lunes, 10 de noviembre de 2025

Trabas vitales


Aunque los docentes aplicamos raseros que obligan a los alumnos a actuar en la misma línea, también de he decirles que no tratamos a todos por igual, sobre todo en lo que se refiere a lo académico. Para ello, los vamos clasificando conforme asoman las dificultades y vamos apuntando sus fortalezas y, casi siempre, debilidades.
De entre todas ellas, la que más se me hace cuesta arriba es la inseguridad. Mientras hay estudiantes que pecan de una confianza superlativa y creen andar sobre las aguas, otros exhiben una falta de aplomo absoluta. Y lo peor de todo es que trabajan como el que más, dedican muchas horas al estudio, pero siempre la cagan. Su capacidad de decisión es tan ínfima que terminan perdiendo un montón de puntos por el camino o, lo que es peor, suspendiendo todos los exámenes.


Hay profesores que lo achacan al nerviosismo, otros a la falta de atención, pero lo cierto es que este tipo de alumnos terminan agotados al no ver traducido su esfuerzo en unos resultados más satisfactorios. Aunque no lo crean, es bastante descorazonador observar cómo el ánimo de este tipo de alumnos queda diezmado por una causa ajena a sí mismos.
Ojala tuviéramos una varita mágica con la que cambiar la naturaleza de ciertas personas, pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, estos problemas pasan por la aceptación de la realidad y la mejora de sus habilidades en la medida de lo posible.


Como ejemplo, hoy les traigo la historia de Pececito, el personaje que protagoniza el álbum de Mamiko Shiotani que acaba de publicar la editorial madrileña Pastel de luna. 
Pececito es un animal acuático y no puede vivir en el medio aéreo. Por ese motivo, todas las mañanas se pone un traje especial que le permita acudir a la escuela. A Pececito le encanta la escuela. Le gusta aprender, jugar con sus amigos durante el recreo e incluso la hora de la comida. Lo único que odia Pececito son las clases de gimnasia. Hoy tocan las carreras de relevos y, por desgracia, Pececito se cae y se hace daño, un percance que le obliga irse a casa y empezar a odiar la escuela. ¿Logrará reponerse y regresar? ¿Encontrará una forma de mejorar su destreza?


Con un estilo característico donde los lápices de grafito y color son los protagonistas, la autora nos deleita con un universo a la japonesa donde los avances tecnológicos conviven en una sociedad formada por montones de especies animales. Aunque el librito (me encanta el tamaños y las proporciones), tiene cierta moralina, hay detalles, sobre todo textuales, que me resultan encantadores (¡Esas lágrimas perdidas en el agua me han robado el corazón!).



Esperando que esta editorial publique pronto otros de sus libros como El fantasma del desván e Historia de un huevo, solo me queda decirles que espero que aprendan a perderse en sus ilustraciones para disfrutar, no solo de las composiciones y ópticas tan estudiadas de la autora, sino del sinfín de detalles que recoge (el sombrerito sobre la pecera portátil, el hueco circular en el escritorio y las miradas fijas de los personajes son mis favoritos).

viernes, 7 de noviembre de 2025

Asoma el otoño


Por fin se atisba el otoño por las rendijas de noviembre. Parecía que nunca iba a llegar. Lluvia, viento y frío, una tríada necesaria para continuar con el ciclo del año, ese que sigue tan alterado a expensas del llamado cambio climático. Seguramente no vendrá de golpe, pues ese tiovivo que es el termómetro, subirá de nuevo los próximos días. Me da Todavía tendremos tiempo de acalorarnos…
Mientras tanto, los días se acortan y las hojas se van dorando. El olor de las castañas asadas invade las calles y todo afuera parece aletargado. Adentro, la vida. En las casas, en los bares, en las librerías, en los teatros y en los centros comerciales. Unos alimentan el buche y otros los corazones, pero todos se afanan con las provisiones.
Y para los que hagan acopio de lecturas con las que abrigar el tiempo que se avecina, aquí un poemario lleno de juegos de palabras y vaivenes musicales para disfrutar del ritmo del calendario.

Están desnudos los chopos
porque el otoño ha venido,
y con sus manos de viento,
les fue quitando el vestido.
¡Ay, cómo tiemblan sus ramas!
¡Cómo tiritan de frío!
Y están ahora esperando,
en las orillas del río,
una nueva primavera,
para que venga a vestirlos.

***

Al son del viento,
ritmo sonoro,
las hojas secas,
alados gnomos,
danzan y danzan
jugando al corro.

Dorada lluvia
de hojas de oro.
Hasta el robledo,
llegó el otoño.

