Como todos los años, la tercera semana de noviembre se celebra en Instagram la Folktale Week, el reto que propone un puñado de ilustradoras tomando como excusa siete elementos típicos de los cuentos populares (uno por cada día de la semana). Este año, la inspiración corre a cargo de palabras como noche, eco, lluvia, libro, hechizo, tormenta y amanecer. Así, artistas de todo el mundo dan rienda suelta a sus habilidades y llenan la citada red social de imágenes inspiradas en relatos tradicionales que se pueden disfrutar dándole al enlace que hay más arriba o buscar los hashtags #folktaleweek o #folktaleweek2025.
En lo que a mi contribución respecta, empiezo esta semana con Aleksandr Afanásiev, una figura emblemática en lo que a cuentos tradicionales se refiere. Aunque ya lo he mencionado en diferentes ocasiones hablando de Vladimir Propp o Iván Bilibin, hoy me gustaría dar unas pinceladas a su vida.
Nacido en Boguchar, ciudad de la Rusia más europea, en 1826, Aleksandr Nikoláyevich Afanásiev, tuvo una infancia aparentemente normal. Su padre, un intelectual que no pertenecía a la nobleza, se empeñó en que sus hijos recibieran una educación formal. A sus dieciocho años y tras terminar los estudios básicos con unos resultados mediocres, se marchó a Moscú a estudiar Derecho.
Durante los cuatro años que siguieron, Afanásiev se empapó de las corrientes democráticas y progresistas de la época, algo que no gustaba al régimen zarista de Nicolás I. Así, tras someter a revisión las clases que el profesorado y los estudiantes en prácticas daban en la universidad, el ministerio decidió apartarlo de la carrera docente para evitar su influencia entre los estudiantes.
Tras una breve etapa ejerciendo como periodista, encontró trabajo en el Archivo Central del Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú, lugar en el que trabajaría durante trece años. Durante los primeros años se dedicó por completo al folklorismo. Recorrió su provincia y recopiló una pequeña colección de relatos en la que intentó preservar su carácter primigenio sin aderezos ni retoques literarios.
Tras el intento fallido de su publicación, Afanásiev viajó en 1952 a San Petersburgo para ser elegido miembro de la Sociedad Geográfica Rusa por la sección de Etnografía. Este hecho fue crucial en el desarrollo de su obra, pues gracias al archivo cedido por la sociedad, tomaría forma el primer tomo que vio la luz en 1855.
Así, y con la ayuda que recibió de otros folcloristas y etnógrafos como Vladímir Ivánovich Dal, que le cedió unos ciento cincuenta relatos, enriqueció su colección desde muchas zonas del llamado Imperio Ruso. Finalmente, logró reunir un total de 680 cuentos populares en ocho volúmenes bajo el título de Cuentos populares rusos.
A pesar de recopilarse en ruso, se publicaron originalmente en francés, lengua vehicular de la nobleza de la época gracias a las reformas introducidas por Pedro I el Grande en el siglo XVIII. Precisamente, esta modernización y europeización de la Rusia tradicional fue la que agravó el trabajo de recopilación, ya que la cultura popular había sido relegada a un segundo plano.
Tras la simpatía popular que le supuso la publicación de unas treinta y tres Leyendas populares rusas (1859) que se burlaban del clero, la aristocracia y los terratenientes, apareció la censura institucional a su obra, ya que no solo ridiculizaba a los grupos de poder, sino que suponía un peligro al ensalzar la cultura de los campesinos en un contexto reformista. La gota que colmó el vaso fue su supuesto encuentro con el revolucionario Aleksandr Herzen. Afanásiev fue despedido de su trabajo en el archivo y empezó a sufrir penurias económicas que le llevaron a malvender su biblioteca personal.
Afanásiev murió de tuberculosis y en la pobreza más absoluta a la edad de 45 años.
Para que conozcan uno de sus clásicos, hoy les traigo El pájaro de fuego, un relato que Laura Wittner y Mariana Ruiz Johnson han adaptado al cómic y habita las librerías españolas gracias a la editorial A fin de cuentos.
El librito nos cuenta la historia de un pájaro que se dedica a robar las manzanas de oro del zar Vislav Andrónovich. Más que harto, el monarca ofrece la mitad de su reino a quien lo atrape y aparecen en escena tres hermanos llamados Dimitri, Vasili e Iván. Tras el fracaso de sus hermanos mayores, Iván, el más pequeño, le arranca una pluma y ahuyenta al animal del manzano, pero el zar, caprichoso e insatisfecho, pide que le den caza. Así empieza un relato lleno de aventuras en las que el joven Iván deberá enfrentarse a un sinfín de pruebas, incluidas la traición de sus propios hermanos y su amor por Elena la Bella.
Tengo que decir que las autoras han elegido un formato muy agradable para un cuento tradicional. La verdad que me ha sorprendido lo bien que funciona ese híbrido entre álbum y novela gráfica para un relato de estas características. Del mismo modo, Ruiz Johnson también acierta con su estética colorista, un estilo donde los contrastes y esos márgenes llenos de filigranas nos recuerdan y acercan a las ilustraciones de Bilibin (Nota: No hay que olvidar que una baza muy importante de las adaptaciones dirigidas a los primeros lectores es precisamente la de aproximarlos a la obra original).
El viaje del héroe, sus ayudantes mágicos (ese lobo gris y ese cuervo, me siguen enamorando), la lucha entre el bien y el mal y valores como la lealtad y la perseverancia… Sí, queridos monstruos, este cuento sigue enamorando a lectores de medio mundo gracias a sus arquetipos y elementos narrativos.
Así, este cómic de pequeñas dimensiones supone un nuevo marco de lectura para un relato que ha probado los contextos más variados, como la adaptación al ballet en la que participó Igor Stravinski en 1910 y sobre la que más tarde intervendría Marc Chagall (escenografía y vestuario, 1945). ¿Qué más necesitan para bucear en él?













.jpg)
.jpg)
.jpg)













.jpeg)























