Como mañana es el Día de Todos los Santos y ayer participé con este tema que viene al pelo en De lobos, caperucitas y otros cuentos,
un seminario sobre literatura infantil para adultos organizado por la Casa de
la Cultura José Saramago (Albacete), me creo en el deber de compartir con todos los monstruos dicha ponencia
(prefiero invertir el tiempo a trabajar en balde) y que vayan abriendo boca para el Día de Difuntos y Jalogüin.
Sin más preámbulos,
¡empezamos!
Prólogo
Todavía me acuerdo cuando de niño íbamos a comer a la huerta de
mis abuelos. Los fines de semana nos juntábamos tropecientos y mi abuela hacía
arroz con conejo. Éramos muchos y había que matar dos o tres. Los desnucaba y
los colgaba de la rama de una acacia para desollarlos mientras los demás
montaban la algarabía. Nunca vi nada extraño en todo aquello. Era una reunión
familiar y había que comer. La muerte estaba presente. Había sido invitada
también.
Antonio López. 1972. Conejo desollado. Óleo sobre tabla.
Las experiencias que los niños tienen con la muerte pueden ser de
lo más variopintas. Tanto o más que las de los adultos. Y no por ello deben ser
traumáticas, pues dependen de numerosos factores. Hay adultos mucho más
susceptibles a la muerte que algunos niños, y la experiencia, aunque es un
grado, no implica una estasis mayor. Yo mismo, sin ir más lejos, he sufrido
muertes de seres queridos que para otras personas hubieran sido devastadoras.
Nadie sabe cómo actuar ante la muerte, ni mayores ni pequeños,
pero lo cierto es que todos, en algún momento de la vida debemos enfrentarnos
a este hecho impepinable, y lo peor de todo es que nadie elige cuando hacerlo.
La muerte es. Te pilla por sorpresa y te pesca.
Kitty Crowther. La visite de petite mort.
La muerte en la
historia de la infancia
Antes de
comenzar con mi especialidad -destripar libros-, me gustaría hacer algo de memoria
y ver la relación que los niños han tenido con la muerte a lo largo de la
Historia, pues es necesario tener en cuenta ciertas consideraciones al respecto
para entender un tipo de libros que hoy por hoy no nos deja indiferentes.
En la historia
de las producciones literarias que leen los niños podríamos diferenciar dos
grandes etapas. La primera abarca hasta los siglos XVIII-XIX, es decir, todos
los siglos anteriores al concepto moderno de infancia. En esos tiempos los
niños no eran poseedores de una parcela exclusiva pues, a rasgos generales,
eran equivalentes a los adultos. Aunque existen discrepancias entre los estudiosos
en lo que al trato hacia los niños se refiere (Mientras Ariés habla de cierta
brutalidad, otros como Wilson abogan por una diferenciación hacia estos),
podríamos decir que los niños vivían de manera similar a la de los adultos. La
elevada mortalidad, más todavía la infantil, la prevalencia de enfermedades y
epidemias, y los estragos de los conflictos bélicos, eran el pan de cada día, un
hecho que favorecía la participación de los niños en los ritos que acompañan a
la muerte. El niño merodeaba en los velatorios, acompañaba en los entierros y
estaba presente en todo tipo de actos que intentaban homenajear a los muertos.
Era consciente del paso efímero de la vida.
En lo relativo
a la vida cultural. No había grandes diferencias entre pequeños y mayores y los
niños estaban en contacto con las mismas temáticas y argumentos que los
adultos. La muerte estaba presente, tanto en las historias narradas, como en
las escritas. Es un hecho que la figura de la muerte llega a los niños a través
de las historias contadas al calor de la lumbre y tiene mucho protagonismo en los cuentos populares de cualquier parte del mundo (N.B.: Pueden echar un ojo a muchas de estas antologías AQUÍ). Niños que pierden a sus
padres, personajes devorados por monstruos, o villanos muertos, abunda(ba)n en
estas historias que el folklore ha traído hasta nuestros días. Ni la alta
cultura ni la popular incidían sobre ella, simplemente exponían la realidad.
Ivan Bilibin. Ilustración para Marya Morevna recopilado por Afanasiev.