Carlos Reviejo.
Esperanza verde y Ballet de otoño.
En: Versos a la luz de la luna.
Ilustraciones de María Rico.
2025. Valencia: Iglú.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Un clásico necesario


Blackie Books lanza este otoño El gigante de hierro de Ted Hughes, concretamente la versión ilustrada por Chris Mould. El famoso relato del poeta inglés publicado por primera vez en 1968 y que ya había sido editado en nuestro país por las principales casas del sector como Alfaguara, Anaya o Edelvives, vuelve a estar disponible en las librerías.


Concebida en principio como una obra personal con la finalidad de consolar y animar a sus hijos tras el suicidio de su esposa, Sylvia Plath, El gigante de hierro cuenta la historia de un gigantesco engendro metálico que aparece de repente en la Tierra. Tras caer por un precipicio, termina hecho añicos y se recompone por arte de magia. Por el día vive en el mar y por la noche se acerca a un pueblo y devora maquinaria agrícola. Tras ser descubierto por un niño llamado Hogarth, los habitantes intentan destruirlo sin éxito. Un año más tarde, Hogarth cree que es inofensivo y conmina a sus paisanos a ayudar al gigante dejándole comer chatarra. Agradecido por su apoyo, el gigante de hierro demuestra su bondad y capacidad de sacrificio, enfrentándose en un duelo a una especie de dragón que quiere arrasar toda la vida del planeta.


Descrito por algunos como un cuento de hadas moderno, este libro recoge ciertos elementos ficcionales muy interesantes que lo sitúa a caballo entre la fábula moral y la novela de ciencia ficción. En primer lugar, el gigante de hierro se ajusta a la idea del mito contemporáneo debido a su misteriosa llegada desde el espacio. Nadie sabe de dónde viene ni quién lo creo. Parece una figura divina. Del mismo modo, es capaz de ensamblarse una y otra vez, una especie de resurrección con fuertes implicaciones religiosas.


En segundo lugar y como indican algunos estudiosos, también entra en la categoría del forastero incomprendido, ya que este gigante necesita ingerir objetos metálicos para seguir con vida. Esa es la razón por la que devora la maquinaria agrícola de los habitantes. En realidad no quiere atentar contra el bienestar de estos, sino que tiende a la supervivencia como cualquier otro hijo de vecino.


El tercer elemento narrativo que más me gusta es esa dualidad entre poder e inocencia, una cualidad que exhiben otros personajes de la literatura, como el monstruo de Frankestein o religiosos, como el gólem judío. Son poderosos por su gran tamaño y fuerza, pero sin embargo se rigen por un pensamiento sencillo, instintivo, casi infantil. Esta es la razón por la que establece una conexión con Hogarth, un niño que entiende a otro niño. Libre de los prejuicios que guían la actitud de sus paisanos adultos, Hogarth llega a comprender su naturaleza y le tiende la mano.


Con cierto deje ecologista y un profundo sentimiento antibelicista (N.B.: Teniendo en cuenta que el conflicto con el extraño dragón venido desde Orión se resuelve mediante un reto, no podía serlo más), esta historia narrada en cinco noches (así lo reza el subtítulo del original) tiene muchos ingredientes, tanto estéticos, como argumentales, que la hacen muy valiosa en el campo de la Literatura Infantil y Juvenil del siglo XX.


Sobre las ilustraciones de Chris Mould para esta edición, hay que apuntar al contraste entre tonos azulados y toda una gama de ocres que simulan esa “golden hour” que tan de moda se ha puesto en las redes sociales. Como a muchas otras novelas de ciencia ficción, un cromatismo crepuscular compuesto de luces tenues y sombras profusas, le viene al pelo.
Por otro lado, Mould compone las escenas en viñetas que, o bien secuencian la acción, o bien fragmentan la escena en una mosaico narrativo, un recurso muy interesante a la hora de convertir relatos de cierta envergadura en álbumes ilustrados. Del mismo modo, cabe mencionar una tipografía rotulada que juega con el tono discursivo y crea un ritmo de lectura muy interesante. 
En definitiva, todo un acierto.

lunes, 3 de noviembre de 2025

Una infancia agreste


Hace un porrón de años me desempeñé como monitor de educación ambiental con niños en edad escolar. Tenía chiquillos de 3 a 12 años, un intervalo de edad más que considerable para sumergirme en un mundo fascinante durante unos cuantos meses. Aunque fue bastante agotador (empecé a comprender el agotamiento físico que sufrían los colegas que se dedican a las etapas de infantil y primaria), entendí muchos de los mecanismos que regían el aprendizaje y el comportamiento humano.
Me encantaba ver cómo las actividades más sencillas se desbordaban en un millón de posibilidades, cómo podíamos estirarlas y que siempre pareciesen insuficientes. Ejercicios que a un adulto le podían parece sumamente sencillos, se transformaban en contextos maravillosos en los que disfrutar de lo cotidiano. Movilidad, repetitividad, imitación, exploración o experimentación. Casi todos los juegos que proponíamos tenían un éxito rotundo si reunían todas esas características. Pero, si además los acompañábamos de un entorno natural, teníamos que tirar fuegos artificiales al finalizarlos.


