábula o parábola.
d) Por último, hay que acercarse al texto, un tanto tortuoso y retorcido (quizá debido a la traducción…) que, recordando a las lenguas antiguas, suena a modo de sermón y letanía. Es curioso cómo pueden fundirse el ecologismo o el humanismo en un álbum ilustrado, al mismo tiempo que ahonda en la redención individual o colectiva.


Les guste o no, este libro bien merece una lectura, no solo por sí mismo, sino por el contexto que lo rodea: la historia de un hombre que sobrepasado por la industria, decidió vivir su éxito como un retiro espiritual en el que reflexionar sobre los misterios que rodean al ser humano y su propia naturaleza. Total na’.

lunes, 20 de enero de 2025

Copia que te copia


Últimamente me he aficionado a preguntarle a mis alumnos (sobre todo ellas) qué novelas están devorando. De tanto en cuento acudo a las librerías y ojeo los títulos. Mucho amor, bastante drama, humor blanco y todo muy políticamente correcto. Parecen calcos unas y otras. Lo único que cambia es el contexto y cuatro elementos lingüísticos. Leída una, leídas todas.
Lo más curioso de todo es que no se cansan de leer una y otra vez lo mismo. Quizá tenga que ver con esa tendencia tan pueril de la insistencia y la recreación, quizá sea un trastorno obsesivo compulsivo. O puede que todas esas copias estén tan logradas que logran encandilar a cualquiera.


A lo largo de la historia no han sido pocos los que han copiado. De hecho, el mundo de las ideas está lleno de copias. Tanto es así, que se piensa que solo unos pocos han sido verdaderamente originales. El resto solo han ido mejorando poco a poco lo que otros inventaron previamente.
Si bien es cierto que la copia mal entendida es un lastre para cualquier oficio, copiar tiene un lado muy positivo. De hecho, los que nos dedicamos a esto de la didáctica, creemos que es un ejercicio inmejorable, pues el que aprende se fija en los detalles, entiende el proceso creativo y afronta los problemas mucho mejor. Del mismo modo, ayuda a mantener nuestro patrimonio tanto científico, como humanístico.
Si nadie hubiese copiado los pergaminos y códices de la Antigüedad, ahora no tendríamos ciertas obras disponibles. Si los artistas no pudieran ir a los grandes museos a copiar a los grandes maestros, las jóvenes promesas no aprenderían las técnicas más refinadas y serían incapaces de utilizarlas en sus propias obras.


Quizá eso es lo que nos plantea Guridi en La copia, su último libro. Publicado por la editorial almeriense Libre Albedrío, este álbum de formato vertical en el que Guridi se divierte de lo lindo, no solo con la geometría y los guiños que construye a base de ejes de simetría y detalles mínimos, sino con ese juego en el que los espectadores se sumergen para buscar las diferencias entre unas ilustraciones que parecen haber sido duplicadas digitalmente, ¿o no? No subestimen la capacidad de los artistas para duplicar con exactitud. Todos han copiado mucho…


Del mismo modo, el texto se fragmenta a cada golpe de página y echa mano de las repeticiones para crear un efecto del eco muy acertado que resuena en unos lectores que entienden lo que quieren. Del mismo modo, si leemos las páginas izquierdas por un lado, y las derechas por otro, se abren dos nuevas historias, porque las copias, por muy copias que sean, también tienen su propia historia.


Aguadas negras, pupilas que se mueven, siluetas que se superponen y formas angulosas que contrastan sobre fondos circulares construyen una fábula, tan surrealista como inquietante que nos invita a pensar sobre el fenómeno de la repetitividad desde diferentes puntos de vista.

jueves, 16 de enero de 2025

Álbumes reflexivos


Alucino con la cantidad de personas que, parece ser, han descubierto la pólvora en los últimos años. Lo que más me sorprende es su necesidad de comunicárselo a los demás. Será que como un servidor se dedica profesionalmente a esto del aleccionamiento, cala pronto a quienes sienten una atracción desmedida por explicar al mundo sus vivencias.
Pero lo peor de todo ha llegado con esa tendencia de publicar esas vidas ejemplares. No teníamos bastante con las sobremesas en las que cuñados, místicos y enteraos se procuraban una atención desmedida, que ahora publican libros y dejan constancia documental de sus miserias.