La segunda etapa
comprende el periodo de tiempo entre los siglos XVIII-XIX y la actualidad. Nace
el concepto moderno de infancia gracias a la revolución industrial y el
capitalismo, las denuncias sociales (véanse las novelas de Dickens) y los
derechos de la infancia (explotación laboral infantil), las representaciones
inocentes de los niños en el mundo del arte (Véase La edad de la inocencia de Reynolds, ca. 1785), y las aportaciones
de pensadores como Locke y Rousseau. La infancia nace tal y como la conocemos
hoy día. El niño desprende una imagen de santidad e inocencia que debe
preservarse el mayor tiempo posible. Debe ser apartado de los problemas adultos
y vivir ajeno a los males mundanos para formarse de manera libre en base a unos
principios que primero se adoptan en las sociedades occidentales y han ido cundiendo
en las orientales. En palabras de Rousseau ¿Por
qué robar a estas inocentes criaturas de las alegrías que pasan tan deprisa?
¿Por qué llenar con amargura los fugaces días de la infancia, días que no
regresarán ni para ellos ni para usted?
Reynolds. ca. 1785. La edad de la inocencia. Óleo sobre lienzo.
El niño no
acude a los entierros ni a los velatorios, no sabe lo que es un cementerio. No
es consciente de que convive con las enfermedades de sus familiares y seres
queridos, tiene sus propios espacios en hospitales y centros de salud donde
recibe otro tratamiento, la escuela cambia su rumbo con nuevas corrientes
pedagógicas, e incluso se le habla de forma diferente (velada) al adulto… Es
decir, se desarrolla en torno a él todo un engranaje que le facilita la vida.
Este es el
motivo por el que el adulto comienza a preocuparse por las temáticas culturales
y, ayudado del proteccionismo, el puritanismo, y otros mecanismos de censura,
la muerte pasa a estar en un segundo plano en las producciones culturales que
emergen a partir de este momento, más todavía en la Literatura Infantil, un
“género” que nace por y para la infancia. Los libros para niños evitan temas
como la violencia, el sexo o la evanescencia de la vida. Es mejor que el lector
se haga esas preguntas a posteriori, cuando ingrese en el mundo adulto, cuando
su experiencia vital le provea de las armas para enfrentarse a la realidad.
Mientras tanto vivirá en un limbo ideal en el que pueda jugar y divertirse a
sus anchas. Unas ideas que, aunque matizadas, todavía son las que prevalecen en
la actualidad. La muerte se ha erradicado del universo infantil, evitando que
los niños entren en contacto con ella, sobre todo durante la primera infancia.
La muerte en la era
posmoderna de la LIJ
¿Reflejo de la realidad, experiencia estética o
utilidad?
Si bien es cierto que la muerte ha sido un tema tabú en la LIJ y
el ecosistema adulto que rodea la infancia (estoy harto de que parezca que las
pistolas de juguete las cargue el mismísimo diablo), también hay que apuntar que
en ese mismo contexto, sobre todo en la primera Literatura Infantil, se
publican libros como Alicia en el país de
las maravillas, Peter Pan y Wendy
y otros muchos clásicos que además de constituir un corpus central donde prima
lo humanístico, han provisto a los niños de esas temáticas valientes donde la
violencia, la muerte o el sexo constituyen una generosa experiencia estética y
de ocio, sin que importe ese deje de condescendencia. Sirven por y para una
lectura en libertad donde los discursos más variopintos se abren camino.
Autores como Barrie, Carroll, Kipling, Twain, Baum y muchos otros
rompen una lanza por los niños e incorporan a sus obras estas parcelas menos
ortodoxas. La muerte se abre camino con la Reina Roja y su obsesión por cortar
cabezas o cuando el cocodrilo se zampa al capitán Garfio sin ningún pudor. El
lector disfruta de la lectura, un espacio para el recreo donde puede vivir a
sus anchas sin tener que preocuparse de lo permitido o de lo prohibido.
Simplemente deja volar su imaginación y encuentra su propio discurso.
Viendo que ese espacio subversivo llamado libro infantil tiene
aceptación entre el público, comienza a existir una diversificación del
producto y sus temáticas y a partir de los años 70 y 80 cuando empieza a ver la
luz el movimiento del realismo crítico, uno que se lanza a escribir sobre
temáticas ocultas a esa infancia, desafiando estos convencionalismos adultos y
proporcionando obras sin veladuras ni cortapisas a los niños, se crean nuevos
espacios en los que hablar de los temas prohibidos, en los que el lector pueda
perderse e ir encontrando respuestas desde un prisma diferente.