¿Qué sería de los críos sin el patio del colegio, un parque cercano o ese trocito de monte donde pasan el fin de semana? Soy partidario de los niños que trepan a lo alto de los árboles, que se descuelgan de sus ramas, los que juegan con el barro y dejan trepar a las hormigas por sus brazos. Me gustan las criaturas que se quedan embobadas con el paso lento del caracol y coleccionan las hojas caídas del otoño. Fanáticos de los palos y las piedras, de las ranas y las luciérnagas.
La naturaleza es un espacio tan desconocido como cercano. Ese escenario en el que podemos observar, tocar o escuchar a nuestras anchas, en el que el peligro nos acecha irremediablemente y en el que también descansamos plácidamente. Si bien es cierto que lo podemos sufrir y disfrutar en solitario, siempre es más agradable compartirlo con los demás. Intercambiamos impresiones, reímos, guerreamos y nos protegemos. Por eso, echando mano del fotolibro que acaba de publicar A buen paso (A todas las editoriales del gremio les ha dado por tener uno en su catálogo), ¡vámonos a merendar al campo!


Con el título de El paseo, este álbum con texto de María José Ferrada, fotografías de Vega Mayor y Hugo Ferrer e intervención artística de Motoko Toda, nos cuenta las correrías en el campo de ¿tres? amigos. Perro, Chanchita y Conejo son los protagonistas de esta aventura visual gracias a otro grupo de amigos, los seis chiquillos que los llevan a cuestas cuando se divierten trepando por los cerros o perdiéndose entre los brezos. Así, los tres muñecos de corcho llevan consigo tres mochilas donde guardan sus libretas de campo y unas viandas que compartir. Tres panes, tres guindas, veintiuna gotas de lluvia y una zanahoria. Y los sueños del camino que no se olviden.


Tomando como excusa los juguetes artesanales y los omnipresentes juegos infantiles, este elenco de creadores se deja llevar por la experimentación para dar vida a una aventura cotidiana en la que la infancia es la verdadera protagonista. Personas reales y personajes de ficción constituyen una combinación discursiva muy sugerente que nos sitúa en diferentes posiciones narrativas y nos ayuda a explorar el universo infantil gracias a los alter ego.
A modo de pequeños títeres, los niños teatralizan en un ecosistema personal e intransferible al tiempo que dejan fluir su creatividad e imaginación. Un reflejo de ese lenguaje que todos, pequeños y mayores, reconocemos como parte de un legado de esa patria común.


Y mientras todo esto sucede, me deleito con las palabras de la Ferrada... Frases como […] el silencio es una forma de hablar que solo conocen los amigos, se abrazan con la luz que irradian las imágenes y me invitan a encontrarme con mis recuerdos en el sitio de siempre: ahí, bajo las flores amarillas.

sábado, 1 de noviembre de 2025

Bregando con la muerte


Aunque nadie en su sano juicio quiere morir, sí que existen diferentes formas de afrontar la muerte. Algo que depende, lógicamente, de las circunstancias que nos rodeen. Mientras que el niño ve el fin de la vida desde el miedo que motiva una posición inexperta en la que los sueños por cumplir marcan el rumbo, el anciano comienza a resignarse cuando ha visto cumplidas muchos (o algunos) de sus deseos. También el entorno juega un papel fundamental, pues no es lo mismo que todos tus amigos y conocidos estén vivitos y coleando, que normalices acudir al cementerio cada dos por tres.


A pesar de esto, hay muchas pinceladas que detallan la visión que cada uno tiene de esa dualidad que nos acucia. El grado de satisfacción vital, una enfermedad, muchas alegrías, las posibilidades y las imposibilidades, el azar y sus caprichos, las creencias y el hecho cultural, traumas y demás demonios. Cada percepción va moldeando la actitud con la que unos y otros generan esa lucha interna. Y así, cada uno va tomando conciencia de ese tránsito finito como puede.


