Llevo varios días escuchando la denominación “personas altamente sensibles” (PAS) en diferentes medios y hoy por fin me he sumergido en ese universo. Acuñado por Elaine Aaron en la década de los 90, y desarrollado en su libro El don de la sensibilidad, el término hace referencia a personas que tienen un sistema nervioso más sensible o permeable que la media, es decir, existe un mayor desarrollo de la capacidad de percibir, recibir, sentir, analizar, integrar y responder ante los estímulos externos e internos que se presentan.
No corresponde a ningún trastorno o diagnóstico de salud mental, y hace referencia a un rasgo de personalidad que puede ser heredable y que está presente en un 20% de la población mundial.
Para encontrar a este tipo de personas, hay que prestar atención a una serie de características, entre las que se definen procesar la información con una mayor profundidad, sobreestimulación y/o saturación sensorial, una reactividad emocional elevada, y gran sensibilidad a los cambios del entorno.
Seguramente muchos de ustedes se hayan visto reflejados en esta descripción, incluso yo mismo lo he hecho, pero (siempre tengo peros, ya lo saben), ¿hasta qué punto necesitamos ponerle un nombre a nuestra condición humana? ¿De qué sirve otra etiqueta más en nuestra vida?
Está muy bien conocerse, saber cómo somos, qué cuestiones rodean nuestra naturaleza y existencia, pero una vez más pienso que esta moda de definirnos por medio de siglas nos lleva a un punto de no retorno en el que el individualismo se ve desterrado y nuestra esencia queda tachonada por esa ciencia tan sumamente (in)necesaria de la psicología.
Soy sensible, ¿y qué? Como ya apunté en este otro post, no entiendo el empeño de ciertos profesionales de la salud mental en buscar coartadas a su (parece ser) siempre necesaria labor que simplemente ahonda en nuestras diferencias como seres humanos y sirve de excusa para ofendernos por cualquier cosa.
Yo por mi parte, prefiero dejarme a un lado estas cuitas y disfrutar de mi sensibilidad con libros como los de hoy. Y es que, Un día diferente para el señor Amos y El señor Amos pierde el autobús son de esos libros tan sutiles y exquisitos, que necesitan una lectura a la orilla del mar mientras el sol de noviembre resbala por la piel.
Estos dos libros del matrimonio formado por Erin E. Stead y Philip Stead, y publicados por Océano Travesía, han pasado muy desapercibidos en el universo de los libros para niños, algo que no debería haber sucedido teniendo en cuenta que son dos pequeñas obras maestras que hay que conocer por su extraordinaria delicadeza.
En la primera historia nos encontramos con Amos McGee, el encantador cuidador del zoo. Se levanta muy temprano y, tras desayunar, se monta en el autobús para acudir al zoo y jugar al ajedrez con el elefante, echarse una carrera con la tortuga o sentarse junto al pingüino. Un día se despierta enfermo y no puede ir a trabajar. Ante su ausencia, los animales, extrañados, deciden coger el autobús e ir hasta su casa. ¿Qué le sucederá?
En la secuela, el cuidador se queda dormido y pierde el autobús. Tras mucho andar, llega al zoo, donde todos los animales lo esperan extrañados. Con tanto cansancio, el señor Amos se queda durmiendo en un banco mientras el pingüino, el elefante o el rinoceronte lo arropan y realizan sus tareas. ¿Se dará cuenta cuando despierte?
Hay algo en estos dos libros corales que me tranquiliza y embelesa. Quizá sean esos animales realistas de gestos antropomorfos, quizá sea la técnica mixta utilizada (grabado con planchas de madera y lápiz de grafito), quizá sea una gama cromática muy sutil o quizá sean esos dos finales que arrancan una amplia sonrisa.
Llenas de detalles (fíjense en la coincidencias posturales de Amos y los animales, en el calzado y la vestimenta del cuidador o en ese globo que se pierde a lo lejos), estas dos fábulas sobre la amistad dejan un regusto muy agradable en el paladar lector. Tranquilas y frescas, además de llenarse de una atmósfera deliciosa, nos hacen flotar, soñar y creer que la vida es bella seamos quienes seamos.
3 comentarios:
Estupenda recomendación con ilustraciones preciosas. El segundo lo desconocía, gracias.
Una delicia de libros. Me falta uno, el otro lo disfruto a rabiar.
Preciosa historia. Me ha conmovido
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