No obstante, a finales de los años 80, durante todos los 90 y lo
que llevamos de nuevo milenio, ese espacio un tanto libertino ha ido cambiando
paulatinamente, y muchos de los libros que hablan de este tema vuelven a
denotar cierta complacencia para con el mundo adulto. Se abren camino los
llamados libros de valores y emociones, nuevas tendencias en el panorama
cultural infantil que intentan “ayudar” al niño en su búsqueda, que se centran
en conductas que suscitan controversia, y que pueden interesar a todos los
adultos que interaccionen con los niños familiar o laboralmente, es decir, el libro infantil es un aliado, es útil para sus fines. Vuelve la censura con otro disfraz,
el del buenismo y la autoayuda, la paradoja actual que no deja al lector
enfrentarse a la muerte propia o ajena desde el lugar privado que le ofrece un
libro.
Bárður Oskarsson. The Flat Rabbit.
Estudios específicos
sobre la muerte en la LIJ
No se crean que les estoy descubriendo América, pues son muchos
quienes se han centrado en este tema que tanto nos gusta a los monstruos. No sé
si se debe a nuestros propios prejuicios, a que en nosotros cunden esas ideas
románticas sobre la infancia, a que somos algo masoquistas y lo pasamos en
grande con una historia en la que la muerte hace de las suyas, o a que le damos
demasiada importancia a nuestra mortalidad (Nota: El otro día un alumno me
preguntó si tenía que traerme un justificante en caso de que su abuelo
falleciese, a lo que le contesté que sí, que conocía a más de uno que sería capaz
de matar a toda su familia con tal de librarse de mis exámenes), pero el caso
es que este tema es una constante entre los estudiosos de la LIJ desde los años
70 a esta parte.
En el apartado académico hay montones de estudios que tratan este
tema desde diferentes prismas. Considero imprescindibles los artículos ya
clásicos de Lois Rauch Gibson y Laura M. Zaidman (1991), el de Francelia Butler
(1972), o el de Timothy E. Moore y Reet Mae. (1987), en los que se establecen
las bases que he incluido en la contextualización y aportan muchísimos más
datos de interés sobre la evolución de este tipo de títulos.
También existen capítulos enteros dedicados a este tema, de entre
los que destaco los de Lesley Clement (2020), una revisión actual de todos los temas que se relacionan con la muerte en los libros para niños, y el Death: The Ultimate
Taboo de Sandra L. Beckett (2012), un estudio con enjundia de algunos
álbumes sobre la muerte que ella considera un puente intergeneracional, una
razón por la que muchos definen a este tipo de libros como “álbumes para
adultos” cuando en realidad se dirigen a cualquier tipo de lector.
En castellano este tema ha sido tratado con profusión en la tesis
doctoral que Txabi Arnal Gil presentó en el año 2011 con el título El tratamiento de la muerte en el álbum infantil. Obras publicadas en castellano (1980-2008) y donde realiza un
recorrido por los álbumes en castellano sobre la parca y orientado sobre todo
hacia la docencia en educación infantil y primaria.
Por último hablarles de los algunos artículos que desde el ámbito
de la divulgación se han realizado sobre los libros infantiles y la muerte,
como el publicado en la revista CLIJ en su número 79 y escrito por Juan José
Lage Fernández (1996), el de Ana Nebreda en su Biblioabrazo (2015) o el de Javier Pizarro para El Asombrario (2015).
(N.B.: Pueden encontrar todas las referencias completas al final
del post)
Glemm Ringtved y Charlotte Pardi. Cry Heart, But Never Break.
Una pequeña
clasificación de las temáticas sobre la muerte en la LIJ
Aunque algunas de las contribuciones anteriores prefieren hacer un
estudio pormenorizado de estos títulos y usar abundantes criterios de
clasificación, véanse las causas de muerte, la identidad del fallecido o su
edad, un servidor prefiere centrarse más en los temas generales y ayudarse de algunos
de los álbumes que más le gustan para ilustrar sus ideas.
Las taxonomías son siempre tediosas (se lo dice un biólogo) y
prefiero que sean ustedes quienes vean en la selección bibliográfica final
estas características, pues hay libros que no sólo presentan una, sino muchas.
Por último decir que, a pesar de haberme centrado en el álbum,
creo que estas categorías que expongo a continuación pueden hacerse
extensivas a todo tipo de libros que giren en torno a la muerte, pues su
universalidad es manifiesta, tanto en narrativa juvenil, en poesía infantil,
como en libro informativo.