Incluso los libros infantiles pueden jugar un papel muy importante en esas lides, ya que nos aproximan la perspectiva que muchos autores nos hacen llegar a través de palabras e imágenes. Percepciones que, de procedencia más que variopinta, van sumando en la de cada lector. Un concepto de múltiples facetas que nos ayuda a confrontar la realidad una vez suceda.
Es por ello que hoy les traigo tres libros de última hornada sobre un tema que tanto nos apasiona a algunos monstruos y del que hace ya tiempo realicé ESTE MONOGRÁFICO donde pueden encontrar montones de títulos relacionados.


Empezaré con El pirata. Ganador de una mención especial en el premio Bologna Ragazzi del año 2024, este libro del japonés Masakatsu Shimoda acaba de ser publicado en nuestro idioma por Corimbo.
El álbum nos cuenta la historia de un malvado pirata que, tras ser atravesado por un sable, termina con sus huesos en el fondo del océano. Mientras cae a las profundidades, se va topando con diferentes habitantes marinos. Un tiburón, un pulpo o una pareja de peces abisales van pidiéndole objetos personales o partes de su cuerpo de las que el pirata se irá desprendiendo a cada visita, hasta que…


Con un lenguaje cercano donde abundan los soliloquios y los pequeños diálogos, el autor nos plantea una reflexión sobre el ciclo de la vida en el que los seres vivos interaccionan entre sí para transformar los cuerpos inertes en nuevos espacios que habitar. Primero nos deshacemos de lo terrenal, para más tarde descomponernos gracias a la intervención de otros seres vivos. Al principio, el cadáver del protagonista intenta resistirse a los cambios, pero conforme pasamos las páginas observamos un cambio de actitud, una especie de redención que lo libera del apego a lo mundano.


Con un planteamiento que me ha recordado sobremanera a La madre y la muerte de H. C. Andersen, uno de mis cuentos favoritos, el relato se articula sobre una secuencia de imágenes donde el cambio del color del fondo y la disposición de los elementos, simulan una caída lenta desde la superficie hasta las llanuras abisales. Un recorrido vertical por los diferentes estratos marinos (zona epipelágica, mesopelágica, batipelágica, abisal y hadal) surcados por los seres más variopintos.


El segundo título del que hablaré hoy es ¡Duqui! ¿Dónde estás?, un libro de Émilie Boré y Vincent Di Silvestro. Si bien es cierto que debería haberlo incluido en la última selección de cómics por su carácter híbrido, me ha parecido conveniente abrirle un hueco es esta pequeña selección de libros dedicados a la muerte.
Cuando el protagonista despierta esa mañana, nota que su madre ha estado llorando. Cuqui, su gato de Angora, se ha ido después de una larga enfermedad. ¿Pero dónde? pregunta el niño. Su madre se monta una película para intentar responderle y termina en mitad de un buen lío. Lo que no sabe esta es que su hijo tiene una explicación mucho más bonita que la suya para explicar la muerte de su mascota.


Como otros muchos libros que abordan este tema, la muerte de un animal de compañía sirve como hilo conductor para hablar del duelo. Si bien es cierto que se centra en los tópicos (el cielo, siempre el cielo) y los mensajes positivos, esta historia da una vuelta de tuerca y confronta el (sobre)proteccionismo paternal al realismo infantil (los críos son mucho más perspicaces y naturales de lo que piensan los adultos). Además, y como sucede en la vida real, añade pinceladas de humor a la hora de tratar los recuerdos del animal perdido, lo que imprime un carácter muy entrañable a la narración.


Mucho dinamismo, una caracterización impecable de los personajes (N.B.: Me encanta la cara embobada del chiquillo, su madre sobreactuada y ese padre emocionalmente torpe) y alguna metáfora visual (por ejemplo, la capa del felino o el charco de lágrimas que asoma en la planta baja), lo hacen muy apto para lectores competentes que disfrutan de las situaciones familiares.


Para terminar, nos toca El viaje de Malka, una historia de Mónica Rodríguez con ilustraciones de Alicia Varela que acaba de ser publicada en nuestro país por Diego Pun. La abuela de Malka ha muerto y ella siente cierto extrañamiento. ¿Será verdad lo de aquel viaje en barca del que tanto hablaba su abuela? Tras compartir unas palabras con sus amigas del colegio, decide salir a buscar a su abuela con su marioneta y, de paso, aclarar la existencia de ese Dios del que han charlado.