Solo tienen que echarle el ojo a las páginas de los periódicos locales… De tanto en cuanto entrevistan al personaje de turno que ha escrito un libro para exorcizar su particular infierno con los malos tratos, la cocaína, el alcohol, el cáncer, la adopción subrogada o la crianza. Toda una serie de avatares que, según ellos, nos pueden servir para hacer frente a los nuestros o, según se mire, cortarnos las venas.
Que yo esté a favor de la pluralidad, no significa que cualquier testimonio tenga calidad literaria. Sea ficción o no ficción, lo que se publica debe estar escrito con una miaja de mínimo gusto. Luego vienen la maquetación, la impresión, la ortotipografía, la encuadernación y el papel, pues también debo señalar a todas esas editoriales que han aparecido de unos años a esta parte y buscan sacarles los cuartos a todos estos incautos con la coedición de sus penurias y recetas de autoayuda.


Como la LIJ no es un género aislado, se agradece encontrar de vez en cuando libros reflexivos que tengan un mínimo de elegancia. Este es el caso de los tres títulos que saco hoy a la palestra para que algunos tomen nota si tienen intención de regalarnos sus reflexiones. No solo basta con abrirse en canal y deshacerse en intensidad, sino encontrar un equilibrio entre la víscera y la estética.


Allá donde vayas, mi amor irá contigo es el libro de Birgitta Sif con el que damos el pistoletazo de salida a este pequeño monográfico. Editado por Andana, este álbum narrativo con más de cien páginas se divide en ocho pequeñas reflexiones que, a modo de fábulas ilustradas, nos acerca visiones personales sobre la vida que su autora ha querido regalar a sus dos hijas y de paso a todos los lectores que se acerquen a él.


Reflexiones sobre la esperanza, la amistad, los sueños o la valentía llenos de metáforas visuales en las que el protagonista encuentra nuevas oportunidades tras el derrumbe de la torre que ha construido previamente o que no es necesario ser bueno en todo, solamente hay que encontrar la magia del comienzo y dejarse llevar.


Si bien es cierto que la autora se desliga de su estilo más reconocible, en este libro se deja llevar por la frescura en la que se entremezclan las pinceladas rápidas y los tonos pastel. Un libro poético con el que muchos lectores pueden establecer numerosos paralelismos a partir de su propia experiencia. Cabe destacar que este libro representa una suerte de legado vital que la autora entrega a sus hijas y a todo aquel que lo reciba independientemente del género o la edad.


El segundo es Diario de una mamá, un libro de Eunyoung Seo publicado por Tutifruti. Con el subtítulo de Reflexiones sobre el amor, la crianza y la vida, la autora coreana se confiesa y comparte los pensamientos que la abordaron al ser madre por primera vez. Si bien es cierto que muchos de estos son entrañables, otros son extrañamente confusos, incluso algo turbadores, una sensación algo suavizada por unas ilustraciones ciertamente encantadoras.


Elaboradas con técnicas tradicionales y protagonizadas por una familia de gatos antropomorfos, hay escenas familiares de todo tipo. Evocador y simpático, esta personal creación que aglutina marinas, una Alicia en el país de las maravillas, dos cuadros de Vermeer y muchas metáforas hipnóticas, no le falta de nada.


Cinco capítulos bien armados en los que podemos leer no solo reflexiones, sino una serie de misivas dirigidas a su hijo. Aunque podríamos hablar de un cuaderno de notas personal, lejos de resultar incómodo eso de infiltrarse en la vida privada de la autora, este libro permite desligarse de esa denominación y tomar cierta distancia de elementos que a más de un progenitor le resultarían vergonzantes.


Como en el caso anterior, encontramos mucha intimidad y un lenguaje poético que, lejos de concretar nada (he aquí esa vis oriental tan etérea), se vierte en un lector que puede encontrar un significado propio, algo que lo ensalza como un gran regalo en el día de la madre.


Por último, tenemos Volver a empezar, un nuevo álbum de Oliver Jeffers que acaba de publicar Andana, la que se ha convertido en su editorial de cabecera en nuestro país. Según cuenta esta estrella de la LIJ, la idea de este libro surgió tras Estamos aquí, un libro similar, pero con una línea más infantil. La necesidad de lograr una perspectiva más amplia de la experiencia humana, lo llevó a girar sobre un argumento un tanto complejo. De ahí que este extenso álbum sea ciertamente inclasificable.


Para darle forma a este libro, Jeffers se dedicó a observar los pormenores del comportamiento humano refiriéndose en ocasiones al contexto histórico. Desde la adquisición del lenguaje y la escritura, hasta las grandes guerras que han comprometido nuestra razón, el autor construye un canto a la esperanza donde la división y el poder no tienen cabida.


Ilustraciones secuenciadas que recuerdan al cómic, composiciones que abordan el formato horizontal estupendamente y una gama de colores que abarca el magenta, el violeta y el azul ultramar, se van desplegando a un ritmo muy estudiado que, con muchos bodegones y metáforas varias, nos invita a descubrir un parte de nuestra naturaleza sin acusarnos individualmente, aunque a veces suene algo aleccionador.