Veamos:
1.
La muerte personificada y otros símbolos
Por su carácter dual, el álbum se presta mucho a retratar a la
muerte, a describirla y a simbolizarla, algo que merece una mirada con cierto
detenimiento.
Teniendo en cuenta que casi todos los álbumes que conozco son
occidentales, prevalece en ellos la representación clásica de la muerte, un
esqueleto provisto de túnica que deambula entre las páginas. Si bien es cierto
que esta representación de la muerte bebe de la iconografía cristiana, otrora
terrorífica y lúgubre, hemos de notar que en la mayor parte de estos libres no
encontramos una cara tétrica de la muerte, sino otra que esboza sonrisas, que se
apena junto a los fallecidos y se deshace en atenciones con ellos. Quizá
inquietante pero nunca con cara de pocos amigos. Es la muerte más humana, la más
tierna, la que aparece en libros como El
pato, la muerte y el tulipán. Es la imagen que triunfa sobre esa otra que
abarrota el ideario más clásico.
Quizás las representaciones de la muerte que más se alejan de lo
clásico, véase como ejemplo las de Soy la
muerte, aportan menos identificación en los lectores. Considero por otro
lado que minimizan el impacto, son menos efectistas pero igual de resolutivas.
Mención aparte merecen las representaciones más próximas a la idea
latinoamericana de la muerte, entre las que contamos con Parco de Nogués y Guridi, donde el toque alegre, desenfadado y casi
musical produce un efecto de simpatía hacia la figura,y con Pequeña Parka de Squilloni y Faber, que
se asemeja bastante a la anterior.
Aunque suele vestir de color oscuro (negro, gris,…), la muerte se
puede envolver en mantos coloristas, llenos de bordados y formas vivas, como
por ejemplo los colores amarillos y anaranjados que priman en Asia para el luto
y que podemos contemplar en las representaciones de algunas obras recién
publicadas como Migrantes de Issa
Watanabe.
Del mismo modo hay veces que la muerte es una mera espectadora de
lo que acontece a su alrededor, no está patente y eso transforma la atmósfera.
Es inquietante, interviene pero no se involucra en el desarrollo de los
acontecimientos. Esto sucede en todas aquellas obras donde no hay una alusión
clara al personaje.
2.
Prepararse para la muerte
Nadie está preparado para morir, sin embargo, cuando la vejez hace
su aparición, los humanos, de un modo u otro, vamos planteándonos el fin de la
vida. Esta es una cuestión de suma importancia en muchos de estos libros, pues
el simbolismo es de lo más variado en los álbumes infantiles. Bolsas de té,
islas paradisiacas, o la evolución de un jardín son los objetos, lugares y
procesos elegidos por los autores para explicar la transición de la vida a la
muerte.
Los clásicos Abuela de
arriba, abuela de debajo de De Paola o
Nana Vieja de Wild y Brooks
hacen hincapié en ese discurso sobre el devenir. En el primero es el
protagonista quien extrae sus propias conclusiones, mientras que en el segundo,
es la abuela quien explica lo que acontecerá en el futuro a su nieta, algo que
sucede en muchos más libros que hablan de la muerte ajena.
Otros títulos prefieren centrarse en la muerte propia, como es el
caso de Dos alas, un libro de Bellemo
y Di Giorgio que aduce una bella metáfora sobre este hecho en el que un anciano
encuentra creciendo en el patio de casa las alas que sembró durante la
infancia, un recordatorio del ciclo vital que necesita una concienciación
personal.
Es curioso como el ser humano explica la muerte pues no hay sólo
una explicación, sino múltiples facetas de una realidad que nos alcanza a todos
sin excepción. Cada libro tiene la suya y eso da para un estudio discursivo
pormenorizado
3.
Mil formas de morir
Aunque hay montones de formas de morir, las causas de muerte en la
mayor parte de los libros que se recogen en este monográfico tienen que ver con
tres: la vejez, la enfermedad (estás se llevan el premio gordo) o la muerte accidental
(muy pocas).
Son los personajes de avanzada edad quienes fallecen al lado de
sus nietos o de niños con los que establecen una relación estrecha. El mejor truco del abuelo de Dwight
Holden y Chesworth es uno de esos libros que habla de la muerte desde el punto de
vista del cáncer, una de las enfermedades con más riesgo de mortalidad de
nuestros días. La nieta vive el proceso conforme se desarrolla y va haciéndose
a la idea del desenlace final, buscando la cara más optimista con la que
recordar al anciano.