Lejos de caer en la sensiblería, El viaje de Malka aborda el tema del duelo desde una atalaya muy plural donde caben numerosas voces e interpretaciones. Del mismo modo, la imaginación se convierte en un experimento catártico que ayuda a comprender el concepto de la muerte y a lidiar con el dolor, la pena y la incertidumbre a la que obliga el fallecimiento de un ser querido.
Nacida de una conversación entre la autora y su hija, esta historia desprende muchas cuestiones, no solo relativas a la muerte o la religión, sino que también ahonda en preguntas más o menos existenciales, más o menos filosóficas que, desde tiempo inmemorial, laceran al ser humano.


Sobre los elementos narrativos de las imágenes caben destacar la delicada relación entre texto e imágenes, las guardas peritextuales, todas las metáforas que incluye (el viaje, el mar, faros y arcoíris) y una cuidada edición.

viernes, 31 de octubre de 2025

Personajes nocturnos


Llevo un desbarajuste monumental por culpa del cambio horario. Esto de despertarme a las cinco de la madrugada no es para mí. No hay derecho a la tortura que nos regalan los mandatarios europeos cada octubre. Debería tener graves consecuencias electorales.
Un día te levantas a planchar, al siguiente pones la lavadora, el otro te da por guisar… A este paso tendré la casa como los chorros del oro. Eso si no me topo con alguno de los monstruos que gustan de la noche y tengo que salir cortando como alma que lleva el diablo. O quizá no... Que estos engendros también sufren los males de la oscuridad. Y si no, que se lo digan al elenco que aparece en el magnífico catálogo elaborado por Javier González y el gran Lluïsot.


Ideal para celebrar esa fiesta anglosajona tan de moda en todo el mundo, este poemario habitado por brujas convertidas en cocineras mediáticas, extraterrestres enmadrados o niñas lobo que se desviven por la danza clásica, nos invita a jugar con las palabras (y las situaciones insospechadas) gracias a la ocurrencia de sus autores, una gran dosis de surrealismo y unas ilustraciones más que acertadas (la que aparece en la tapa es mi favorita). ¡Auuuuuuuu!

Acostado en su cama, Frankenstein
llama: ¡Papaaaaaaaaa!
porque tiene miedo y no puede dormir.
Entonces llega su papá, y mientras acaricia
la cabeza con tornillos de Frankenstein le dice:
No tengas miedo hijo mío,
levantarse los lunes para ir al colegio
solo existe en tu imaginación.

***

Los días de verano cada vez más largos.
Son las diez de la noche y todavía es de día.
Son las once y todavía es de día.
Son las doce y todavía es de día.
Son las veintisiete y todavía es de día.
Son las doscientos cuarenta y todavía es de día.
Son las siete mil y todavía es de día.
Los días de verano cada vez más
largos. Los vampiros
no se aguantan más las ganas de ir al baño.

Javier González.
Terror nocturno y Solsticio.
En: Mi padre es un hombre lobo.
Ilustraciones de Lluïsot.
2025. Madrid: Pastel de Luna.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Blexbolex vs. Rosalía


Berghain de Rosalía. No sé si le han echado un ojo. Yo sí y concluyo que es una intentona exagerada de esas quimeras pop que tanto ahondan en la provocación. Que si lo sagrado, que si lo mundano, que si la Virgen María y la anunciación del Señor. Ella, ella y siempre ella. Comprando, fregando, planchando. Mozart para empezar y Björk para terminar. Le ha faltado invitar a Wagner y David Guetta en ese horror vacui que se ha marcado. La catalana, sin jamón, que a fin de cuentas, es de lo más insulso.
Cuando Madonna coleaba, el mundo era un lugar mejor. Cuando Mónica Naranjo se dejó el agua oxigenada y le dio por la lírica, lo hizo dignamente. Hasta Lady Gaga supo embutirse en sus John Galiano y no terminar desnucada. Al menos hacían lo mejor que sabían, no como esta empresaria metida a cantante que se ha sacado el revoltijo que tenía en las tripas y lo ha servido en bandeja de plata a ofendiditos, tullidos emocionales y aspirantes a culturetas.


Haciendo gala de esa espiritualidad casposa que rellena occidente, los que hace unos años pedían la cabeza del Papa, ahora toman el té con esta beata oportunista y practicante de la impostura contemporánea para darse golpes de pecho como mártires de vanguardia. Al menos Britney Spears y Mariah Carey no se dedicaban a las vidas de santas. Lo tenían claro: creyentes, pero a rebosar de miseria. Nena, si te humillas y te blanqueas, corres el riesgo de terminar como Katy Perry en una fiesta de mormones.
A mí, personalmente, la excentricidad siempre me ha parecido de un empobrecimiento creativo sin parangón, porque cuando la honestidad se recubre de esa pátina recurrente por la que tanta pobreza asoma, mejor retírate. Que a la larga, vivir cegado por tus pedos de colores suena a pataleta. Resumiendo: prefiero el "one hit wonder" sonando en bucle, a toda una vida dedicada a la mentira, ¡so’ pretenciosa!