Otro título excepcional es Inés
Azul, un álbum de los Pablos (Albo y Auladell) en el que se explica la
pérdida de un amigo por una dura enfermedad. En la narración se entremezclan
descripciones de la sintomatología y metáforas que forman parte del lento
proceso que experimenta la protagonista, unas veces desde el desconocimiento,
otras desde la lucidez infantil.
Mención aparte merece el Estirar
la pata (o como envejecemos) de la querida Babette Cole en el que desde el
desenfado y con una sonrisa se nos presenta el deterioro humano. Una mirada que
agradece el ojo humano y que alguien debería rescatar en estos tiempos de
hipersensibilización.
Así mismo les recomiendo un
álbum informativo que me chifla, pues el Libro
de las muertes extraordinarias de Cecilia Ruiz recoge algunas de las
muertes en circunstancias extrañas más llamativas que he leído. No se lo
pierdan pues es el único libro que complementa a esas tres causas que
prevalecen en este tanato-artículo.
Termino este tema aludiendo advirtiendo que son pocas, casi
inexistentes, las alusiones a las muertes por suicidio en la Literatura
Infantil, algo que no es de extrañar pues si la muerte en sí misma ya es un
tabú, más lo es todavía quitarse la vida voluntariamente. Tendremos que
ejercitarnos pues…
4.
Ritos funerarios
La de los ritos funerarios es una de las temáticas menos presentes
en los libros para niños. Puede deberse a que muchos la consideran la parte más
dramática del duelo, pues toca deshacerse del cadáver y pronunciar la palabra
“adiós”.
En esta categoría quiero centrarme en tres libros que, aunque un tanto diferentes, recogen los pormenores
de un enterramiento. El primero es ¡¿Cómo
es posible?! La historia de Elvis de Schössow, un libro que me encanta y
que siempre despierta susceptibilidades en los adultos por el tratamiento un
tanto sui generis de las emociones. El cortejo fúnebre es un cuadro, hay cierta
banalización de la muerte y se busca el consuelo en mitad de una merienda. Yo
encuentro mucho humor y humanidad en este libro, pues muchos de los entierros a
los que he asistido se parecen más al “Sálvame” que a un duelo colectivo.
El segundo es El oso y el
gato salvaje, un libro hermosísimo de Yumoto y Sakaï, un libro liviano pero
intenso. Todo adulto que lo lee se ve envuelto en una atmósfera triste y
sosegada. Quizá por sus ilustraciones desdibujadas, quizá por tratar ese momento
con una intimidad extrema tiene una menor aceptación que el primero entre los
escolares.
Por último no podía faltar Una
casa para el abuelo el álbum de Toro y Ferrer que en clave poética y no
exento de humor, nos cuenta como una familia busca un lugar para enterrar al
patriarca, una bonita casa en la que él se encuentre a gusto y que al mismo
tiempo este cerca de ellos. Delicioso.
Seguramente existan libros sobre esta temática en otras latitudes
en las que se pueda contemplar una incineración u otro tipo de rito fúnebre,
pero todos los que conozco se limitan a representar un entierro a la usanza, un
hecho importante ya que nos ayuda a sentir la situación más cercana y nos
identificamos con ella.
5.
¿Qué hay después de la muerte?
Son muchos los libros que hablan del paraíso, de qué hay al otro
lado, de lo que nos espera después de la muerte. Ese desconocimiento (todavía
nadie ha vuelto de ese lugar posterior) facilita la labor de la fantasía, un
hecho inspirador para el afán creador de escritores e ilustradores. Es así como
se crean mundos paralelos, visiones complejas y diferentes sobre ese después.
Estimulan nuestra imaginación para hacer más llevadera la espera, nos invitan a
soñar y a elegir en vida la misma muerte.
Títulos como Regaliz de
Van Ommen o Paraíso de Bruno Gilbert
dejan volar las mentes infantiles, tanto de los protagonistas, como las de sus
lectores, para sacar las cosas de quicio y construir lugares en los que vivir
después de fallecer. Uno toma el regaliz como hilo conductor, mientras que el
otro es un ejercicio excepcional de infografía. Ambas son fantásticas.