Y desde esta sala de despiece en la que disfruto escuchando a Frank Ocean, Rusowsky o la Paquera de Jerez, me aferro a mis convicciones artísticas gracias a El tiempo del capitán Brett, lo último de Blexbolex (Libros del Zorro Rojo). Y es que este señor sí que sabe dar en el clavo sin tanto aspaviento.
En esta ocasión nos cuenta la historia de Hyéronimus, un chiquillo que por diversas circunstancias tiene que pasar un verano alejado de sus padres en casa de su tío Timothéus. Advertido por este y Mathilda, su sirvienta, de los peligros que entraña la ciudad, Hyéronimus se lo pasa todo por el forro y decide explorar calles, puertos y canales del lugar y, cómo no, acaba perdido. En esto que, como por arte de magia, aparece un barco pirata con una tripulación la mar de inquietante y liderada por el capitán que da nombre al libro. Hecho prisionero y obligado a participar en sus maldades, empieza una serie de aventuras en las que un secreto familiar es la clave.

La verdad que el libro da para mucho, pues utiliza referencias clásicas de la LIJ. El niño en su soledad, un tío con una vida desconocida y excéntrica, las historias de piratas y fantasmas, animales humanizados, el número 3 (tres encuentros y tres personajes) y un final que da para cavilar mucho. Todo se engrana a la perfección en las 176 páginas que lo componen y permite al lector disfrutar de un relato diferente y muy enriquecido, no solo gracias al lenguaje utilizado, sino a un discurso caleidoscópico en el que caben muchas interpretaciones.
Bernard Granger, verdadero nombre del autor, ahonda una vez más en la simbología para crear una atmosfera sugerente donde realidad y ficción se dan la mano gracias a misterios sin resolver. ¿Quién se esconde tras la máscara de la misteriosa niña que acompaña al capitán Brett? ¿Qué empeño tiene el dichoso capitán en coincidir con él? ¿Por qué Timotheus termina enloqueciendo tras la marcha de su sobrino? o ¿Cómo diantres sale volando una iglesia a modo de cohete? Son tantas las preguntas que se atisban en una lectura mitad juego mitad fantasía, que cualquiera se lo puede pasar en grande.


Y ahora, buceando en el significado profundo que me suscita esta narración pienso en voz alta que el capitán Brett no deja de ser un alter ego de Long John Silver, una reencarnación de ese espíritu travieso que aboga por la maldad, que reside en cada uno de nosotros y nos incita a trasgredir las reglas, a dejarnos llevar por nuestros deseos y abandonarnos a nuestra suerte más subversiva. Un tormento infantil que subyace en cada adulto y que, por arte de magia, puede despertar en cualquier momento por mucho que lo queramos controlar.
Si a todo esto unimos una cuidada puesta en escena que hace las delicias de los amantes del álbum, la novela gráfica y el objeto-libro, la cosa pinta muy bien. Una camisa con forma de mapa (un tanto indescifrable, como la vida misma), montones de referencias artísticas (me encantan los guiños a los edificios de Le Corbusier), una cubierta que simula esa bandera que tanto ondea entre las páginas, un papel de tacto apergaminado y crujiente, la tipografía enlazada y unas ilustraciones donde se intuye una técnica más clásica (lo suyo ya saben que es la serigrafía) construyen esta tarta deliciosa que deben saborear lentamente.

jueves, 23 de octubre de 2025

Asociaciones de ideas


Bien entrado el curso, los alumnos empiezan a sufrir con los primeros exámenes y las aulas se llenan de corrillos de alumnos que comparten sus conocimientos, histeria y miedo. Los hay más nerviosos y más tranquilos, más brillantes y más granujas, más estudiosos y más gandules, pero todos ellos necesitan desarrollar sus propias estrategias de estudio. Repetir como guacamayos, esquemas y resúmenes, montones de colores o memoria fotográfica. De entre todas ellas, mis favoritas son las asociaciones de ideas como las reglas mnemotécnicas.
Una asociación de ideas es el mecanismo mental que conecta pensamientos, imágenes o recuerdos con ciertos conceptos. Unos evocan otros gracias a una serie de principios, concretamente tres. El primero es el de la semejanza y que tanto defendió la Gestalt. Con este nuestro cerebro conecta elementos que comparten características comunes, como por ejemplo las tres franjas de Adidas. El segundo es el principio de contigüidad, en el que vinculamos conceptos que han ocurrido juntos en el tiempo o el espacio, como asociar una canción determinada con aquel campamento de verano. Por último tenemos el principio de causa y efecto que establece conexiones lógicas entre un evento y su consecuencia, como la lluvia y el arcoíris.