Me gustaría llamar la atención en este apartado sobre los
supervivientes y sus necesidades, pues generalmente los que se quedan a este
lado necesitan imaginarse el otro, pues hay muertes que necesitan un mundo
mejor. De esta manera se pergeñan títulos como Paisaje de amor, un hermoso álbum de Jimmy Liao donde la vida y la
muerte se entremezclan en las escenas de una historia donde dos enamorados son
separados por un accidente mortal. No es el único álbum que utiliza este mismo
tipo de recurso, pues El ángel del abuelo
de Bauer o La caricia de la mariposa
de Voltz se hacen eco de él desde el humor infantil.
6.
Duelo y tributo al fallecido
Para mi gusto son los libros más complejos sobre la muerte, pues
cada fallecimiento se rodea de unas circunstancias particulares que son
difíciles de explicar al lector. Conectar unos sentimientos propios con otros
ajenos es bastante difícil, tanto que podría parecerse a un ejercicio de exorcismo.
Equilibrar esa mezcla de sinceridad y emociones es una ardua tarea, sobre todo
si queremos conseguir una narración que no caiga en sentimentalismos baratos.
Si
tuviera que quedarme con uno de entre todos los que traigo hoy a esta casa de monstruos, ese sería El
libro triste de Rosen y Blake. No sólo porque le tengo mucho cariño y me haya acompañado en momentos muy difíciles, sino porque es un libro
que tiene un sabor especial. Es una vorágine de sensaciones que conectan con
esas turbulencias personales del duelo. La negación, la ira, la decepción, la
depresión, el dolor… Esta todo en las palabras sinceras de Rosen, en las
maravillosas ilustraciones de Blake. Es un libro en el que la mayoría nos vemos
reflejados y logra conmovernos.
Existen otros libros que, a pesar de tratar el duelo, prefieren
centrarse en homenajear al fallecido, es decir, a ensalzar una vida que ha
tenido relación con otras vidas. Hablar de sus bondades y maldades, de sus
manías y de los momentos compartidos. Esa es la línea de títulos como Gracias, Tejón de Varley, un libro en
forma de epitafio.
Por último, referirme a un título especial sobre este tema, La mujer de la guarda, de Sara Bertrand
y Alejandra Acosta. Un texto sumamente poético en el que la muerte de la madre
con la subsecuente perdida de esos años felices, son el punto de partida para
ofrecer relato complejo y agitado sobre el duelo infantil.
7.
La muerte en su ciclo
Todos sabemos que sin vida no puede haber muerte. Un ciclo que empieza
y acaba una y otra vez y del que debemos ser conscientes. Si no somos capaces
de interiorizar este concepto, una angustia vital se puede adueñar de la razón
en cualquier momento y sacarnos de quicio. Cuánto antes sepamos asimilar que
toda vida tiene un final, mejor.
Es por ello que muchos de los libros en los que se enmarca la
muerte prefieren presentarla como la parte de un todo en el que somos grandes
partícipes. En muchos casos estos libros son un elogio a la vida, como es el
caso de Como todo lo que nace de
Schamp y Brami, que se interna en el simbolismo y las metáforas. También pueden
ser como el Es así de Paloma
Valdivia, una puesta de largo más desenfadada y simpática pero con igual
hondura y colorido (siempre me ha llamado la atención ese color de rosa que
desprende). Vitalista pero nada despreocupado.
Un buen ejemplo de este ciclo de vida y muerte se presenta en el
conocido El hilo de la vida de Cali y
Bloch, donde tomando como recurso un hilo rojo se nos representa una de las
escenas más impactantes sobre la muerte y que tiene un peso narrativo crucial
en la historia, pues si se prescindiese de ella, ese ciclo se desvanecería.
Curiosamente, el Soy la vida
/ Soy la muerte de Helland Larsen y Schneider, se nos presenta a modo de
dúo de libros, es decir, vida y muerte son independientes aunque quedar
interrelacionadas mediante una puesta en escena parecida, dos historias similares
con ilustraciones coloristas (¿No les recuerdan a ciertos yokai japoneses?).
8.
La muerte testimonial
La muerte está presente en muchos libros. En libros sobre flores,
en libros que se sitúan en mitad de la tormenta, en libros donde las preguntas
son las protagonistas… Es curioso como la literatura recurre una y otra vez a
este tema, cómo se acuerda de la muerte cuando parece que no viene a cuento.