Y como los libros infantiles y la vida se funden en esta casa de monstruos, he aquí una creación para ilustrarles… Bastien Contraire, autor de genialidades como El intruso, se lanza de nuevo a la experimentación para sorprendernos con un álbum conceptual de formato considerable que se interna en los mecanismos discursivos en el ámbito del libro dirigido a prelectores y primeros lectores.
Así, cuando abrimos Los animales (editorial Kókinos) nos encontramos que cada página recoge un animal, pero el único rastro que podemos encontrar de él es su color. Ni líneas ni formas (¿Para qué? Si ya los conocen). Obviando la fisionomía de cada uno de ellos, el autor se centra en círculos cromáticos a través de los cuales hacemos pequeñas asociaciones de ideas que nos los presentan. Incluso se atreve a establecer diferencias en lo que a tonalidades se refiere. Entre el gris elefante y el gris ratón, el verde de la rana y el del cocodrilo, también juega con el blanco del oso polar (¿Acaso no es el mismo que el del papel?) y termina con un troquel que abre la imaginación gracias a un animal experto en camuflaje.


Quizá los adultos piensen que el público infantil puede recibir con extrañeza una obra como esta, pero lo cierto es que la abstracción supone un plus en lo que al aspecto lúdico del álbum, ya que ayuda al constructo de las ideas desde un prisma menos convencional y más creativo (cada cual que proyecte su idea como le dé la gana) en el que la curiosidad siempre es santo y seña. Así, da lugar a divertidos juegos de adivinanzas con el niño que, desde bien temprano asocia colores y objetos, igual que palabras y cosas.


Por último, un apunte… Aunque la edición en castellano opta por una tipografía en mayúsculas que es muy útil y facilita el aprendizaje, los amantes del diseño echamos de menos la original, ya que el autor hace todo un ejercicio creativo a base de letras ligadas que aportan calidez y personalidad al resultado final.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Jubilación, ¿suerte o desgracia?



Trabajo en un cementerio de elefantes. Sí, así se les llama a los centros educativos donde más de la mitad del profesorado roza la edad de jubilación. Y no es que sea gerontófobo, pero sí es cierto que las conversaciones que más abundan en los corrillos se refieren a ese tema.
¿Y tú, cuándo cumples los sesenta?... A mí me quedan tres años para cobrar la máxima… ¿Treinta y siete años en el cuerpo?... Pues yo pierdo seiscientos lereles si me jubilo… He escuchado de Fulano va a solicitar el reenganche, ¡qué avaricia! No, mujer, es que tiene a los dos hijos en paro… Todo así. Y yo, mientras los escucho, me planteo si la jubilación es una suerte o una desgracia.


Por un lado, hay gente que se encierra en su casa, se hunde en el sillón y ve pasar los días enfrente de la tele y de espaldas al mundo. Quizá porque ya no es nadie (N.B.: Los hay que necesitan palmeros), quizá porque se siente inútil, deprimida o deshauciada. El caso es que hay personas que se desconectan de la vida antes de tiempo y pasan las hojas del calendario con mucha desidia y resignación. Y si te pones tonto, te zampan a los nietos: el castigo a la inacción.
Por otro, tenemos a los que rejuvenecen lo nunca visto. Gente que se pasaba de baja año tras año, de repente, se ponen como toros y sonríen a la vida. Otros se lanzan como cuervos a las agencias de viajes, los clubes de jubilados y las universidades populares. Una suerte de vitalidad que abre las puertas a aficiones olvidadas o descubre nuevos caminos que transitar.


Sí, amigos, la jubilación se parece a un décimo premiado del Euromillón. Si tienes esa suerte (no olvidemos que algunos no llegan), actúa como si no pasara nada y déjate llevar por la actividad o de lo contrario, estás perdido. Aunque dejemos de ser productivos para el sistema capitalista, tenemos que seguir comiendo, bebiendo y socializando, como la protagonista de la última joya de Anouck Boisrobert y Louis Rigaud que ha publicado este otoño la editorial Kókinos.
Los tesoros de la hormiguita, que así se titula este leporello, es uno de esos híbridos entre ficción y no ficción que tiene mucha chicha. Cuenta la historia de una hormiga que a lo largo del camino de vuelta al hormiguero, va encontrando diferentes elementos. Una semilla de diente de león, una ramita, una larva extraviada y una pluma son los actores secundarios que participan de esta aventura cotidiana y que le sirven como excusa para interactuar con otros animales y establecer pequeños diálogos durante el recorrido.