Quizá sea un recurso narrativo para darle intensidad al discurso o quizá un
golpe de efecto para todos los sentimentales. El caso es que necesitamos ese
testimonio de nuestra efímera existencia en muchos de los álbumes que han
trascendido en la LIJ.
Epílogo…
Como a estas alturas de la película más de uno estará deseando mi
muerte (creo que es el post más largo “ever”), voy a cerrar el chiringuito
hasta nuevo aviso (la semana que viene, cuando todos volvamos de este largo fin
de semana) y no les molestaré mientras honran a sus muertos… Aunque les seré
sincero: soy más partidario de regalar el cariño en vida.
… Y una bibliografía a considerar
Aunque han ido viendo ilustraciones de algunos de estos libros
infantiles, he creído oportuno adjuntar un listado de títulos que tratan la
muerte, no sin hacer antes un par de consideraciones.
A pesar de que la muerte es un tema universal y se trata en
multitud de obras, se clasifiquen estas por edades o no, ya saben que mi
especialidad son los álbumes y por tanto me he centrado en esta tipología de
libros. Bien porque la lectura del álbum debido a sus características emergentes,
puede servir tanto a mayores, como a pequeños, o bien porque quizá sean las
obras más útiles a la hora de tratar este tema en la primera infancia, una edad
en la que la muerte, sus causas y consecuencias pueden ser un tema interesante,
delicado o apasionante (elijan su adjetivo).
En esta bibliografía he incluido casi todos los libros que conozco
en castellano sobre este tema sin hacer distinción entre ficción y no ficción (que
cada uno lea los que quiera), aunque como es habitual en mis monográficos y
selecciones incluyo tres estrellas (***) en aquellas obras que me parecen
excepcionales o simplemente me encantan. También tienen enlaces a sus reseñas en el caso de que las haya incluido en este espacio con anterioridad.
Por último invitarles a que comenten este post, a que me sugieran
títulos que desconozca (los leeré y añadiré encantado) y sobre todo a
compartirlo.
Acosta, M. y Galí, M. Peque y yo. NubeOcho
Albo, P. y Carrasco, A. Lejos.
Algar.
Albo, P. y Díez, M. A. El
último canto. OQO.
Bauer, J. El ángel del
abuelo. Lóguez. (***)
Bausá, R. y Peris, C. ¡Buenas
noches, abuelo! Lóguez.
Bawin, M. A. y Hellings, C. El
abuelo de Tom ha muerto. Combel
Benegas, M. y Hernández, J. El sueño más antiguo. Bululú.
Beuscher, A. y Haas, C. Más
allá del gran río. Juventud.
Bowley, T. y Pudalov, N. Jack
y la muerte. OQO.
Brami, E. y Schamp, T. Como
todo lo que nace. Kókinos.
Catchpool, M. y Williams, C. El
barco del abuelo. Juventud.
Company, M. y Elena, H. Santi
y Nona. ¡Adiós, abuela! Timun Mas.
Cortina, M. y Peguero, A. ¿Dónde
está el abuelo? Tàndem Edicions.
Cuvellier. V. y Dutertre, C. La
primera vez que nací. SM.
dePaola, T. Abuela de arriba, abuela de abajo. Kalandraka. (***)
Dougherty, J. Y Docherty, T. El agujero con forma de liebre. Andana.
Durant, A. y Gliori, D. Para
siempre. Timun Mas.
Dwight Holden, L. y Chesworth, M. El mejor truco del abuelo. FCE. (***)
Ende, M. y Hechelmann, F. El
teatro de las sombras. S.M. (***)
Erlbruch, W. El pato, la
muerte y el tulipán. Bárbara Fiore. (***)
Fisscher, T. y Starreveld. H. Pajarito ha muerto. BiraBiro.
Garabana, A. y Villán, O. La
mora. Kalandraka
García, C. y Recuero, M. Para
siempre. Autoedición
Gilvila, M. A. y Piérola, M. El
jardín de mi abuelo. Edicions Bellaterra.
Gliori, D. Siempre te querré, pequeñín.
Timun Mas.
Gonzalvo, J. y Varela, C. Despedida
de tristeza. Lóguez.
Gray, N. y Cabban, V. Osito
y su abuelo. Timun Mas.
Ana Cristina Herreros (selección y adaptación). Cuentos de la Madre Muerte. Ilustraciones de Marcin Minor. Libros de las Malas Compañías. (***)
Honrado, A. y Ribeiro, J. M. El
niño que aprendió a volar. Kalandraka.
Hübner, F. y Höcker, K. Abuelita.
Ediciones Gaviota.
Jalonen, R. y Louhi, K. La niña y el árbol de las grajillas. Galimatazo.
Jeffers, O. El corazón y la
botella. Fondo de Cultura Económica. (***)
José, E. y Gubianas, V. Julia
tiene una estrella. La Galera.
Kikuta, M. Puedo verte
siempre que quiera. Glenat.
Leach, M. y Klein, K. Siempre contigo. Baobab - Destino. (Álbum)
Legendre, F. y Fortier, N. Gajos
de naranja. Tamdem Edicions. (***)
Llenas, A. Vacío.
Barbara Fiore Editora.
López Ávila, P. y Celej, Z. Con alas de mariposa. Cuento de luz.
López Narváez, C. y Cardemil, C. Las cabritas de Martín. FCE.
Maddern, E. y Hess, P. El
señor Muerte en una avellana. Blume.
Mantoni, E. Abuelo, ¿dónde
estás? Everest.
del Mazo, Margarita y Moreno, Cecilia. Gran fiesta mexicana. Jaguar.
Meinderts, K., Jekkerts, H., y Grobler, P. La balada del rey y la muerte. Adriana Hidalgo-Pípala. (***)
Miles, M. y Parnall, P. Ani
y la anciana. FCE.
Monsieur Mouch y Maria-Paz. ¡Yo quiero saber de verdad qué es la muerte! TakaTuka.
Nesquens, D. y Flores, E. La madre de Jack. Apila.
Nogués, A. y Guridi. Parco.
Akiara Books.
Onyefulu, I. D de despedida.
Intermon Oxfam.
Padoan, G. y Collini, E. Jaime.
Un libro sobre los que ya no están. Plaza Joven.
Parera Ciuró, N. y Suárez, A. Mi
abuelo y yo. Juventud.
Parmeggiani, R. y Vaz de Carvalho, J. La abuela durmiente. Kalandraka.
Percival, T. El río. Andana.
Piquemal, M. y Nouhen, É. Mi
miel mi dulzura. Edelvives.
Ramón, E. y Osuna, R. No es
fácil, pequeña ardilla. Kalandraka.
Rius, R. y Peris, C. María
no se olvidará. SM.
Rosen, M. y Blake, M. Q. El
libro triste. Serres. (***)
Rühmann, K. y Stalder, M. El
viejo lobo. Lóguez.
Ruiz, C. Libro de las
muertes extraordinarias. Avenauta. (***)
Sanmamed, M. y Wimmer, S. Cipariso.
Cuento de luz.
Schössow, P. ¡¿Cómo es
posible?! La historia de Elvis. Lóguez. (***)
Sénechal, Jean-François y Okada, Chiaki. Ojalá pudiera decirte. Tramuntana.
Sénégas, S. Efímera.
Takatuka.
Squilloni, A. y Faber, A. Pequeña
parka. A buen paso.
Teckentrup, B. El árbol de
los recuerdos. NubeOcho. (***)
Tejima, K. El cielo del
cisne. Juventud. (***)
Tejima, K. El lago de los
búhos. Juventud.
Tibo, G. y Melanson, L. El
gran viaje del Señor M. Kalandraka.
Toledo, N. y Toledo, F. La
Muerte pies ligeros. FCE.
Uribe, M. L. y Kahn, F. La
Señorita Amelia. Destino. (***)
Valdivia, P. Es así.
FCE. (***)
Van Hooft, M. y Heunink, R. Adiós,
abuela. ING edicions.
Ventura, A. y Delicado, F. El
tren. Lóguez. (***)
Verrept, P. Te echo de menos.
Juventud.
Voltz, C. La caricia de la
mariposa. Kalandraka. (***)
von der Gathen, Katharina y Khul, Anke. Criando malvas. Duomo. (***)
Wild, M. y Brooks, R. Nana
vieja. Ekaré. (***)
Wilhelm, H. Yo siempre te querré.
Juventud.
Zatón, J. y Puebla, T. Un
gato viejo y triste. Ediciones Júcar.
Postdata para los que quieren algo de narrativa y cómic...
Bombara, P. Solo tres segundos. Nandibú Milenio.
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Paterson, K. Un puente hacia Terabithia. Noguer.
Pitcher, A. Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea. Siruela.
Raschke. ¿Duermen los peces? Loqueleo Santillana
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