En esta creación, los autores franceses optan por una historia a doble cara en la que el exterior y el interior terrestre se aúnan en un mismo objeto. Por un lado tenemos el suelo de un bosque cubierto por la hojarasca y por otro descubrimos un mundo subterráneo gracias a las galerías y madrigueras que tanto las hormigas, como otros animales utilizan como hogar.


En lo que al formato se refiere, el dúo formado en Estrasburgo incorpora un nuevo concepto al libro-acordeón utilizando dos pliegos unidos que les permite establecer juegos interactivos en los que solapas y troqueles permiten crear una sensación de profundidad gracias a esa apariencia de capas superpuestas donde la realidad se funde con la ficción.



Del mismo modo, eligen la técnica de la acuarela para la elaboración de unas ilustraciones que rozan el naturalismo gracias a una paleta de color muy acertada y que nos permiten diferenciar con claridad las especies de insectos que habitan este universo edáfico tan logrado. Una aproximación al concepto de ecosistema que merece muchas lecturas en esos ratos de (in)actividad que todos tenemos para transformar la obligación en trabajo placentero.

lunes, 20 de octubre de 2025

¡Bendita geología!


¡Dichosa geología! ¡Todos los cursos lo mismo! ¿Por qué a nadie le gusta esta ciencia tan útil y lógica? Ya sé que rocas y minerales pueden resultaros de lo más estáticas, pero, al menos, deberíais conocerlas, pues en ellas está la base de nuestra existencia.


La formación de la Vía Láctea, el origen del Sol, la teoría de los planetesimales, la estructura de nuestro planeta, cómo nos ayudan a conocerla los seísmos o el campo magnético terrestre, la dinámica de las capas que la componen la geosfera, los agentes geológicos externos e internos, su intervención en el modelado de la superficie terrestre, el clima y el suelo, los grupos mineralógicos, los tipos de rocas y el ciclo de estas, lo que aconteció en el pasado y los que sucede en el presente…
¿Qué no os parece interesante? Y si no las aplicaciones que tiene todo esto en nuestra vida diaria. Los sistemas de geolocalización, la planificación y edificación de obras públicas y viviendas, las prospecciones mineras, la intervención en las políticas de medio ambiente y planificación del territorio, los materiales de construcción, metales nobles y joyería, la fabricación de vidrio, la extracción de áridos, la prevención de riesgos naturales o el conocimiento del paleoclima son algunas de ellas.


Y mira que muchos intentamos darle alas a esta ciencia tan útil y estratégica, pero nada, tendremos que resignarnos un año más a ver las mismas caras de aburrimiento y desidia mientras Estados Unidos pretende explotar las tierras raras de Ucrania, China impide la independencia del Tibet para controlar el abastecimiento del agua potable, siguen los conflictos entre Perú y Ecuador para hacerse con una zona rica en petróleo o en Liberia y Sierra Leona continúan asesinando a cuenta de la extracción de diamantes.


Yo solo os invito a disfrutar del libro de hoy y darle una oportunidad a una aventura ambientada en el interior terrestre. Pataslargas, que así se llama el último libro de Matthias Picard que acaba de publicar Fulgencio Pimentel en su catálogo, nos cuenta sin demasiadas palabras las correrías de un personaje que, tras llegar a una isla, encuentra una cuerda que sobresale de la superficie del agua. Desciende por ella y se adentra en un pozo que lo lleva hasta las entrañas de la tierra.


Tras las aventuras de Jim Curious (o Curiosón) bajo el océano y en la selva, Matthias Picard nos ofrece una nueva y espléndida aventura tridimensional que, acompañada de las típicas gafas, nos sumerge en un universo subterráneo que, como en sus anteriores trabajos, tiene mucho de la obra de Julio Verne. Esa isla donde habita el volcán Snæfellsjökull, el orificio de entrada a las profundidades terrestres, esos bosques fúngicos, inmensas formaciones cristalinas, el mar subterráneo… Sin duda, este el reflejo del Viaje al centro de la tierra del escritor francés.



Ese intrépido y silencioso monigote bautizado como Pataslargas contrasta con el realismo de los decorados diseñados por el autor para un libro en el que conviven técnicas muy dispares como el dibujo, la fotografía o la cinematografía. Rotulador, esculturas de yeso, instantáneas a diferentes distancias focales y muchas modificaciones dan vida al pequeño gabinete de curiosidades que constituye el escritorio de un niño grande desde una perspectiva lúdica y sorprendente que embelesa a todo tipo de espectadores.